La comida. Parte segunda.
Hemos de recibir a los invitados con agrado, estando en casa una hora antes aproximadamente de la señalada. Si somos invitados, iremos un cuarto de hora antes.

Servir los alimentos.
En los buenos hoteles, ponen además una especie de paleta, a modo de cuchillo, y un tenedor más pequeño; se usan para comer el pescado.
En los convites, de ordinario hay tres platos (1): 1º. Sopa (cocido castellano, si le hay; hoy no se usa) y guisado. 2º. Pescado. 3º. Asado, y luego postres, que suelen ser variadísimos. En los hoteles y banquetes, se presenta una lista o carta de los platos que van a servirse.
Nota 1. En los pueblos, la sopera y fuentes se colocan en el centro de la mesa, y un comensal, de ordinario el dueño, sirve a todos, empezando con su plato, que presenta servido a la persona más distinguida, y esta le recibe con la mano derecha y entrega el suyo con la izquierda. En algunas casas las sirvientas presentan las fuentes en la mano, sirviéndose cada comensal.
Los vinos se sirven: primero común, que se usa en toda la comida; los generosos a los postres, y los licores con el café.
Hemos de recibir a los invitados con agrado, estando en casa una hora antes aproximadamente de la señalada. Si somos invitados, iremos un cuarto de hora antes.
La comida se presentará a la hora, ni más ni menos; es de muy mal efecto esperar por no estar a su debido tiempo preparada.
Llegada la hora, invitaremos a los convidados a pasar al comedor. Pasará primero el más distinguido, saliendo nosotros detrás y a su lado; luego, los demás comensales.
La puerta estará abierta completamente, aun siendo de dos hojas.
"En los pueblos, salvo los invitados de mayor rango, se colocan sin orden ni concierto"
Ya en el comedor, indicaremos a cada comensal el lugar que ha de ocupar, comenzando por los más respetables. Ocuparemos el medio de la mesa por ser los que invitamos, teniendo a la derecha la persona más honorable. Un superior, ocupa siempre el lugar del dueño, v. gr., el Obispo en casa del párroco; luego él para atender; los demás, a derecha e izquierda por orden de dignidad.
En los pueblos suele ponerse el que invita en último lugar; excepto la persona más honorable, que es colocada en la presidencia, los demás se colocan sin orden ni concierto, a no ser que se trate de persona de gran etiqueta.
Sucede alguna vez encontrar alguna cosita: "un pelo, mosca, ceniza, etc."; guardaremos de presentarlo ni decirlo, y disimulando cuanto podamos, sin llamar la atención, devolveremos el servicio.
Se evitará oler los alimentos, probarlos para ver que tal están condimentados, y una vez probados, hablar de su mal gusto o defectuosa preparación. Tampoco murmuraremos del vino diciendo: "Hemos bebido mejores". Ni haremos grandes elogios de las cosas.
Alguna vez, sobre todo a los sacerdotes, nos ofrecen un plato exquisito, indicándonos ha intervenido en la preparación la señora o hija de la casa, o vino preparado por alguno de los presentes; entonces conviene hagamos elogios, siempre fuera de la ridiculez y por poco tiempo.
Si nos sirven otros, no indicaremos lo que más nos agrada.
El agua, vinos y entremeses, se toman a gusto de uno. Si una persona distinguida ofreciese algún entremés, aceptémosle diciendo: " Muchas gracias, señor ". Si no pudiéramos aceptar, diremos: "Muy agradecido, pero no me es posible". Jamás diremos: "No me gusta. Me hace daño".
- La comida. Parte primera.
- La comida. Parte segunda.
- La comida. Parte tercera.
- La comida. Parte cuarta.
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