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Los padres y la mala educación de los hijos.

Educar a los hijos no es una tarea fácil, Requiere constancia y tesón, aunque sea más sencillo dejarles hacer lo que quieran.

Reflexiones sobre las costumbres. 1818
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Los padres y la mala educación de los hijos.

" El modo más seguro de hacer a tu hijo miserable, es acostumbrarle a obtenerlo todo; porque creciendo continuamente sus deseos por la facilidad de satisfacerlos, tarde o temprano la imposibilidad de contentarlos te obligará a una negativa; y esta negativa nunca oída le atormentará mucho más que la privación misma de lo que desea. Primeramente, querrá el bastón que tienes en la mano, luego querrá tu reloj, de seguida el pájaro que vuela, después la estrella que ve brillar, y en fin, querrá todo lo que verá. ¿Quién será capaz de contentarle?"

Esto dice un filósofo, y esto es puntualmente lo que hace D. E.E. Su hijo parece que haya nacido no para ser amado y socorrido como deben serlo todos, sino para ser obedecido, y aun temido. Acostumbrado a ver satisfechos todos sus caprichos, se obstina en obtener cosas imposibles; y como no le es dado llegar al alcance de ellas, se irrita, se enfurece, se arrastra por el suelo,, mira a todqs con ojo amenazador, grita a voces desentonadas, y levanta la mano airada para descargarla sobre cualquiera que se le acerque.

¿ Qué puede esperarse de este niño cuando llegue a la primavera de su edad, si aun los que han tenido una buena eduación apenas pueden reprimir los movimientos impetuosos de aquella estación? El chico no será un león furioso, cuyo rugido espanta y amilana a todos los animales, porque el león al fin se puede amansar, sino que será un tigre cruel, a quien toda la industria del hombre no ha podido amansar jamás.

No, E.E., no; tu hijo ha nacido no para sí, sino para la sociedad; no debe ser un miembro gravoso al estado, sino un miembro útil, del cual pueda echar mano cuando lo necesite, ora en la paz, ora en la guerra. Y ¿cómo podrá ser de utilidad un hijo, cuya voluntad ha sido siempre obedecida, que jamás ha sentido el freno de la sujeción, que no sabe lo que es resistencia, que manda con imperio a todos cuantos tiene a su alrededor, que toma con insolencia el tono de magisterio con todos los que trata? ¿Qué nobles sentimientos puede tener tu hijo que le eleven sobre la esfera de las bestias, cuando no tiene más guía que un entendimiento embrutecido, sin regla que le sirva de norte, y una razón ofuscada que no puede recoger por parte alguna ningun relámpago de luz que le sirva para caminar sin extraviarse de un error en otro? E.E., los vientos están desencadenados, el gobernarle es ya inútil, tu hijo es un hijo perdido, la culpa es tuya.

¡ Qué consuelo puede hallar en su vejez un padre que ha mal educado a sus hijos; que ve, o que le han disipado toda su hacienda, y andan hechos el objeto de las abominaciones de todos; o lo que todavía es más doloroso, verlos marchar errantes de una en otra parte sin destino, arrojados a emprender cuanto se les proponga, atropellando por todos los delitos a trueque de alcanzar lo que se han propuesto! ¡Qué confusión para un padre no han de ser los vicios de sus hijos! Y si se juzga de los padres por los hijos, ¡qué vergüenza para los padres!

 

Nota
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