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F. LA CORTESÍA MODERNA: Los modales en el inicio de la Edad Moderna. I.

Los modales en el inicio de la Edad Moderna. Cortesía Moderna.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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V. LA CORTESÍA MODERNA: Los modales en el inicio de la Edad Moderna.

1. Introducción.

El reinado de los Reyes Católicos marca en España el inicio de la Edad Moderna. El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en el año 1469 sella la unión de ambas dinastías y abre las puertas a un siglo XVI que trae la paz a los reinos hispánicos peninsulares tras la Reconquista.

Las guerras caen lejos de las fronteras de la península y en el interior son, inicialmente, los Reyes Católicos quienes logran aplacar y silenciar a sus contrarios. Es el tiempo de la expansión imperial bajo los reinados de Carlos I (1516-1556) y Felipe II (1556-1598) (Para una visión global de este tiempo que contemple la política imperial española en relación con la Europa mediterránea resulta de obligada consulta Braudel (1987), concretamente del segundo volumen, parte segunda, capítulo IV y del mismo volumen, la tercera parte, capítulos I al VI. También como consulta general me ha sido de utilidad Fernández Álvarez (1990)) . Si bien la monarquía hispánica rebasa los límites de la península, continúa siendo ésta su núcleo fundamental. La corona consigue un notable grado de adhesión a sus proyectos, tanto interiores como exteriores (Martínez Shaw, 1998:226¬245). Se disfruta de un largo periodo de bonanza económica debido a la llegada de metales preciosos procedentes de Ultramar. Ligado a la ventajosa situación económica, tiene lugar un considerable incremento de la población (Nota: Entre 1530 y 1591, el número de habitantes de los reinos hispánicos peninsulares pasa de 4,7 millones a 6,6 millones. Para conocer el comportamiento de la población durante este siglo véase Nadal (1991:17-35)).

La consistencia política y la favorable coyuntura económica sientan la diferencia entre el bajomedievo y el mundo de la Edad Moderna. No obstante, en otros puntos, la continuidad es evidente: el estamentalismo y la trascendencia del honor se hallan presentes por igual en ambos periodos (Nota: De ello dejan constancia entre otros Bennasar (1976:200-221), Bennassar (1989:325-335 y 379-390) y Defourneaux (1983:28-45)). Existen, alternativamente, continuidades y diferencias.

El arranque de la Edad Moderna ve nacer un interés creciente por el carácter único y singular del hombre; por la mejora moral y estética que puede procurarse el ser humano a sí mismo. En este sentido habla Maravall de un individualismo renacentista que da respuesta a la preocupación por la forja del cuerpo y las pasiones; por conocer la propia interioridad y la de los demás (Nota: Señala Maravall (1972:77, volumen I) al respecto: "(En el Renacimiento) el arte de la vida es un arte de conocerse y controlarse a sí mismo (...) y es, sobre todo, un arte para conocer a los demás y penetrando en sus reacciones llegar a controlar los resortes de su comportamiento y poder dirigirlo"). Mas no debe servir esto para exagerar la brecha entre lo bajomedieval y lo moderno. Tal individualismo no puede hacer olvidar que nos encontramos en un contexto estamental que define privilegios y obligaciones en función del nacimiento; un contexto en el que la individualidad tiende a disolverse como consecuencia de su adscripción a un estamento específico. En este sentido se ha tendido a exagerar la diferencia y distancia entre el hombre bajomedieval y el hombre moderno. Básicamente esa diferencia es la que mediaría entre un hombre, el bajomedieval, que parecía únicamente reconocerse e identificarse inserto en la colectividad y otro, el moderno, concebido como entidad individual y autónoma. Esa diferencia entre una concepción "comunal" si se quiere y otra "individualista" del ser humano es a mi juicio un exceso analítico toda vez lo que se avista entre el bajomedievo y el inicio de la Edad Moderna es un continuum y no una diferencia o distancia abismal (Nota: Burckhardt (1982:105-134) acentúa hasta el extremo la distancia entre lo medieval y lo renacentista en lo tocante a la concepción del ser humano. Recientemente, ha sido Burke (1999:7-14) quien se ha encargado de matizar esa distancia advirtiendo los puntos de contacto entre una época y otra).

El comienzo de la Edad Moderna recoge el interés bajomedieval por el pulimento de las maneras. Este interés se concreta en la aparición de un nuevo código de conducta en detrimento de la cortesía bajomedieval. El nuevo código, al que denominaré de la cortesía moderna, expresa la transición entre el mundo medieval y el mundo cortesano que comienza a pergeñarse. El inicio de la Edad Moderna está presidido por la incertidumbre. Se rompe la unidad religiosa de Europa enfrentándose las posturas reformistas y contrarreformistas, la sociedad caballeresco-feudal del bajomedievo se encuentra en proceso de transformación, no existe todavía un orden unitario absolutista y se incrementan los niveles de interdependencia y complejidad sociales. Estamos, pues, ante una sociedad en transformación que requiere nuevas referencias que al tiempo resulten comunes y compartidas (Nota: Elías hace notar que la aparición de este código de buenas maneras -que yo llamo de la cortesía moderna y él denomina de la civilidad- coincide con un momento histórico de transformación en Europa. Esta transformación se refiere a la decadencia de la clase nobiliaria caballeresco-feudal frente a la cortesano-absolutista que comienza a perfilarse. En momentos de transición e incertidumbre la sociedad precisa de nuevos conceptos y preceptos y es a esa necesidad social a la que responde el código de la cortesía moderna. Sobre esta cuestión cfr. Elias (1987:100 y 118) y Revel (2001:174)). Por eso, el código de la cortesía moderna quiere aportar esas referencias como código de transición orientado fundamentalmente a los círculos sociales asociados a las primeras cortes urbanas pacificadas.

El objetivo de este capítulo es analizar el código de la cortesía moderna arrojando luz sobre las justificaciones y argumentos que sustentan las pautas de conducta que propone. Como ocurría con la cortesía bajomedieval, la cortesía moderna establece un conjunto de coacciones que operan sobre el comportamiento en pos de la regulación y ordenamiento del mismo. Las coacciones de las que hablo poseen una justificación y responden a un argumento que legitima su existencia. Estas coacciones se materializan en forma de preceptos y consejos incluidos en manuales sobre buenas maneras.

Para realizar este análisis me he valido de diversas obras; obras que muestran una profunda preocupación por la mejora de las maneras y que cito a continuación atendiendo a su orden cronológico de publicación. La primera de ellas lleva por título De la urbanidad en las maneras en los niños, su autor es Erasmo de Rotterdam (1469-1536) y se dirige al infante, es decir, al niño entre los siete y doce años de edad. Fue publicada por primera vez en Basilea en el año 1530. Este pequeño tratado sobre buenas maneras es una obra menor dentro de la producción de tan insigne humanista (Nota: Erasmo sufrió algún que otro reproche -como el de Guillermo Budé (1467-1540), helenista y filósofo francés- en el que se le acusaba de poner en peligro su reputación con la confección de una obra tildada de trivial. Cfr. Revel (2001:169). De cualquier modo, y quizá anticipando futuras críticas, Erasmo (1985:19) se excusa cuando admite que una disquisición como la suya sobre los buenos modales constituye "la parte más grosera de la filosofía") aunque no por ello deja de ser fuente de inspiración y modelo de referencia para otros muchos autores. El texto de Erasmo puede considerarse texto fundador del "subgénero literario" que versa sobre las buenas maneras. Durante tres siglos fija la pauta en lo concerniente a la enseñanza de los buenos modales (Revel, 2001:175). Su repertorio incluye los que posteriormente serán contenidos centrales en este tipo de publicaciones: comportamientos de índole social (la conducta en la mesa, en las invitaciones, el tratamiento, el saludo...) y aquéllos relativos al aseo, al dormitorio y a las necesidades fisiológicas. Mas su carácter fundador no implica que el texto de Erasmo sea completamente original.

El autor recoge elementos de a) la literatura clásica sobre educación y fisiognomía en autores como Aristóteles, Cicerón, Plutarco o Quintiliano; b) de la literatura medieval sobre buenas maneras, esto es, tratados monásticos o escritos dirigidos a jóvenes y príncipes y c) del acervo de sabiduría popular de diferentes regiones en forma de refranes, sentencias, fábulas o proverbios (Revel, 2001:170). El principio básico que articula la obra remite a las manifestaciones del cuerpo como expresión de la dimensión interior del ser humano. De este modo, los gestos posibilitan el reconocimiento de la psique y moral individuales. Pese a que Erasmo dedica su escrito al hijo de un noble, tiene en mente a todos los niños, sea cual sea la condición de éstos. Es ésta una de las grandes diferencias en relación con los textos medievales, habitualmente destinados a jóvenes o adultos. Esta obra menor de Erasmo aparece cuando Europa se encuentra en un periodo de transición. El autor responde con su escrito a la necesidad de nuevas referencias sociales en ese tiempo de incertidumbre (Elias, 1987:118).

A Erasmo le siguen los Diálogos de Juan Luis Vives (1492-1540). Publicados en 1538, son una pequeña colección de temas aptos para el estudio del latín en los que, recurriendo al diálogo platónico como método expositivo y didáctico, se incluyen aspectos relativos a la comida, el saludo y el tratamiento a otras personas. De nuevo, el destinatario vuelve a ser el infante, circunstancia que revela la atención que presta Vives a las capacidades y aptitudes propias de cada alumno apostando por una renovación de las enseñanzas frente a la artificiosidad escolástica. El carácter distintivo del texto estriba en la vindicación que realiza el autor de la figura burguesa del hombre de letras frente al arquetipo medieval del caballero-guerrero. Además, hubo de acometer aquí una renovación léxica del latín acorde con las nuevas realidades renacentistas que afectan a todos los órdenes de la vida de los hombres. Se trata de una publicación ampliamente utilizada en la enseñanza de esta lengua a lo largo de toda Europa -en Francia, Alemania, Inglaterra o Polonia el recurso al mismo fue habitual- y conoció reimpresiones varias en diferentes ciudades europeas (Colonia, París, Lyon, Venecia, Barcelona o Madrid). Solía presentarse en la página izquierda la versión latina y en la derecha la traducción al idioma correspondiente. En español aparece traducido por primera vez en 1723 dando una idea de la vigencia del latín como vehículo transmisor de la cultura frente a las lenguas romances (Alcina, 1988:xxxi).

 

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