
Obligaciones del hombre. De la ejecución de las determinaciones de la voluntad.
La voluntad y los puntos básicos para el cuidado del alma.
De la ejecución de las determinaciones de la voluntad.
Cuando después de examinada maduramente una cosa, conocemos que conviene hacerla, es necesario que pensemos en los medios para ejecutarla mejor. Para esto en su ejecución debemos evitar dos extremos, el de la pereza, y el de la precipitación.
Cuando se trata de hacer alguna cosa buena y útil, no nos hemos de arredrar por la fatiga o las incomodidades que consigo traiga, sino emprenderla con vigor y con resolución; pues lo que la pereza abulta, la diligencia lo allana.
Demos principio a ella con la mayor presteza posible, acordándonos de aquellos refranes que dicen, que el que tiene tiempo no espere al tiempo, y que la ocasión es calva, y una vez perdida, no vuelve a hallarse.
Si encontramos algún obstáculo en la ejecución, no nos hemos de espantar; sino perseverar con firmeza y constancia, acordándonos de que con la paciencia y el trabajo todo se alcanza.
Con igual cuidado que evitemos la pereza y la lentitud, debemos huir de la demasiada precipitación. El que hace las cosas muy deprisa, por lo regular las hace mal; pronto y bien rara vez juntos se ven. Así aunque es razón hacerlas con prontitud y diligencia, debe no obstante emplearse en ellas el tiempo necesario y el debido cuidado para que salgan bien.
Resumen de las cosas precedentes.
Redúcense pues nuestros cuidados para con nuestra alma a:
- procurar enriquecer el entendimiento con útiles conocimientos;
- cultivar la memoria, para conservarlos después de adquiridos;
- arreglar sabiamente la voluntad a los preceptos de la virtud, honradez y prudencia;
- y ejecutar lo que éstas nos inspiren con presteza y con cuidado al mismo tiempo, evitando por una parte la pereza, y por otra la precipitación.
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