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F. LA CORTESÍA MODERNA: Los modales en el inicio de la Edad Moderna. V.

Los modales en el inicio de la Edad Moderna. Cortesía Moderna.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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En un convite, por ejemplo, resulta preciso adoptar pautas de comportamiento conducentes al logro de una situación agradable. Para ello, es necesario que impere la cordialidad y se imponga un cierto tono festivo y alegre enjugando los asistentes "las penas" antes del convite. Erasmo lo advierte claramente: "En el convite ni es bien estar triste ni entristecer a nadie". Gracián Dantisco en Galateo español se extiende más al respecto:

"Por donde en los regozijos y fiestas, ni en las comidas, no se deven contar historias melancólicas de plagas, muertes, infortunios ni pestilencias; ni se haga memoria o recuerdo de materia dolorosa; antes, si alguno huviese caído en contar algo desto, se debe por buena y dulce manera desviar aquella tal plática, y ponelles en las manos otro sujeto más convenible y alegre" (Gracián Dantisco, 1968:123).

La cortesía moderna defiende un modelo de sociabilidad amable e ingenua en comparación con la que propone el código que le sigue, el de la prudencia, destinado al cortesano que quiere medrar en la corte. La cortesía moderna condena la mentira y en consecuencia, el fingimiento. No se trata de fingir alegría sino de cultivar una predisposición favorable al encuentro entre las personas y a que este encuentro devenga en algo armónico y agradable. He calificado de ingenua y amable la sociabilidad que fomenta la cortesía moderna porque este tipo de recomendaciones -mostrarse alegre- no responden a una concepción defensiva y estratégica de los contactos entre las personas, como ocurrirá en el caso del código de la prudencia. En el caso de la cortesía moderna, unas formas inadecuadas no serán nunca motivo absoluto de desaprobación social de la persona que las haya exhibido. Antes bien, se ha de mostrar condescendencia ante los fallos que puedan presentar las personas en sus maneras. Estos fallos no son corregidos en público sino que las correcciones tienen lugar exclusivamente ante el interesado. Una corrección en público supondría dejar en ridículo a una persona, degradarla socialmente señalando a los demás sus errores en las maneras.

Los errores deben ser tolerados, máxime aquéllos que son alumbrados por la inexperiencia. Este margen de condescendencia contribuye, de nuevo, a generar un tipo de contactos sociales más distendidos y relajados (nota: Apunta Erasmo (1985:79): "Séame dado añadir [...] un preceptillo que a mí me parece casi casi digno del lugar primero: [...] en tanto que tú no cometes falta alguna, fácilmente disculpes las faltas de los otros, y no tengas en menos estima a un compañero por el hecho de que tenga algunas maneras un tanto desaguisadas; pues hay quienes la rudeza de sus maneras la compensan con otras dotes; ni se dan aquí estos preceptos en la idea de que sin ellos nadie pueda ser bueno. Pero si por ignorancia peca tu compañero en algo en todo caso que parezca de cierta importancia, advertírselo a solas y amablemente es de urbanidad"). En boca de Erasmo, "sienta bien a la convivial compaña la libertad" (Erasmo, 1985:63); libertad referida a la condescendencia para con los fallos de los demás en sus maneras. Cabe pensar que esos fallos que alguien denuncia, al observarlos en otra persona, puedan ser, en otra situación, fallos propios.

La vanidad y el orgullo también pueden echar a perder este tipo de sociabilidad y trato afable entre las personas. Aquellos que se vanaglorian de sus hazañas, linaje o condición siembran la desconfianza entre todos los que les rodean puesto que parecen intentar competir con los demás amén de recordarles que su linaje, condición y hazañas son superiores a los del resto. Con la intención de evitar la quiebra de la sociabilidad que anhela la cortesía moderna, se recomienda el cultivo de la humildad y la modestia. La humildad requiere la represión y el disciplinamiento de la ambición de honores y grandeza. La modestia abunda en esta línea de contención y recuerda que el comportamiento de la persona ha de ajustarse a su propio decoro y a las circunstancias en las que se halla. La conjunción de modestia y humildad impiden que la sociabilidad se resienta. De esta manera queda consignado en Galateo español:

"Tampoco es permitido al hombre cuerdo y de valor, tratar luego de la nobleza de su linage, ni de su honra y riqueza y mucho menos alabarse a si mismo de los hechos y valentías suyas y de sus antepasados, ni traellos en plática a cada ocasión, como muchos suelen hazer, que parece que quieren contender con los circundantes; porque si acaso son de menor condición, sería como abatillos, y darles en cara con su miseria o baxez; lo qual desplaze mucho a todos" (Gracián Dantisco, 1968:127).

La cortesía moderna continúa la línea de fusión entre ética y estética del comportamiento que ya encontramos durante el bajomedievo. Empero, a diferencia de la cortesía bajomedieval, la moderna tiene en su punto de mira la instrucción del infante en tanto el código anterior se dirigía vagamente al joven en general o al adulto. La instrucción se quiere integral y aunque los manuales de cortesía del siglo XVI se concentren mayoritariamente en la adquisición de unas maneras depuradas nunca olvidan poner en conexión a éstas con un espíritu o un ánimo correctamente ordenado. La consecuencia inmediata de la congruencia entre la interioridad y la exterioridad, expresada en unas buenas maneras recubiertas por la gracia, es la consecución de un tipo de sociabilidad amable y pacífica.

4. La justificación de los preceptos.

Los preceptos que conforman el código de la cortesía moderna hallan su justificación en la presencia del prójimo y en las coacciones que sobre el comportamiento de la persona impone dicha presencia. El porqué de las normas que recogen los textos de buenas maneras es respondido con un argumento de índole social: la no-ofensa, el respeto y el trato a los demás con arreglo a la condición social de la persona. Este argumento de carácter social constituye el substrato básico de la conducta heterocontrolada; esto es, una conducta cuyo límite y regulación se encuentra en las coacciones derivadas de la presencia de los otros (Elias, 1987:225-229; 453-463).

La continuidad del código de la cortesía moderna y el de la cortesía bajomedieval en el campo de las justificaciones es evidente. Mas la cortesía moderna trae consigo una novedad que marca distancias con respecto a su antecesora bajomedieval; a saber: la justificación de los preceptos construida con el argumento social del respeto y la no-ofensa a los otros crea las condiciones de posibilidad para la separación de las personas; separación expresada tanto física como simbólicamente. Físicamente, promoviendo los preceptos la distancia entre los cuerpos y el desarrollo de determinadas conductas fuera del alcance de los demás. Simbólicamente, propugnando el control del gesto y la palabra. Examinaré a continuación cada uno de los aspectos anteriormente mencionados.

La no-ofensa, el respeto y el trato con y a los demás de acuerdo con la condición social de cada uno emerge como argumento fundamental para justificar la conducta cortés moderna. Las buenas maneras se explican en virtud de este argumento social; argumento congruente con un universo estamental que hace del honor y la estima social sus piedras angulares. El tratamiento y la conducta toman como referencia la posición social propia y la de los demás. Así lo expresa esta coplilla de Francisco de Ledesma, que busca en a divinidad una justificación última y trascendente para las maneras y el tratamiento:

"Y pues Dios nos ha mandado
honrémos al que es mayor
dale tú el debido honor
según el porte y el estado"
(Ledesma, 1599:8).

(Nota: Cito aquí y en adelante la obra de Ledesma por el año de su publicación original ya que el ejemplar consultado en la Biblioteca Nacional (Ref.:3/24504) únicamente consignaba el lugar y no la fecha en el que fue publicado).

Debe, pues, dispensarse un trato distintivo y adoptar un comportamiento diferente ante el que ocupa posiciones sociales superiores. No hacerlo es sinónimo de atentar contra el honor, de rebajar el nivel de estimación social que su posición lleva aparejada y en consecuencia enfrentarse al hecho de que esa falta contra el honor deba ser reparada con medios tales como el duelo, la venganza o el destierro. Pero no son únicamente estas medidas coactivas las que impelen a la persona a comportarse según lo establecido por la cortesía moderna.

La creencia en la desigualdad intrínseca de las personas -concretada socialmente en la estratificación estamental- y la convicción de que existen personas cualitativamente superiores o inferiores en virtud de su adscripción social son los elementos que explican el porqué de unas maneras que atienden a la posición social de cada cual. Otra coplilla de Francisco de Ledesma recoge esta noción de buenas maneras ligadas a la distinción estamental, el honor y el nivel de estimación social aplicadas al momento de caminar junto a alguien por la calle:

"Si fuese igual, o menor,
porque ninguno se ofenda,
no te pongas en contienda,
haciéndote tú el mayor.
Si es mayor, con humildad,
tú, como persona cuerda,
pondraste a su mano izquierda
monstrando minoridad.
Si es tu amo, ó tu señor,
ponte un poco más atrás;
porque si al igual te vás
quién dirá que él es mayor"
(Ledesma, 1599:6-7).

 

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