La cabeza y las orejas. Modestia y honestidad
No debe uno permitirse jamás la libertad de apoyar la cabeza en la mano como si no se pudiera sostener
La apariencia de la cabeza y los gestos de mala educación
Aquella urbanidad
Para llevar la cabeza con urbanidad hay que mantenerla derecha, sin bajarla ni inclinarla a derecha o izquierda; evitar encerrarla o hundirla entre las espaldas; girarla en todas direcciones es propio de un espíritu ligero y cambiarla frecuentemente de posición es signo de inquietud y de perplejidad. Levantar la cabeza con afectación demuestra arrogancia. Es totalmente opuesto al respeto debido a una persona, levantar la cabeza, sacudirla, o bambolearla cuando nos habla, porque esto pone de manifiesto que no se le tiene la estima que le es debida y que no se está dispuesto a creer ni a hacer lo que nos dice.
No debe uno permitirse jamás la libertad de apoyar la cabeza en la mano como si no se pudiera sostener.
Rascarse la cabeza al hablar o cuando se está con otro sin hablar, es muy indecoroso e indigno de una persona bien nacida: es al mismo tiempo efecto de grave negligencia y desaseo, ya que ordinariamente es consecuencia de no haber puesto bastante cuidado en peinarse y tener la cabeza limpia. Este particular cuidado tendrán las personas que no usan peluca, no dejar suciedad ni grasa sobre su cabeza, porque sólo las personas mal educadas caen en esta negligencia y debe considerarse la limpieza del cuerpo, y en particular de la cabeza, como signo exterior y sensible de la pureza del alma.
Te puede interesar: Gestos vulgares y ordinarios (con vídeo)
La modestia y la honestidad exigen que no se deje acumular mucha suciedad en las orejas; convendrá, pues, limpiarlas de cuando en cuando con un instrumento adecuado, llamado por eso mondaoídos. Es muy descortés servirse para ello de los dedos o de un alfiler; hacerlo en presencia de otras personas es contrario al respeto que se les debe; este mismo respeto se debe a los lugares sagrados.
No es decoroso llevar una pluma en la oreja, ni flores, tener las orejas perforadas o usar pendientes: esto no sienta bien a un hombre por ser signo exterior de esclavitud, lo cual no le conviene.
El adorno más bello para las orejas es el que estén aseadas y sin aditamentos; los hombres, de ordinario, deben taparlas con los cabellos, las mujeres las llevan más descubiertas; y a veces es costumbre, sobre todo en las mujeres de la nobleza, que lleven perlas, diamantes o piedras preciosas pendientes de las orejas.
Con todo, es más discreto y más cristiano no añadir a las orejas adorno alguno, porque por ellas entra la Palabra de Dios en el espíritu y en el corazón, y el respeto que se debe profesar a esta divina Palabra tiene que impedir que se le acerque nada con resabios de vanidad.
No hay mejor adorno para las orejas de un cristiano que el estar bien dispuestas a escuchar atentamente y recibir con sumisión las instrucciones en torno a la religión y máximas del santo Evangelio. Por esta causa los santos cánones han prescrito a todos los eclesiásticos el tener las orejas totalmente descubiertas, para que entiendan que deben estar siempre atentos a la ley de Dios, a la doctrina de la Verdad y a la ciencia de la Salvación de las que ellos son los depositarios y los dispensadores.
-
1460
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
¿Es tan difíícil regalar una sonrisa, una palabra amable, un mínimo de buenas maneras?
-
Hay comportamientos no reglamentados pero que la lógica del trato social actual señalan
-
Para que los vestidos sean adecuados es preciso que le vayan bien a la persona que los usa y que sean proporcionados a su talla, a su edad y a su condición
-
La honradez no puede sufrir que se diga algo falso; quiere al contrario que, según el consejo de san Pablo, diga cada uno la verdad al hablar con su prójimo
-
Los valores tradicionales de cortesía, urbanidad, civismo o como se les quiera llamar se han perdido poco a poco.
-
Al retirarnos a nuestro aposento debemos despedirnos cortés y afectuosamente de las personas de nuestra familia y de cualquier otra que pudiera haber en la casa
-
No se debe entrar en un lugar en el que haya personas de consideración, envuelto en el manto; en las casas de los príncipes se expondría uno a una reprensión, o incluso ser echado fuera
-
La moderación es la reguladora de los modales exteriores, así en el hombre como en la mujer.
-
Pocos adolescentes tienen el detalle de ceder el paso a una señora al entrar en una cafetería o, mucho menos, de apartar la silla de la mesa para que pueda sentarse.
-
La entrevista no es un monólogo pero tampoco una conversación. Solo debe responder cuando se le pregunta
-
Para evocar un libro, pudiera ser útil cualquiera que haya hecho bien su trabajo. Pero llama la atención este librito: "Urbanidad. Estudio de las reglas de conducta"
-
Las personas de una misma familia que se encuentran desacordadas no pueden jamás recibir dignamente a una visita. La paz doméstica es fundamental tanto para la convivencia cordial como para las relaciones sociales de la familia