
La costumbre de imitar.
La imitación cuando es burla no es un comportamiento correcto ni educado. Hay que imitar a las personas urbanas y de buena crianza.
La costumbre de imitar.
Verdad es que hay muchas personas a quienes la naturaleza les ha dado un genio dulce, amable, complaciente; una condición afable, una humildad sincera; cierta benignidad, cierta modestia, cierta facilidad en ceder a cualquiera oposición que se les haga, cierta misericordia, cierta paciencia, y así de otras virtudes que se atraen el afecto de todos; éstas tienen una política natural. Pero regularmente la política no nace con nosotros; el uso, la experiencia, la aplicación, el estudio; una observación atenta de los defectos de unos para evitarlos, y de las prendas de otros para imitarlas, es lo que forma un hombre político.
Mas por desgracia, se encuentran demasiadas personas que ven todos los objetos al revés, y tienen por virtudes lo que son realmente vicios. A la importuna parlería, llaman afabilidad; al carácter duro y feroz, llaman entereza; a una severidad bárbara, llamas justicia; a la pereza sempiterna, llaman gravedad de costumbres; a la floja y blanda desidia, llaman discreción; a la profanidad en el vestir, llaman aseo y limpieza. Tienen por liberal al pródigo; por económico al avaro; por constante al pertinaz; por prudente al astuto; por santo al hipócrita; por honrado al vanidoso; por celoso al imprudente reprensor.
Es menester pues un tacto muy fino y delicado para distinguir la moneda falsa de la verdadera, una reflexión madura para no abrazar por virtud lo que realmente es vicio; de este modo los defectos que observaremos en los demás servirán para corregirnos, y las bellas cualidades para imitarlas; lo cual nos será de pronto y seguro recurso para conducirnos en muchas ocasiones difíciles, en las cuales podríamos incurrir en algunos descuidos contra la política.
Por falta de este pulso filosófico, deja de imitar una persona lo que debía, y remeda lo que no es de importancia. Ve que otra persona es generalmente amada y celebrada por las egregias cualidades de su alma; pero en vez de copiarlas, se dedica a remedar las del exterior. Observa el modo con que se quita el sombrero; si para ello debe formar el brazo un ángulo recto, un obtuso, o tai vez un agudo; nota el ademán con que hace una cortesía, si inclina solamente la cabeza, o si todo el cuerpo; y si el cuerpo debe inclinarse describiendo una curva o línea recta; repara como fija los ojos, y como arquea las cejas, y como abre los labios, y como extiende la mano cuando habla; atiende al modo con que se respalda cuando está sentado, que figura toman las piernas, si las cruza, si las extiende, o si las pone una sobre otra; y observado todo esto, y puesto en ejecucion, se crea por imitación una persona igual, hecha y derecha. a la que copia sus modales.
Una señora sabe que otra es la mujer más amable, y la que se lleva los obsequios de todas las personas cultas y juiciosas por su bello agrado, por su ademán modesto, por su fino juicio, por su conversación amena y por otras hechiceras dotes que embellecen su grande alma; pero como la primera no conoce el valor de ellas, no cuida de imitarlas, y se contenta con observar el arte con que está dispuesto su cabello, los pliegues que forma su mantellina, la disposición del pañuelo, el garbo con que se abanica, su gentil planta, y el aire marcial de sus pasos; y con imitar mal estas gracias exteriores, a fuerza de repetidos ensayos y frecuentes consultas con el espejo, hete aqui a una como un retrato de la otra.
¿Y que es lo que han logrado esta señora o la persona que imita a otra? Hacer lo que hacen los monos, los cuales, sin embargo de no ser los de mayor talento en el orden de los animales, como tienen brazos y manos, y cierta conformidad de órganos y de sentidos con los de los hombres, pueden remedar todos los movimientos, y todas las acciones humanas, a pesar de que no pueden hacer ningun acto de hombre. ¡Qué gloria para las personas que tanto se distinguen en lo físico de la imitación como los monos!
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