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C. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio. XV.

La civilización del comportamiento. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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Sinteticemos a continuación todo lo hasta aquí expuesto:

Las coacciones que delimitan el comportamiento y la expresión emocional encuentran su origen, según Elias, en la vida social. Dichas coacciones son las que informan los códigos de comportamiento que el autor analiza en sus investigaciones psicogenéticas. Las coacciones quedan justificadas de acuerdo con argumentos que varían de acuerdo con la estructuración de la sociedad. En el mundo del heterocontrol, el comportamiento y la expresión de emociones son aprobados o reprobados en nombre de la cortesía, la prudencia o la civilidad. Cada una de estas etiquetas se aplica sobre la base de un argumento de índole social: el respeto y la consideración que se le debe a cada cual en función de su status. Este tipo de argumento es propio de universos sociales a los que no es extraña la desigualdad cualitativa entre las personas. En el mundo del autocontrol, el comportamiento se aprueba o reprueba en nombre de la limpieza, la salud o la higiene. Por tanto, la justificación de las coacciones que moldean la conducta y la expresividad corre a cargo de un argumento de corte higiénico-sanitario. Este argumento es el que se emplea para legitimar autocoacciones -interiorizadas y activadas automáticamente- mediadas por la vergüenza, el desagrado y el pudor.

Luego entonces, el comportamiento y la emocionalidad pasan de ser condenados porque no guarden el debido respeto al status del prójimo a ser autocondenados. La autocondena es sinónimo de experimentar vergüenza, desagrado o pudor, adquiriendo solidez psíquica la vergüenza, el desagrado o el pudor gracias a la culpa. El conjunto formado por vergüenza, pudor, desagrado y culpa es legitimado en nombre de razones higiénico-sanitarias.

La explicación eliasiana de las variaciones que sufren las formas típicas de comportamiento y emocionalidad del hombre occidental contraviene explicaciones basadas en razones materiales -que no hubiera suficientes recursos dinerarios no explica que no hubiera, por ejemplo, a lo largo de siglos, cucharas en la mesa para todos los comensales puesto que podía gastarse mucho en la elaboración de una cuchara muy lujosa para alguien distinguido pero no gastar dinero en cucharas para todos- o razones higiénicas -Elias entiende que primero se alcanzan los patrones de restricción de la conducta; patrones cuya génesis es social y que después estos patrones son justificados higiénicamente. Recurrir exclusivamente a razones materiales o higiénicas hace que las transformaciones conductuales y afectivas del ser humano parezcan productos voluntaria y racionalmente planificados por el individuo. Se desatienden las razones sociales; aquéllas que defienden que las transformaciones son reforzadas por las propias transformaciones de la vida social (Mennell, 1989:45-47).

3.3. Sociogénesis y psicogénesis: una teoría de la civilización.

El proceso de la civilización teoriza la transformación del comportamiento y la sensibilidad del hombre occidental en dos sentidos concretos:

a)  Comportamiento y sensibilidad caminan desde el heterocontrol hasta el autocontrol. Esto quiere decir que las coacciones externas que operan sobre la conducta devienen finalmente en coacciones interiorizadas activadas automáticamente; esto es, devienen en autocoacciones. De esta manera se accede a un tipo de vida, en lo conductual y en lo emocional, caracterizada por la autodominación continua. El primer sentido hacia el que se dirige el proceso de la civilización es el autocontrol.

b)  La satisfacción de determinadas necesidades, la ejecución de determinadas conductas o la expresión de determinadas emociones tienen lugar a salvo de la vista de los demás. Se configura una esfera privada en la que tienen cabida este tipo de necesidades, conductas o emociones siempre impregnadas de sentimientos de vergüenza, pudor y desagrado. El segundo sentido es la privatización.

Se trata de un proceso de cambio social que, aunque no se encuentra planificado racional ni voluntariamente, no resulta azaroso. Antes bien, distingue con claridad los dos sentidos antes mencionados hacia los cuales se dirige. El proceso de la civilización es el producto de la interrelación y combinación de una multiplicidad inabarcable de acciones individuales; producto no intencionado ni planeado, ni surgido de reflexión racional aunque no por eso incomprensible o sin dirección. El proceso, como tal, no tiene ni principio ni fin. No existe un "punto cero civilizatorio" en el que la incivilización pueda decirse absoluta (Nota: Elias (1987:488) señala: "Nuestros hábitos mentales nos inclinan fácilmente a buscar los "comienzos" de las cosas. Pero en la evolución de los seres humanos no hay "punto" alguno a partir del cual pueda decirse: hasta ahora no existía "ratio" y a partir de ahora ha surgido una; hasta ahora no había autocoacción o 'super-yo' habiendo surgido repentinamente a partir de tal siglo.

No existe un punto cero en todas estas manifestaciones [...]. El aparato de autocoacción, la organización de la conciencia y de las emociones de los seres humanos "civilizados" se diferencia en la totalidad de su estructura de modo claro y nítido de los llamados "primitivos" aunque atendiendo a su estructura, los dos son modelaciones claramente observables de funciones naturales aproximadamente iguales"). Ocurre que las pautas de conducta y emotividad de un momento concreto son siempre consecuencia de aquellas anteriores que se tildan de "incivilizadas". Esta consideración se repite indefectiblemente por espacio de generaciones. El proceso de la civilización supone modalidades de autocontrol y niveles de pacificación de las sociedades siempre sujetos a involuciones y contra-movimientos: autocontrol y pacificación disfrutan, inevitablemente, de un estatuto de provisionalidad permanente. Elias resalta la inexistencia de un fin para el proceso de la civilización e insiste en lo provisional de sus resultados.

Esquema 2.
Esquema. Esquema 2.

La teoría eliasiana de la civilización, en consonancia con el intento por parte del autor de superar la dicotomización del análisis sociológico, contempla la interrelación explicativa de los niveles "macro" y "micro". Esta interrelación queda recogida en el siguiente esquema:

Esquema 2: Proceso de la civilización.

El nivel "macro" observa una dirección específica: la pacificación del espacio social. Ésta viene dada por la constitución de monopolios de fuerza física y monopolios fiscales a partir de unidades políticas fragmentadas que pugnan entre sí por un número limitado de oportunidades de poder. La constitución de tales monopolios trae consigo restricciones notables en el empleo de la violencia y la fuerza física por parte de los individuos. Desde este instante, el empleo legítimo de la violencia y la fuerza física corre a cargo de los gobiernos centrales, del Estado en definitiva, que es quien asume ese monopolio.

El nivel "micro" observa una dirección específica: la privatización y el autodominio de la conducta y la expresividad humanas. La transformación de la economía afectiva de los hombres transcurre desde el heterocontrol hasta el autocontrol y puede seguirse a través de la sucesión de los diferentes códigos de comportamiento.

La conexión entre ambos niveles viene dada por las leyes estructurales del proceso civilizatorio. Aquellas sociedades en las que no existe monopolio de la violencia y la diferenciación social, especialización funcional e interdependencia son mínimas, las secuencias de acción que vinculan a los hombres son cortas y breves (Elias, 1987:454). Esto conlleva que ni comportamiento ni emocionalidad individuales tengan por qué tener en cuenta comportamientos y emotividades ajenas puesto que el grado de vinculación, contacto, intercambio y dependencia es muy bajo.

En sociedades en las que encontramos un monopolio eficaz de la violencia y una compleja división social de funciones, las secuencias de acción que ligan a los hombres son prolongadas y continuadas (Elias, 1987:454). De ahí nace el imperativo de ajustar comportamiento y emocionalidad al comportamiento y emocionalidad de los demás. Las relaciones sociales se tornan densas y en tanto no puede utilizarse la violencia física en el terreno de las relaciones interindividuales ya que su monopolio corresponde al Estado, las personas habrán de reflexionar acerca de las consecuencias finales de sus acciones y emociones para los otros hombres. Adviene un tipo humano autocontrolado, que ejerce dominio sobre sí mismo, sobre su comportamiento y sobre la expresión de sus emociones; un tipo humano auto-regulado y previsible.

 

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