Señoras y señores. II
El comedimiento que se impone al hombre es semejante al que en otro tiempo se imponía a la mujer
La moderna urbanidad y el uso de las palabras
Aquella urbanidad
Y, es un país pendular como el nuestro, ha sucedido que el nuevo manual o testamento de la urbanidad ha venido a imponer al hombre aquella apariencia de virtud que el antiguo imponía a la mujer. Si aún hay espacio y tal vez el último, para el follador rural, el hombre de la ciudad ha visto recortadas sus prerrogativas hasta hacer de don Juan un personaje ridículo y del sofaldador a la vieja usanza un hortera despreciable.
El comedimiento que se impone al hombre es semejante al que en otro tiempo se imponía a la mujer y hoy vemos a las mujeres usar, por ejemplo, cada vez en mayor medida el "lenguaje masculino" que los hombres utilizan cada vez menos o relegan a la francachela con los amigotes. Si es verdad, que sigue existiendo un machismo, también lo es que aparece a un "hembrismo" que hace hablar a algunas mujeres de "lo muy bueno que está ese tío", sin que para nada padezca la urbanidad establecida.
Del cambio o quizá podríamos decir, ruptura, en la vieja relación de los sexos pueden dar idea algunas sutiles modificaciones del lenguaje. Las palabras "hombre" y "mujer" apenas se usan ya en el contexto sexual. Si antes una persona "se acostaba con una mujer" o "se escapaba con un hombre" en la moderna urbanidad parece que "mujer" suene a zarzuela y "hombre" tenga un connotación seminal que resulta excesiva e indeseable. Se prefieren términos como chico o chica que se aplican sin atención a la edad. "Chico, chica, chico, chica", es la voz que dispone que un grupo de matrimonios o de amigos y amigas se sienten a la mesa. Se llega a preferir a los términos mujer y hombre los de "señor" y "señora", que utiliza incluso la gente muy joven para hablar de los amigos y amigas.
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En la sociedad más joven, sin embargo, los términos triunfantes son los de "tío" y "tía", que se usan desde las tiernas edades colegiales en que los varones o hembras han dejado de ser niños. Esas palabras se utilizaban antes solamente para caracterizar a una diversidad de tipos humano que iban del "tío grande" al "tío cabrón" o de las "tías pedorras" a las "tías cojonudas" que, dicho sea de paso, solían ser horrendas.
En la moderna urbanidad otras palabras, y conceptos, han caído o cambiado de uso. La palabra "novio" o "novia" no se dice ya en el sentido que tenía antes de dos personas que iban a casarse, como no sea durante la boda y el banquete y sólo en ese momento. El "novio" es hoy más bien el amante de una señora casada o incluso puede llegar a designarse así, cariñosamente, al marido. Pero nunca al novio. Y novias son las mujeres que "salen" con un hombre. "Salir" es el verbo sexual por excelencia en la España de hoy y puede comprender desde el tímido paseo por el Retiro hasta la relación permanente de dos personas que no vivan juntas. El novio es "el chico con el que salgo".
La palabra "esposa" o "esposo" está relegada a los educandos de los viejísimos manuales de doña Pilar, don Manuel o doña Carmen que citaba al principio. El casado habla siempre de "mi mujer" aunque el gusto más moderno le inclina a decir "mi chica" como dicen los solteros. Los pobres dicen "mi señora". Lo de "la parienta", "ésta" o "lo que tiene uno en casa" son reliquias de un remoto costumbrismo. La casada tiene cada vez mayor tendencia a evitar hablar de "mi marido". La repetición excesiva de esta sacramental palabra es considerada de mal gusto. Con todo, la palabra "marido" puede ser útil a la mujer que se ve obligada a ahuyentar a tocones y ligones. La tonta suele sacar enseguida a relucir al marido que se convierte así en uno de los personajes más inoportunos de la conversación española.
Otra palabra que ha entrado en desuso es la de "viuda", sobre todo cuando ella está delante del que habla. Se dice más bien "una chica a la que se le ha muerto el marido". La palabra "viudo" se dice sobre todo cuando una amiga del que habla se ha casado con uno de ellos. La palabra "amiga" que antes significaba la amante o querida de un hombre casado, ha variado hoy de sentido. Uno puede tener una gran amiga con la cual "no salga" y la amistad entre hombres y mujeres, sobre cuya posibilidad se preguntaba siempre en las conversaciones de los finales de guateque, está hoy plenamente normalizada. Pero también puede significar otro tipo de relación, y, así, en las revistas del corazón, personas que están hartas de "salir" juntas, desmienten que haya nada entre ellos y que, simplemente, "son amigos".
La urbanidad, en fin, aunque como entre nosotros ocurre parezca solamente una reacción al antiguo manual, o incluso una ruptura con toda norma, es un código que impone a las personas aparentar ser una cosa distinta a lo que son.
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