
El respeto a los padres, maestros y mayores.
Todas las personas se merecen un trato respetuoso y educado.
El respeto a los padres, maestros y mayores.
La urbanidad nos recomienda el respeto y reverencia a nuestros padres porque son los que contribuyen principalmente a nuestro ser, vida y conservación. Por tanto, no se deberá hallar en el niño palabra o acción que manifieste desobediencia, desprecio, burla o poca atención a sus padres, pues son, digamoslo así, los que representan al mismo Dios, y cualquiera leve desobediencia o desacato hacia ellos sería un conocido agravio al Señor, digno de la más acerba reprensión y riguroso castigo.
La obediencia del niño, pues, debe ser alegre, pronta y sufrida, sin dar excusas ni razones para dejar de hacer lo que le mandan, no siendo contra la ley de Dios. Jamás tomará nada en su casa sin el correspondiente permiso de sus padres, ni hablará ni jugará sin que se lo manden, fuera de las horas en que le esté prevenido.
El mismo respeto y subordinación tendrá a los maestros, reverenciándolos como a padres que le dan el sustento del alma con su buena educación y doctrina. Sería una acción groserísima y descortés no quitarles el sombrero en la calle, ni cederles el mejor asiento y lugar en cualquiera parte que con ellos se hallase. El niño bien criado siempre debe manifestar su agradecimiento a quien se molestó en enseñarle; y mientras permanezca en la escuela cumplirá con exactitud todo cuanto el maestro le ordene, midiendo sus palabras y acciones, tanto con él cuanto con los condiscípulos, y no permitiendo que a su presencia se le haga ningún menosprecio, ni se falte a las órdenes y leyes que para el buen gobierno y quietud de todos tenga establecidas.
Además de los padres y maestros hay también otros superiores en la sociedad, que deben ser siempre mirados con la mayor atención y respeto. Tales son los reyes, y sus jueces y ministros, cuyas personas, autoridad y resoluciones debemos venerar de corazón y obedecer sin excusa. Además de estos personages de tan alta esfera, tendrá el niño por mayores a cuantos por su edad, dignidad o gobierno tengan sobre él alguna ventaja o predilección; pues debe estar entendido que siendo el estado de la niñez todo de subordinación, obediencia y respeto, no puede tener más inferiores que aquellos que en nacimiento, riqueza y demás cualidades mundanas no han sido tan favorecidos, o no han nacido tan pronto como él a esta transitoria vida.
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