
Las discusiones y las citas.
Es sabido que el espíritu de contradicción, no se vence sino con el silencio.
Cualquiera que sea la materia de la conversación presentad vuestra opinión con modestia, defendedla con sangre fría y amabilidad, caso de sor combatida, ceded de buen grado si estáis equivocado y ceded también aún cuando tengáis razón, si la materia discutida es de poca importancia y sobre todo si la persona que os combate es una señora o un anciano. No obstante, si el amor de la verdad, o el deseo de instruiros, os obligan a entrar en discusión hacedlo siempre con discreción y política. Si no conseguís convencer a vuestro contrario al menos os ganaréis su consideración y aprecio.
Si por casualidad os encontráis con alguna de esas personas poseídas de la manía de la discusión que principian por contradecir antes de escuchar, y que están siempre dispuestas a sostener la opinión contraria, cededles el lugar pues siempre saldriaís perdiendo. Es sabido que el espíritu de contradicción, no se vence sino con el silencio. La insoportable pedantería de esa falange de citadores sin gusto y sin talento ha desacreditado justamente por largo tiempo las citas; pero cuando son bien elegidas, raras y cortas y están además protegidas por la oportunidad "que huye como el tiempo que agrada como las gracias" y son manejadas por una persona llena de modestia, de finura y buen gusto, que posee un perfecto conocimiento del mundo, las citas se emplean con el mejor éxito. En este particular no hay medio sino a ser un modelo o un insoportable pedante.
Ved, pues, si os sentís con fuerzas para correr ese riesgo sobre todo al presentaros en sociedad y daros a conocer que es la época en que los jóvenes deben evitar con el mayor cuidado el hacer gala de una vana erudición de colegio y aspirar a conseguir la reputación de sabios por el empleo de voces tomadas de idiomas extranjeros o de términos científicos desconocidos a lo general de las gentes. Existe un modo de hacer pasar agradablemente una cita y consiste en que cuando sea conocida de los oyentes se debe principiar a indicarla dejándola por concluir como queriendo decir a los demás: "continuadla vosotros que sabéis referirla con tanta gracia en otras ocasiones".
Las citas en lengua extranjera.
Por nuestra parte profesamos una aversión implacable, una invencible repugnancia contra la pedantería bajo todas sus formas, ya se haga literato, poeta, artista, historiador, o sabio, aborrecemos todos los cambiantes de su lenguaje; reprobamos altamente todo discurso erizado de citas en lengua extranjera y no concedemos más indulgencia a la pedantería de los idiomas modernos que a los que hacen el mismo lastimoso papel auxiliados del griego y del latín. Esta es la regla general; señalemos algunas excepciones.
Se pueden emplear raras veces y con muy buen resultado algunas palabras latinas cuya significación es generalmente comprendida, atendido también que, en ciertas ocasiones, dan al discurso vivacidad y gracia. En esta categoría figuran, "vice versa" (al contrario), "exprofeso" (con intención), y otras que el uso tiene admitidas.
En el mismo caso se encuentran algunas frases italianas que no tienen equivalentes en nuestra lengua y que, por otra parte, han adquirido esta distinción, pero es preciso poseer perfectamente la materia que se cita y también el no hacer uso de semejantes voces cuando se trata de personas a las que sería preciso explicárselas. La conversación marcha y se sostiene por medio del cambio de ideas y palabras, y no por medio de comentarios. En este caso es preciso traducir o abstenerse de semejantes citas. Respecto al francés y al inglés, tan generalizado entre las personas de buena educación, es preciso cuando haya ocasión de mencionar los hombres célebres de esas naciones, adoptar la pronunciación peculiar de esos pueblos, pues sería muy ridículo decir con pronunciación española Biron, Lamartine, Rousseau, etc.
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