La conversación. Reglas de urbanidad. Primera parte.
Algunos, dándose cuenta de su responsabilidad, cuando están en conversaciones más que frívolas, al acercarse los pequeños llaman la atención: "Cuidado, que hay ropa tendida".
La conversación.
El hombre, dotado por Dios Nuestro Señor de un alma espiritual, posee el entendimiento y la voluntad que exigen relacionarse con sus semejantes, para manifestar sus ideas y demostrar el amor. La conversación es el medio ordinario de esa manifestación; es, pues, de capital importancia para todos.
Costumbres bíblicas (Eliezer y Rebeca) conservan los pueblos. Los jóvenes, a la caída de la tarde, siguen reuniéndose en la plazuela y conversan; ¡pero qué conversaciones! ... No tienen presente las palabras del Salvador: "¡Ay de aquel por quien el escándalo venga!".
Los de edad post-escolar tienen verdaderos deseos de ser "mozos", y sus oídos y ojos son cámaras fotográficas dispuestas a captar palabras y movimientos de los mayores para luego obrar conforme han oído y visto a sus maestros de juventud.
Algunos, dándose cuenta de su responsabilidad, cuando están en conversaciones más que frívolas, al acercarse los pequeños llaman la atención: " Cuidado, que hay ropa tendida ", dicen. Hacen muy bien y es sensible no guarden estas precauciones casados y hogares en donde se calientan cuerpecilos infantiles y se enfrían almas inocentes con las conversaciones indignas de padres, y de padres cristianos ... más.
En este artículo de la conversación podemos incluir las palabras malsonantes, que desgraciadamente tanto abundan en los pueblos hasta en personas cultas.
Cuando se pronuncian inconscienternente delante de sacerdotes y personas beneméritas, se defienden al llamarles la atención, diciendo no son pecados.
"La conversación debe ser prudente y moderada cuando hay menores delante"
No quiero llevar la cuestión al campo de la moral, pero ... aun no siendo pecado ¿se puede decir y hacer delante de otro todo lo que no sea pecado sin ofenderle?
Reprimamos nuestra lengua; no hay que herir la modestia con palabras y conversaciones; seamos personas decentes.
Antes de retirarse la juventud a sus casas, cantan alegres rondallas. ¡Qué simpática se hace la juventud cuando se porta como buenos cristianos y guardan las reglas de cortesía!
Cuando el silencio de la noche que duerme al niño, al anciano y adormece al hombre maduro al amor de la lumbre, se ve interrumpido por esas canciones regionales que alegran los pueblos en sus horas tristonas, el viejo, al despertar, se siente rejuvenecido, desea cantar; el maduro, al extinguirse las voces, siente nostalgia, viniendo a su mente los versos de Rubén Darío:
Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver.
Cuando quiero llorar no lloro,
y a veces lloro sin querer.
El Frente de Juventudes está interesado por el retorno de las canciones regionales que tanto sabor español tienen; Dios quiera que logre conseguirlo, relegando al olvido aquellas otras que dejan tanto que desear.
- La conversación. Reglas de urbanidad. Primera parte.
- La conversación. Reglas de urbanidad. Segunda parte.
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La urbanidad y la finura son, por lo menos, tan indispensables en la vida de la familia como en las relaciones sociales fuera del hogar
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Gran asunto de la atención, no hablar por superlativos, ya por no exponerse a ofender la verdad, ya por no desdorar su cordura.
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Por enemigos que seáis de esta diversión, la urbanidad exige que alguna vez toméis parte; por ejemplo, no es dado el negaros a hacer la partida al amo de la casa.
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Todas las personas se merecen un trato respetuoso y educado.
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Cuanto menos están, los hombres ocupados en negocios propios, otro tanto quieren informarse de los ajenos.
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Cuando tengas autoridad o derecho para mandar a otros hombres y verás que las órdenes que expidieres con señorío y dulzura al mismo tiempo serán con agrado y aplauso recibidas.
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El respeto a las autoridades y los tratamiento debidos a su cargo y posición.
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Siendo el carácter de los entusiastas todo benevolencia y dulzura, se ve uno obligado, so pena de pasar por inurbano, a oír con paciencia y aun con una especie de placer sus locas exclamaciones.