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Mens sana in corpore sano.

Tenemos la obligación de mantener nuestro cuerpo en pleno vigor y fortaleza.

Ediciones de la Sección Femenina, Departamento de Cultura. 1.955
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Convivencia Social. Formación Familiar y Social. Tercer curso.

Los deportes. La dignidad.

Equilibrio entre el trabajo intelectual y los ejercicios físicos.

Tenemos la obligación de mantener nuestro cuerpo en pleno vigor y fortaleza, porque nuestro desenvolvimiento físico ayuda también a nuestro desenvolvimiento espiritual, según el proverbio latino: "Mens sana in corpore sano".

Muchas veces el mal humor, el desequilibrio nervioso, no son sino consecuencia de falta de alimentación, falta de ejercicio o exceso de trabajo; por tanto, hemos de reglamentar nuestra vida de forma que tengamos la salud necesaria para poder cumplir con normalidad nuestras obligaciones.

El trabajo bien distribuido y, alternando con los ejercicios físicos, será no sólo aceptable, sino conveniente, porque las funciones intelectuales y físicas estarán compensadas.

Los deportes ocupan un lugar importantísimo entre las distintas clases de ejercicios. Todas, seguramente, practicáis algunos; pero se debe saber cuáles son los más apropiados para la mujer, ya que hay un cierto peligro de que las niñas entregadas a toda clase de juegos pierdan un tanto su feminidad, con mengua, muchas veces también, de su dignidad.

Se puede nadar, andar en bicicleta, montar a caballo, etc., manteniéndose siempre en el puesto justo.

Lo malo es cuando lo de menos es el deporte, que viene a ser una disculpa para hacer exhibiciones, que en otras circunstancias escandalizarían.

Deportes convenientes o apropiados para la mujer.

Entre los deportes, y aunque depende en parte de la constitución física y de las circunstancias de cada cual, según sus medios económicos y el lugar donde se vive, etc., podemos decir, en general, que los más convenientes para la mujer son el tenis y la natación. Estos son los que desarrollan en ellas una proporción más armónica.

La práctica de cualquier deporte debe comenzarse poco a poco, aumentándola de una manera gradual y progresiva, sin llegar a cometer nunca excesos, que a nada beneficioso conducen.

De esta manera se adquiere el entrenamiento, capacitando el organismo para soportar el ejercicio sin cansancio.

Los paseos largos, a una marcha igual y seguida, andando más bien de prisa (sin ser una cosa exagerada), respirando por la nariz y con el busto erguido, son en extremo beneficiosos. Andar despacio, y de una manera muelle, no conduce más que a cansarse sin resultado.

La gimnasia.

Si recomendamos el deporte como conveniente, recomendamos como necesario e imprescindible para conservar la juventud, la salud y la belleza, la gimnasia. Nadie debe prescindir de hacer todas las mañanas de diez a doce minutos de ejercicios físicos, antes de ducharse.

Esos ejercicios consistirán en flexiones de cintura, de piernas, etc., y están destinados a mantener la flexibilidad y esbeltez de la figura, y son los que las revistas de belleza e higiene han hecho populares.

(Estos ejercicios ya los habrán aprendido las alumnos en su lección "El andar", de acuerdo con las instrucciones de la profesora de Educación Física.)

Vitalidad.

Huid de todo lo muelle, de todo lo que apoltrona; con el cuerpo se apoltrona el espíritu también. La juventud significa vitalidad y ligereza; la manera de conservar largo tiempo esa ligereza y esa vitalidad es impedir que la grasa vaya recubriendo nuestros tejidos, que nuestras articulaciones pierdan su flexibilidad, que el menor ejercicio nos canse.

Esto se consigue única y exclusivamente practicando el deporte y la gimnasia. Se dice que hoy día la mujer conserva más tiempo la belleza y la juventud, y más que nada, es debido a esta vida más aireada e higiénica y deportiva que todas llevamos.

El deporte y la moralidad.

Lo que se quiere decir es que no hay que tomar el deporte como pretexto para llevar trajes deportivos escandalosos. Podemos lucir nuestra habilidad deportiva, pero no que estas habilidades sirvan para que hagamos exhibiciones indecentes. Tampoco tenemos que tomar el deporte como pretexto para independizarnos de la familia, ni como pretexto para ninguna libertad, contraria a las buenas costumbres.

La fortaleza física influye grandemente en la fortaleza moral. Si se tienen fuerzas para andar y nadar, si resistimos bien el cansancio, nuestro espíritu estará equilibrado y bien pertrecho para resistir y luchar a la vez. Aunque con la gracia de Dios no hace falta gran fortaleza física, ya que los santos nos dan ejemplo de lo contrario. Pero para los que estamos aún lejos de la perfección, todas las fortalezas son necesarias.

"Yo soy el primero en alegrarme cuando veo a las muchachas en fila, derechas, con el pecho levantado, tenso todo el cuerpo. Pero esta postura rígida no puede ser otra cosa que un germen de dignidad; de nada servirá si no es símbolo exterior de la postura firme y recia del espíritu, contra toda pasión, contra todo anhelo egoísta, contra todo instinto rastrero. Postura erguida por fuera, pero también voluntad firme por dentro; músculos templados, pero también alma disciplinada... He aquí el ideal exacto de toda gimnasia".

"Adelante, pues; juega y haz deporte; pero no seas su esclava, no omitas por ello el estudio, el trabajo normal, la lectura, el cultivo del alma." (Monseñor T. Toht, "La Joven de Porvenir").

Cada cosa a su hora; a la hora del juego, a jugar.

Preguntáronle a San Luis Gonzaga, un día en que jugaba al billar: ¿qué haría si supiese que iba a morir en aquel momento?. "Procuraría hacer esta carambola"-dijo-, y la hizo.

Entusiasmo, sí; apasionamiento e intransigencia, no.

Los juegos.

Los juegos, lo mismo si nos referimos a los deportivos como si se trata de los de salón, cartas, etc., proporcionan muy buenos ratos de esparcimiento. Aunque muchas veces el apasionamiento y la intransigencia de los jugadores, dan lugar a discusiones y disgustos. Esto es lo que procuraremos evitar.

El entusiasmo.

Verdad es que ninguna cosa en la vida debe hacerse sin entusiasmo. Las personas apáticas, que no encuentran gusto en nada, y toman con indiferencia cuanto hacen, apenas si se defienden en la vida, y desde luego nunca triunfan.

Buena educación.

Ahora bien; el juego, por lo mismo que interesa, que se muestra en él la destreza o la gracia personal, apasiona de tal manera a veces que se producen verdaderas disensiones y disgustos. En los momentos en que la discusión se hace más acalorada no es fácil hacerse cargo de las razones que el contrario expone; pero es entonces precisamente cuando tenemos que frenarnos, cuando nuestro espíritu de equidad debe preponderar sobre cualquier otro sentimiento, permitiéndonos ver las cosas desde el punto de vista de los demás.

Saber perder.

El que juega sabe de antemano que puede ganar o perder. Pero todos pensamos más en la posibilidad de ganar, por lo que si esto no sucede parece sorprendernos la derrota, y entonces hay el peligro de que nos ceguemos y achaquemos a mala suerte o poca aprensión del contrario lo que, a lo mejor, es culpa nuestra. Es, pues, muy difícil saber perder. Para saber perder hay que ser sincero, humilde y sereno.

Encierra tanta dignidad la aceptación de un resultado desfavorable como la sonrisa del vencedor. Este saber perder en los juegos tiene aplicaciones directas en todas las cosas de la vida; a veces lo que teníamos más seguro nos falta. Si sabemos perder habremos adelantado mucho, porque analizando fríamente los hechos, podremos, en vez de protestar contra la suerte, poner remedio en otra ocasión.

 

Nota
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