
¿Soy maleducado? Estos gestos estropean tus relaciones sociales sin darte apenas cuenta (vídeo)
Descubre qué comportamiento te delata en sociedad y te hace parecer una persona maleducada
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Comportamientos incorrectos que no te habías dado cuenta que tenías
Levanta la mano si alguna vez has salido de una cena con amigos, sintiéndote raro, como si algo hubiera fallado, pero sin saber exactamente qué. Pues te tengo noticias: es posible que haya sido culpa tuya. No, no te estoy juzgando. Simplemente, existe toda una serie de comportamientos que cometemos sin darnos cuenta y que, sin quererlo, nos hacen parecer maleducados ante los ojos de los demás.
La realidad es que los buenos modales no son una ciencia exacta, pero tampoco son algo imposible de dominar. Son más bien un conjunto de pequeños gestos y decisiones que, cuando los hacemos correctamente, consiguen que los demás se sientan valorados y respetados. Y cuando los hacemos mal, pues, acabamos estropeando la velada a los demás sin ni siquiera enterarnos.
Cuando tu cara habla más que tus palabras
Imagina esta escena: estás en una cena con tu pareja y sus padres. Todo va bien hasta que sirven un plato que no te gusta especialmente. Sin pensarlo, tu cara se transforma de forma involuntaria. Frunces el ceño, levantas una ceja, quizá hasta haces una mueca casi imperceptible. Pero ahí está. Los padres de tu pareja lo ven. Y aunque no digan nada, lo han visto. Y eso puede molestarles.
La cara dicen que es el espejo del alma, pero también es el espejo de tus verdaderos sentimientos en ese momento. Puedes decir con la boca que algo te encanta, pero si tu expresión dice lo contrario, la gente creerá a tu cara.
Aquí viene un consejo práctico: antes de reaccionar, respira. Tómate un segundo para controlar tu expresión facial. No se trata de ser un actor de cine fingiendo felicidad todo el tiempo, sino de ser consciente de lo que tu cara está comunicando en cada momento.
El acto involuntario de parecer desinteresado
Estás cenando con unos compañeros del trabajo. Todos están conversando animadamente, compartiendo historias de su fin de semana, y de repente, metes la mano en el bolsillo y sacas el móvil. Solo un segundo, piensas. Solo para ver si hay algo importante. Mala idea. Porque el tiempo vuela y acabas liado mirando redes sociales y mensajes.
Lo que acabas de hacer es lanzar un mensaje invisible que dice: "Lo que estáis diciendo no me importa lo suficiente como para dejar de mirar esta pantalla". Y créeme, la gente lo nota. Mucho más de lo que imaginas. La conversación se va apagando, los demás sienten que no son lo suficientemente interesantes para ti, y todo se vuelve incómodo y molesto.
Lo mismo ocurre cuando llevas auriculares puestos mientras alguien te está hablando. Sí, aunque los auriculares estén apagados. El mensaje que envías es claro: podría estar escuchando otra cosa. Quitárselos es un gesto minúsculo, pero poderoso que dice: "Te escucho de verdad, y me importa lo que tienes que decir".
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El ruido que molesta a todos, menos a ti
En el metro a las ocho de la mañana. Todas las personas están en su espacio, disfrutando de un tranquilo viaje para llegar a tiempo a sus trabajos, cuando de repente, una voz a través de un manos libres rompe el silencio. Alguien, sin ninguna vergüenza, está manteniendo una conversación telefónica en modo altavoz. A esas horas en las que incluso alguno va durmiendo
Pues bien, eso es contaminación acústica. Y no, tu conversación no es un podcast que todos quieran escuchar a las ocho de la mañana. Ni, seguramente, a cualquier otra hora del día.
Usar auriculares es simple, es fácil, y evita que unas cuantas personas te odien en silencio. Además, los auriculares no solo son prácticos, sino que también te permiten disfrutar de tu música, llamadas o vídeos sin molestar a nadie. Win-win, como dicen los anglosajones.
La comida: Un momento para compartir
Volvemos a la cena con amigos. Ahora el protagonista es alguien que come con la boca abierta. Grandes bocados, masticación ruidosa, fragmentos de comida visibles entre los dientes. ¿Por qué importa esto? Porque comemos juntos. La comida es un acto social, no solo una función nutritiva. Es un momento para disfrutar, para hablar, para estar disfrutando todos.
Cuando comes con la boca abierta, rompes esa conexión. Conviertes algo entretenido en algo desagradable. Y lo peor es que algunas personas ni siquiera son conscientes de que lo hacen.
La solución es simple: come con la boca cerrada, mastica lentamente, y si tienes que hablar, traga primero. Esto no solo te hará parecer más educado, sino que también te permitirá disfrutar más de la comida y de la conversación.
La capacidad de escuchar
Aquí viene uno de los secretos mejor guardados de las personas educadas: saben escuchar. No solo eso, sino que saben escuchar bien. Que consiste en estar atentas y pendientes de la persona que habla.
Imagina que estás contando una anécdota divertida a un grupo de amigos, pero alguien sigue interrumpiéndote cada cinco segundos. "Ah, pero espera, eso me recuerda a...", "Sí, sí, pero lo que quiero decir es...". Te sientes frustrado y molesto, ¿verdad? Como si tu historia no importara realmente.
Las personas educadas respetan el turno de palabra. Dejan que el otro termine. Si realmente tienen algo que compartir, piden permiso: "Oye, puedo interrumpirte un segundo?" Esto es lo mínimo. Pero los buenos conversadores van más allá. Hacen preguntas, muestran un auténtico interés, y dan tiempo para que el otro se exprese completamente.
Las preguntas que cruzan una la línea que no deberían
No todas las preguntas son siempre bienvenidas. Existen preguntas que, aunque sean hechas con buena intención, se cuelan demasiado en la vida privada de otras personas.
Preguntar cuánto gana alguien, por qué aún no tiene hijos, o cuáles son los detalles íntimos de su relación, no es simple curiosidad. Es una invasión en toda regla de la intimidad de la otra persona. Es cruzar una línea que no debería cruzarse.
Las personas educadas saben reconocer dónde está esa línea. Entienden que todo el mundo tiene derecho a su privacidad y que no todas las preguntas merecen respuesta. Y, sobre todo, aceptan los silencios y los "no quiero hablar de eso" sin insistir.
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La puntualidad: Un gesto de respeto
Llegar alguna vez tarde nos puede pasar a todos. Un atasco inesperado, un cliente que se demora más de la cuenta, o simplemente un mal cálculo del tiempo. Pero lo que define tu educación no es llegar tarde, sino qué haces cuando esto ocurre.
Imagina que has quedado con tu mejor amigo a las siete de la tarde para ver una película. Ya son las siete y treinta y cinco, y tu amigo está en el cine esperándote. ¿Qué hace la persona educada? Llama, manda un mensaje, se disculpa, y explica la situación. Reconoce que el tiempo de la otra persona tiene valor.
La persona maleducada, en cambio, llega sin avisar, sin pedir disculpas, como si el tiempo de los demás no significara nada. Como si sus compromisos previos fueran menos importantes que los propios.
Una disculpa a tiempo, acompañada de una breve explicación, puede mitigar completamente el enfado de quien espera. Pero ignorar el retraso, hacer como si nada, es prácticamente un insulto.
Cancelar, cancelar, cancelar... sin avisar
Y aquí llegamos a uno de los grandes males de la sociedad moderna: la cancelación de planes sin previo aviso o a última hora.
Muchas personas ven los planes como algo flexible, algo que puede cambiarse sobre la marcha. "Ah, pero es que surgió algo mejor", "Me arrepentí en el último momento", "No me apetecía al final". Dicho así, suena hasta comprensible. Pero aquella persona que estaba esperándote, que se dejó la tarde libre específicamente para ti, que quizá rechazó otras invitaciones para mantener ese compromiso contigo, esa persona se siente ignorada. Se siente poco importante y es normal que se moleste.
Cuando cancelas planes sin avisar, especialmente si lo haces repetidamente, estás enviando un mensaje claro: "Tus planes, tu tiempo, tu compañía, no son importantes para mí". Y créeme, la gente lo capta. Poco a poco, acabarás notando que las invitaciones llegan con menos frecuencia. No es un castigo, simplemente la gente aprende que no puede contar contigo.
Si alguna vez necesitas cancelar, hazlo con tiempo. Avisa con antelación, ofrece una disculpa sincera, y, si es posible, propone una alternativa. Eso demuestra respeto.
Pequeños cambios, grandes diferencias
La verdad es que la mayoría de estos comportamientos son inconscientes. No nos levantamos por la mañana pensando: "Hoy voy a parecer maleducado". Simplemente, actuamos sin pensar, impulsados por la rutina, por las prisas o por la falta de conciencia.
Pero aquí está lo importante: conocer estos pequeños detalles significa que ahora puedes cambiarlos. Conscientemente. Deliberadamente. Y cuando lo haces, todo cambia. Las conversaciones se vuelven más amenas y agradables. Los demás se sienten verdaderamente escuchados y valorados. Las relaciones mejoran. Y tú, como persona, te conviertes en alguien con quien la gente realmente quiere pasar tiempo.
Los buenos modales no son una una moda o un signo de snobismo. Son, en realidad, una forma de mostrar respeto, consideración y cordialidad hacia los demás.
Así que la próxima vez que estés a punto de sacar el móvil en medio de una conversación, o de comer con la boca abierta, o de cancelar planes sin avisar, detente un segundo. Piensa en cómo se sentiría la otra persona. Y entonces, toma la decisión correcta. Porque al final, la educación no es un destino. Es un viaje constante de pequeñas elecciones, de momentos de consciencia, de gestos que muestran al mundo que te importan los demás. Y eso, marca toda la diferencia entre ser educado y sasber relacionarse o faltarle a uno un poco de mundo y de buenos modales.
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