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Lección sobre la virtud.
La virtud resplandece en medio de la obscuridad de una vida retirada; y como siempre se abre camino, temprano o tarde llega a ser recompensada.
Virtud.
La virtud es la cosa que más merece tu atención, y la de todo hombre; consiste en no hablar, decir ni pensar nada malo; los efectos de esto son ventajosos al virtuoso en particular, y a todos los hombres que tengan alguna relación directa o indirecta con él. La virtud nos hace examinar, compadecer y aliviar las desgracias de los otros hombres; esto nos hace promover la justicia y el buen orden en la sociedad, y contribuir a todo lo que mira al bien general de la humanidad; y esto nos da un placer, un consuelo, una satisfacción interior que ninguna otra cosa ni persona de este mundo puede dárnosla igual; y siempre encuentra en la aprobación general una acción virtuosa.
Todos los bienes y fortunas son accidentales; pues la riqueza, el poder, los empleos pueden quitársenos por la violencia o injusticia de otros, o por inesperados acasos; pero la virtud que poseamos, nadie puede quitárnosla; la enfermedad supongo puede privarnos de todas las satisfacciones corporales, pero no puede privarnos de nuestra virtud ni de la satisfacción que sentimos por ella. Un hombre virtuoso lleno de todas las miserias imaginables, todavía encuentra dentro de sí un consuelo que le hace más feliz que al hombre pícaro todas las ventajas de la vida y del mundo que esté disfrutando; porque, si un hombre ha adquirido gran poder y riquezas por falsedad, injusticia u opresión, no le dejan gozar de su fortuna los remordimientos que le atormentan y echan en cara el modo cómo la ha adquirido; y ni aun dormir con sosiego le deja el gusano de su conciencia, pues soñar a sus delitos de noche y de día, cuando esté solo, no hará más que cavilar encogido y melancólico, lleno siempre de miedo a todo, porque conoce que los hombres deben aborrecerle; y cree con razón que le harán mal si pueden; pero si el hombre virtuoso llega a verse miserable y abandonado del mundo, siempre le queda su virtud que le recompensa y consuela en medio de sus aflicciones; porque la quietud y satisfacción de su conciencia le da entre día una paz alegre e imperturbable, y por la noche un profundo y apacible sueño.
La virtud resplandece en medio de la obscuridad de una vida retirada; y como siempre se abre camino, temprano o tarde llega a ser recompensada; por último, oye a Shaftesbury decir: "Yo sería virtuoso por mi propio aunque nadie lo supiera; del mismo modo que sería limpio por mi propio, aunque nadie me viera".
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