
Modo de conducirnos en la calle.
La calle es el lugar en donde hemos de guardar mayor compostura.
Del modo de conducirnos en la calle.
La calle es el lugar en donde hemos de guardar mayor compostura. Nuestro paso no ha de ser ni muy lento ni muy precipitado. En una mujer es muy impropio el ir muy deprisa.
Los movimientos del cuerpo deben ser siempre graves, y propios de la edad, del sexo y de las circunstancias de cada persona. Las pisadas suaves y proporcionadas a nuestra estatura. No fijemos detenidamente la vista en las personas que enconlremos, ni miremos descaradamente a los balcones, ni volvamos la cara para mirar a los que ya han pasado; costumbre que es muy fea en un hombre e intolerable en una mujer. Tampoco está bien hablar muy alto, reír de modo que llame la atención, pararnos delante de las ventanas bajas a ver que pasa en el interior, y llamar a una persona, especialmente si es superior a nosotros, o si es señora y el que la llama caballero.
Igualmente nos abstendremos de detener a un caballero de respeto que vaya acompañando señoras o personas de respeto.
Una vez detenidas dos personas en la calle, toca a la más caracterizada de ellas el adelantar la despedida.
Jamás pasaremos por entre dos o más personas que se hayan detenido a conversar, y si nos viésemos en la precisión de hacerlo, pediremos antes permiso; así como las que estén detenidas procurarán no estorbar el paso, y aun dejar la acera, si son señoras o personas de respeto las que se acercan.
Cuando una persona ha de pasar por delante de otra, el inferior cederá siempre el paso al superior. Si es una señora, tan solo cederá el paso a otra señora.
Cuando los caballeros saluden a las señoras, o a otras personas respetables, deben descubrirse enteramente.
Toca siempre a las señoras autorizar con una mirada el saludo de los caballeros.
Si encontrásemos a una persona de nuestra amistad con otra que no lo sea, procuraremos que el saludo las incluya a ambas.
Si una señora o una persona respetable, a quien encontremos, nos indica que quiere hablarnos, no permitiremos que se detenga, sino que la acompañaremos un rato.
Los caballeros no dirigirán nunca la palabra a una señora con el sombrero puesto, pues a ella toca instarlos para que se cubran.
Es un acto muy incivil el conservar o tomar la acera cuando ha de privarse de ella a una persona respetable. El inferior la dejará al superior, y el caballero a la señora.
Cuando van tres caballeros juntos deben marchar en una misma linea lateral, tomando el centro el más caracterizado, y la derecha el que le siga en categoría o respeto.
Cuando son señoras, las más jóvenes van delante y las de más edad detrás.
Aunque es galantería ceder la acera, nunca se hará a las personas muy inferiores a nosotros en edad o circunstancias.
Si una persona va en la misma dirección y por la misma acera que otra, y quiere dejarla atrás por ir más deprisa, debe salirse fuera de la acera, si no encuentra el suficiente espacio, así como la que sienta pasos inmediatos debe retirarse un poco para dejarla libre el paso.
Cuando un caballero acompaña a una señora, ésta lleva el lado de la acera, y si acompaña a una señora y dos señoritas, da el brazo a la primera y las segundas van delante.
Debe así mismo cederlas el mejor piso, aunque sea infringiendo estas reglas, y adaptar su paso al de aquella que ande más despacio.
Cuando un caballero lleva del brazo a una señora, cambiará de brazo al cambiar de acera, para que ella siempre vaya al lado de la pared.
Si un caballero va a caballo en compañía de otras personas, los lugares preferentes son el centro o la derecha. Si son hombres solos y van dos, el menos caracterizado ocupa el lado izquierdo; si van cuatro, los dos más respetables ocupan el centro, y si van cinco, los dos menos caracterizados irán detrás.
Cuando se acompañan señoras a caballo, si es una sola con un caballero, éste marcha de frente a su izquierda; si son dos con un caballero, éste ocupa el centro; si son dos señoras y dos caballeros, las primeras ocuparán el centro y éstos los extremos, y si es una señora con cuatro caballeros, los más caracterizados irán a su lado de frente, y los otros dos detrás.
Cuando paseen juntos varios amigos, siempre se dará la mayor preferencia a los de menor intimidad.
No hay nada tan grosero como desviar con despego a la gente de pueblo que nos estorbe el paso, o mandar callar con denuestos al pobre que nos pide limosna. Si no podemos darle, manifestémoselo con dulzura y bondad, y nunca nos juzguemos con derecho a deprimirle.
Al pasar por una iglesia cuyas puertas estén abiertas, los caballeros se quitarán el sombrero, y las señoras inclinarán la cabeza con respeto.
Tributemos un homenaje profundo a todos los actos religiosos que se celebren en la calle, y tengamos siempre presente que una persona culta debe mostrar suma veneración a las cosas sagradas, pues es una grosería ofender la susceptibilidad de las gentes piadosas con nuestra irreverencia.
Si pasa el Viático, los caballeros no solo deben descubrirse, sino también arrodillarse.
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