
Introducción a la Urbanidad. A mis pupilos.
Reglas de urbanidad para niños y niñas en edad escolar.
Introducción. A mis pupilos.
Al ofreceros estas Reglas de u rbanidad para niños y niñas no es mi ánimo suponer, amigos míos, que debáis mirarlas como un trabajo exclusivamente mío; otro autor ha dicho ya, con razón, que en la redacción de las reglas de urbanidad es absolutamente imposible ser original.
Lo que quiero daros a entender con mi humilde ofrecimiento, es que estimo en mucho los preceptos de buena crianza que tiempo hace os estoy inculcando con el ejemplo; que los miro como el verdadero termómetro con el cual la sociedad medirá un día el grado de educación que conmigo hayáis recibido; y que por lo mismo se interesa demasiado mi corta reputación en aquel juicio, para que pueda perdonar medio alguno, de conseguir en vosotros la fina cultura que tanto embellece a las personas esmeradamente educadas.
En estas Reglas notaréis tres clases de preguntas: las unas aplicables a los dos sexos, las otras aplicables solamente a los hombres y las últimas, en fin, relativas a las mujeres; las primeras se distinguirán con una estrellita, asterisco (*), las segundas con un párrafo representado por dos asteriscos (**), y las últimas con la manecilla representada por tres asteriscos (***).
Daréis todas estas reglas en dos cursos: en el primero aprenderéis, todas los preceptos que convienen a los dos sexos y al vuestro exclusivamente (Nota 1); en el segundo repasareis lo aprendido, e iréis fijando en la memoria las reglas que corresponden únicamente al bello sexo. De esta manera, no solo sabréis cuál debe ser vuestra conducta en las principales situaciones de la vida, sino que os será fácil apreciar en su justo valor el grado de educación de las mujeres que entren en vuestra sociedad.
"Con estas reglas sabréis cuál debe ser vuestra conducta en las principales situaciones de la vida"
Nota 1. Para las niñas se seguirá el mismo orden: en el primer curso verán lo que conviene a los dos sexos y al suyo exclusivamente; y en el segundo, a medida que repasen, irán aprendiendo las reglas que pertenecen únicamente a los hombres.
Vuelvo a decíroslo: mi trabajo no es original; los preceptos que encierra, en su mayor parte, podréis hallarlos diseminados en los varios libros de urbanidad que existen en nuestro idioma; pero si no me hago ilusión, si la buena crianza escrita ha de ser tal como yo la concibo, creo que este pequeño trabajo, que con tanto gusto os dedico, no ha de ser del todo infructuoso para vosotros.
Algunos preceptos, algunas máximas hallaréis en mis Reglas que no las he sabido ver en los tratados que he leído; me guardaré bien de suponeros que sean ellas lo más esencial de este tratado; pero si me atreveré a indicaros, que sin su conocimiento no tendría por completa vuestra educación.
Terminaré haciéndoos una observación que la considero del mayor ínterés para vosotros: en la práctica de las reglas de urbanidad es menester que no os contentéis con las fórmulas exteriores que ellas prescriben; si estas fórmulas no reconocen por móvil los sentimientos de vuestro corazón; si le hacéis decir a la lengua lo que no sentís en el pecho, entonces mas que el título de corteses, mereceréis el de hipócritas, y así que sea conocida vuestra falsedad, os veréis despreciados de aquellos mismos a quienes habeis tratado de engañar.
Vuestro preceptor,
José Oriol y Bernadet.
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