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Forma de las negociaciones. Estilo diplomático. I

Forma de las Negociaciones. Inmediatas y mediatas. Verbales y por escrito. Estilo diplomático. Memorándum. Contra-Memorándum. Manifiestos. Ultimátum. Notas. Cartas. Despachos...

Derecho Diplomático. Aplicaciones especiales a las Repúblicas Sud-Americanas
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Estilo diplomático en las negociaciones. Su Majestad el Rey conversa con el embajador del Reino de los Países Bajos, Johanes Hendrik Mattheus Van Bonze
Formas de las negociaciones. Estilo diplomático en las negociaciones. Su Majestad el Rey conversa con el embajador del Reino de los Países Bajos, Johanes Hendrik Mattheus Van Bonze

Tratado de las negociaciones. Negociaciones diplomáticas

Forma de las Negociaciones

El estilo diplomático para las negociaciones incluyen una amplia variedad de medios y escritos entre los que podemos destacar:

  1. Inmediatas y mediatas.
  2. Verbales y por escrito. Estilo diplomático.
  3. Memorándum.
  4. Contra-Memorándum.
  5. Manifiestos.
  6. Ultimátum.
  7. Notas.
  8. Cartas.
  9. Despachos, oficios, exposiciones de situación.
  10. Despachos confidenciales.
  11. Comunicación oficial de los despachos.
  12. Notas verbales. Su objeto.
  13. Procesos verbales o protocolos. Su objeto.
  14. Transmisión de copias.
  15. Idioma del que usan las naciones en sus relaciones diplomáticas. Lengua neutral. Lengua oficial.
  16. Reservas.

Para completar el tratado de las negociaciones todavía tenemos que ocuparnos de las diversas formas en que pueden estas verificarse, del estilo y del lenguaje diplomático.

Algunas ligeras indicaciones hicimos ya, sobre el particular, en el capítulo precedente, al manifestar que los Estados que tenían una cuestión pendiente, podían directamente ventilarla entre sí, o bien debatirla indirectamente a la sombra de las oficiosidades de una potencia mediadora.

Las negociaciones inmediatas

Los publicistas han establecido aun otra clase de distinción a este respecto. Llaman negociaciones inmediatas las que se entablan y se conducen de ministro a ministro de relaciones exteriores, y negociaciones mediatas las que se llevan adelante por el conducto de los agentes diplomáticos, o de personas al intento delegadas por las potencias respectivas.

Este último es el medio más usual de negociar, el que presenta menos obstáculos y facilita mayor rapidez en la expedición de los asuntos.

Ahora bien, sea cual fuere el modo especial que afecte una negociación diplomática, directo o indirecto, mediato o inmediato, es visto, que si se le considera en su forma, puede dirigirse de viva voz o bien por escrito.

Negociaciones directas e indirectas

En el primer caso la materia en desacuerdo se discute de palabra, en conferencias verbales que se celebran al intento y los puntos debatidos, las razones esenciales de una o de otra parte alegadas y las resoluciones adoptadas se consignan en las actas de sesiones, que son conocidas bajo el nombre particular de procesos verbales o protocolos.

En el segundo caso el debate se sostiene por medio de documentos escritos, que se cambian entre los negociadores, y en los que cada uno de ellos, al aducir las razones que estima convenientes al apoyo de su buen derecho, se contrae también a refutar las que en su favor invoca su contrario.

Estos escritos, aun cuando en lo sustancial son dirigidos al mismo objeto, en lo formal son de naturaleza diversa y pueden ser memorándum, notas, cartas, ultimátum, etc., etc. Pero todos ellos están sujetos a las reglas del estilo diplomático, que tiene un carácter particular de precisión de lógica, de sencillez, de dignidad y de mesurada energía. "El estilo diplomático, dice Flassan (Flassan, "Histoire générale at raisonnée de la diplomatic francaise"), sea cual fuere el objeto a que se aplique, no debe ser el del académico; pero el de un pensador frío, que reviste de una expresión exacta y castiza los conceptos de una lógica no interrumpida. El calor que contribuye casi siempre a los triunfos de la elocuencia debe ser proscripto de esta clase de producciones".

A estos preceptos, a nuestro modo de ver, muy juiciosos, solo agregaremos que nunca puede recomendarse bastante al agente diplomático ese arte, a veces muy difícil, de asociar a la dignidad en la expresión una circunspecta mesura. La altanería, el sarcasmo y la jactancia, bajo sus formas más o menos encubiertas, son por lo común el escollo del buen derecho, y solo pueden contribuir a despertar susceptibilidades que, una vez en alarma, enfriarían la voluntad de los negociadores y dejarían quizás frustrado el plausible objeto de la negociación.

También debe cuidarse, con muy particular esmero, de no establecer sino hechos sujetos a una fácil e incontestable justificación. El error involuntario o calculado, fuera de que suscitaría legítimas sospechas acerca de la probidad y de la buena fe del que lo cometiese, daría también lugar a protestas de una parte y a explicaciones de la otra, que siempre son peligrosas, a presencia de un rompimiento inminente y que, cuando menos, introduciendo recíprocas desconfianzas, entrabarían la marcha franca y leal del debate.

El barón de Martens, en su recomendable "Guia del diplomático", al exponer el modo de presentar los argumentos en la discusión por escrito, se contrae a dar algunos importantes consejos que nos permitiremos reproducir aquí: "Toda composición en materia política, dice, encierra puntos principales y materias secundarias. Para explanarlas y desenvolverlas según su importancia, preciso es saber colocar cada cosa en su verdadera luz, y ordenar las materias de tal suerte que las transiciones no sean forzadas y que los argumentos, robusteciéndose entre sí, mediante una natural gradación, vengan a completar la convicción. Por fin menester es sostener la atención, procurando ceñirse y concluir cuando conviene. En una palabra decir bien, en el orden necesario, todo lo que debe ser dicho y nada más, he aquí el gran arte del diplomático. Jamás se puede recomendar bastante a los redactores de actas y de oficios diplomáticos, el que procuren asociar a la precisión de las ideas, la propiedad de los términos y la concisión del estilo. Las circunlocuciones, los epítetos ociosos, las expresiones rebuscadas o pretenciosas, los períodos muy largos, los episodios, los lugares comunes son, con especialidad, muy mal recibidos en escritos de ese género, en los que, siendo todo importante y grave, preciso es encaminarlos con sencillez y en derechura a su fin".

El mismo autor, en otro lugar de la obra que acabamos de citar, dice también, al hablar de las composiciones diplomáticas: "Antes de establecer principios, o de alegar pruebas, debe cuidarse sobre todo de examinar su exactitud. Apoyarse en un principio falso, dudoso o extraño a la causa, sería exponerse a ver caer con este principio el edificio que estaba llamado a sostener y dar una gran ventaja a la parte adversa. Preciso es pues no invocar sino principios generalmente reconocidos y pruebas irrecusables. Los hechos se prueban por medio de autoridades; los derechos por medio de títulos; los principios por medio de razonamientos; las máximas prácticas por las ventajas que de ellas resultan, por los inconvenientes que habría en despreciarlas y sobre todo por los ejemplos... Las citas son también admitidas; pero preciso es que sean muy exactas, usadas con sobriedad y evitando las apariencias de una ridícula y rebuscada erudición".

Cuando las negociaciones diplomáticas se conducen por escrito, la discusión, como ya lo hemos dicho, se traba y se continua hasta su desenlace, mediante el cambio recíproco de memorándum, de notas, de cartas, de ultimátum.

 

Nota
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