¿Hay alguien ahí?
Hemos interiorizado un injusto doble rasero a la hora de medir el nivel de buena educación de los que nos rodean
Los buenos modales y las nuevas formas de comunicarse
¿Por qué a la gente que no responde a un saludo se la tacha inmediatamente de maleducada mientras que cuando alguien no responde una llamada de móvil, un SMS o un e-mail se le supone simplemente ocupado? ¿Acaso no merece la misma consideración como persona el que nos saluda por la calle y el que se dirige a nosotros por medio del teléfono o el correo electrónico?
Hemos interiorizado un injusto doble rasero a la hora de medir el nivel de buena educación de los que nos rodean: nos solemos mostrar sumamente críticos con las descortesías presenciales y excesivamente comprensivos ante las groserías a distancia.
El dicho "no hay mayor desprecio que no hacer aprecio" es válido para todo tipo de relación interpersonal, sea cual sea el medio, pero, por extrañas razones, atribuimos una perversa normalidad al silencio del destinatario cuando el canal de comunicación ha sido tecnológico (móvil, celular, e-mail...) y le eximimos de cualquier tipo de mala fe.
Son tantas las ganas de excusar el pasotismo del receptor que hasta llegamos al colmo de inculparmos a nosotros mismos con pensamientos del tipo:
- "Será que lo he molestado...",
- "quizá no he sido muy oportuno...", etcétera, etcétera.
Pero hay que ser consciente de que esta actitud tan poco crítica frente al incivismo electrónico -social o profesional- sólo consigue alentar la proliferación de esta mala práctica y poner en duda una verdad poco cómoda pero incuestionable: no responder un mensaje -como no devolver un saludo- es una manifiesta e injustificable falta de respeto porque atenta directamente contra la dignidad y la necesidad básica de todo ser humano: no sentirse invisible.
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