
Urbanidad general y formación del niño.
De la urbanidad en las maneras de los niños.
Urbanidad general y decoro exterior.
Ahora bien, el cargo de formar a la niñez consta de muchas partes, de las cuales la que es tanto principal como primera consiste en que el ánimo ternezuelo se embeba de las aguas seminales de la divina piedad; la siguiente, que, tomando amor a las enseñanzas liberales, las aprenda bien; es la tercera que se instruya para los deberes y oficios de la vida; la cuarta, que en seguida ya desde los primeros rudimentos se acostumbre a la urbanidad en las maneras.
Esta última es la que hoy he tomado a mi cargo como propia. Pues acerca de las anteriores, así otros en gran número como también nosotros mismos, mucho hemos ya puesto por escrito.
Pero aunque es cierto que aquel decoro exterior de cuerpo procede de un alma bien compuesta, por descuido de los preceptores vemos que sucede a veces que esta gracia hemos de echarla en ocasiones de menos en hombres de bien y muy letrados.
Y no voy a negar que es ésta la parte más grosera de la filosofía; pero ella, tal como son hoy en día los juicios de los mortales, es muy mucho conducente tanto a ganarse la benevolencia cuanto a hacer aceptar a los ojos de los hombres
aquellas otras preclaras dotes del alma.
Ello es que es bien que el hombre entero esté bien compuesto en alma, en cuerpo, en acciones y en vestimenta; pero principalmente a los niños les sienta bien a todos la compostura, y entre ellos, a los nobles sobre todo.
Y por nobles han de tenerse todos aquellos que cultivan su alma con los estudios liberales. Pinten otros en sus escudos leones, águilas, toros y leopardos: más tienen de nobleza verdadera los que por enseñas suyas pueden pintar tantas imágenes cuantas artes liberales hayan aprendido.
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