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I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. VI.

El penúltimo jalón en el camino. La generalización de la educación.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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Compendio del Manual de Urbanidad y Buenas Maneras de Manuel Antonio Carreño (Madrid, Librería de los Sucesores de Hernando, 1910). Su autor, nacido en Venezuela en 1812 y fallecido en 1874 fue Ministro de Hacienda de su país. Estamos en este caso ante uno de los manuales de urbanidad más populares y difundidos.. Fue impreso originalmente en Caracas en 1853, y dos años más tarde ya aparecería en los listados oficiales de libros aprobados por el Estado para ejercitar la lectura en la escuela primaria (Benso Calvo, 1997:49, nota n° 6). Conocería reediciones sucesivas en 1867, 1874, 1886, 1890, 1891, 1927, 1974 y 1977. Responde al esquema prototípico de contenidos perfectamente sistematizados y secuenciados y su forma es la de un tratado en el que se desgranan paso por paso las diferentes reglas de las buenas maneras (Simón Palmer y Guereña, 1995:152,157; Benso Calvo, 1997:57). Es un texto de referencia para todos aquellos autores que se aventuraron en la confección de un manual de buenas maneras y gozó de una notable difusión en nuestro país. Carreño entiende la urbanidad como un conjunto de reglas empleado para comunicar dignidad y respeto a los demás. Estas reglas pretenden la dulcificación del carácter y la moderación de las pasiones además de ser ellas las que regulan el trato con los superiores, iguales o inferiores socialmente. Para el autor, la meta final es ser aceptado en sociedad, lograr la estimación de los demás y complacer a los cultos y a los civilizados. La sanción para quien desoiga los dictados de la urbanidad será irremisiblemente la marginación social.

El Libro de los Deberes de José Caballero (Madrid, Librería de los Sucesores de Hernando, 1916). Es un manuscrito -no emplea letra de imprenta- para uso de las escuelas de instrucción primaria y de adultos que, además, fue premiado con una medalla de primera clase en la Exposición Pedagógica de Madrid de 1882. Su autor fue maestro auxiliar de lectura y escritura en la escuela Normal y Central y taquígrafo del Congreso de los Diputados. Se concibe como un instrumento de lectura que al tiempo instruye al alumno en cuestiones de moralidad y urbanidad. Para ello, se confía en el método memorístico y en la bondad de lecturas repetidas a cargo del niño. Su intención es la de inculcar, desde la niñez, el amor a Dios y a sus semejantes. Distingue entre aspectos relativos a la moral individual y los deberes que tiene cada persona en relación consigo mismo, la moral social, referida a cuantos rodean a la persona y la moral religiosa, cuyo punto de mira es Dios. Así, se incluyen contenidos dedicados al cuidado del cuerpo, la dedicación al trabajo, la condena de la ociosidad, la importancia del aseo, la necesidad del culto, la santificación de las fiestas, el respeto al clero, la inviolabilidad de la propiedad, el amor a la patria o el trato a padres, familiares y criados. A todo esto, añade modelos de documentos de uso habitual tales como cartas referidas a un nacimiento y misivas de felicitación, recomendación y defunción En 1923 ya había alcanzado su decimoséptima edición (Benso Calvo, 1997:94).

Nociones de Urbanidad y deberes religiosos y sociales de José Martínez de Aguilo (Barcelona, Imprenta Elzeviriana y Librería Camí, SA, 1923, 13a edición). Se trata de una obra declarada de texto por el Estado, es decir, una obra que tiene validez legal para ser enseñada en las escuelas de instrucción primaria. Cuenta, además, con licencia eclesiástica de impresión. Su forma responde al modelo de pregunta-respuesta encaminada, principalmente, al aprendizaje memorístico de los preceptos de buenas maneras por parte del alumno. Contiene apartados relativos al aseo, la limpieza, el trato a los padres, la actitud en la mesa, el baile, los viajes y las obligaciones que con la patria contrae cada individuo. En esta obra la urbanidad se concibe como hija de la religión, hermana de la moralidad y compañera de la virtud. Se insiste en el imperativo de la reciprocidad ética, es decir, en no hacer al prójimo lo que no deseamos para nuestra propia persona. El autor afirma que el contenido de la obra se basa en las opiniones de personas eminentes y en aquello que es común y practicado en el ámbito de la Buena Sociedad. Acompaña cada uno de los apartados con citas de personajes célebres entre los que figuran Séneca, Aristóteles, Santa Teresa, San Agustín, San Pablo o el propio Jesucristo. Incluso pueden encontrarse evidentes muestras de intertextualidad cuando el autor cita en repetidas ocasiones el manual de Carreño. Esta publicación es concebida por su autor como un código moral al que los alumnos deben sujetar su conducta, desarrollando el amor a la virtud y la aversión al vicio. Cada fallo en el comportamiento del niño ha de ser corregido mediante la lectura de los apartados relacionados con su error. La obra volvería a conocer una nueva edición en el año 1928, concretamente la decimocuarta (Simón Palmer y Guereña, 1995:175) (Nota: En esta obra de referencia bibliográfica no figura el año en que aparece la primera edición de esta obra).

Nociones de fisiología, higiene y urbanidad de Miguel Porcel y Riera (Palma de Mallorca, Imprenta de Guasp, 1924, 5a edición). Utilizado como libro del alumno en el grado medio de enseñanza primaria, se abre con una explicación acerca del funcionamiento de los órganos, aparatos y sistemas del cuerpo humano. Se abordan en sencillas lecciones cuestiones como la digestión, la circulación sanguínea, la respiración, la nutrición o la secreción para, de seguido, centrarse en la higiene que ha de observarse para con los órganos de los cinco sentidos. La obra se cierra con unas breves alusiones a normas básicas de urbanidad. Se trata de un texto relevante dada la centralidad y especificidad que confiere a la higiene como tema digno de estudio por parte de los escolares así como por la imbricación de la misma con las buenas maneras. Inicialmente, apareció publicado por primera vez en el año 1906, siendo reeditado posteriormente en 1922, 1925, 1926 y 1928 (Simón Palmer y Guereña, 1995:171,175).

Tratado completo de Urbanidad en verso para uso de las niñas de José Codina (Barcelona, Imprenta Elzeviriana y Librería Camí, 1925, 26a edición). Este pequeño manual escrito en verso es confeccionado por su autor -Caballero de la Real Orden de Isabel La Católica, capellán párroco castrense y profesor de instrucción pública- a petición de diversas órdenes religiosas femeninas (Hijas de María, Madres Hermanitas Escolapias y Terciarias de Nuestra Señora del Carmen) para la educación de las alumnas a su cargo. La rima facilita la memorización de los contenidos y en esta edición se incluye un apéndice -novedad respecto a ediciones anteriores- sobre el modo de trinchar los alimentos y servir la mesa. Los contenidos de los que se hace eco son los habituales, esto es, comportamiento en la mesa, saludos, visitas, trato a los padres, indumentaria... El cuerpo básico del manual es publicado por primera vez en 1838 y lleva por título "Tratado completo de Urbanidad en verso para uso de los jóvenes, ilustrado con notas sobre el modo de producirse cortésmente". Tomando como referencia este tratado, el autor va introduciendo leves modificaciones encaminadas a convertirlo en un manual de uso específico para las jóvenes féminas; insistiendo ante todo en el correcto cumplimiento de sus tareas domésticas y en el plus de virtud que se le presupone a la mujer a la hora de comportarse en sociedad. La urbanidad se concibe aquí como indicativo del grado de educación de la persona: sus enseñanzas son conformes a la moral del evangelio y abundan en la idea de la misión regeneradora de la mujer a ojos de Dios. Metodológicamente, se apuesta por la exposición de cada uno de los temas sintetizados en la parte final en forma versificada como medio de control del aprendizaje de las alumnas. Así, del manual específicamente destinado a las niñas se conocen ediciones en 1889, 1892, 1901, 1905, 1917 y 1938, habiendo sido el texto declarado obra apta para su uso en las escuelas de instrucción primaria mediante el Decreto del 18 de Enero de 1875 (Simón Palmer y Guereña, 1995:146,149).

El amigo de los niños del Abad Antoine Sabatier (Madrid, Librería de Perlado, Páez y Compañía, sin fecha). Inicialmente escrito en francés, fue traducido por otro de los autores que aquí ya he citado; Juan Escoiquiz. Fue publicado originalmente en el año 1795 y conoce multitud de reediciones a lo largo del siglo XIX. Entre 1820 y 1829, se cuentan tres reediciones, cuatro entre 1830 y 1839, ocho entre 1840 y 1849, seis entre 1850 y 1859, cinco entre 1860 y 1870, dos entre 1880 y 1889, una entre 1890 y 1900 apareciendo la última en 1905. En sus contenidos no difiere de lo habitual entre este tipo de publicaciones radicando su importancia y pertinencia en las sucesivas y periódicas reediciones que se produjeron en el siglo XIX. Se trata de un libro escolar de sobra conocido por su uso en las escuelas primarias como libro de texto (Simón Palmer y Guereña, 1995:137,138; Benso Calvo, 1997:63). Se destina al niño y por ello incluye entre sus páginas fábulas y ejemplos con un lenguaje sencillo y accesible. Para Sabatier, la cortesía es el factor básico que permite proyectar al exterior el mérito y la educación personal. Reivindica la huída de la afectación y la imperiosa necesidad de que la conducta del niño traduzca su virtuosidad. Es necesario actuar sobre él para corregir desde la infancia el desorden en los apetitos y las pasiones.

Urbanidad. Reglas y Consejos para escolares de Antonio Roig (Barcelona, Casa Provincial de Caridad, 1948). Publicación que cuenta con el visto bueno del Obispado para su publicación, en ella se efectúa una mención especial al bagaje pedagógico del autor como garantía de que su contenido resultará aprovechable para la instrucción del alumnado. Su objetivo es enseñar todo cuanto sea preciso para que el niño, bien en familia, bien en sociedad, refleje con sus acciones el alma virtuosa que se le presupone. La Urbanidad es en esta ocasión entendida como un conjunto de preceptos imprescindibles para convivir con los demás mereciendo de ellos -familia, sociedad y semejantes- el más profundo aprecio. En sus enseñanzas, para las que el autor adopta un modelo catequético, se reclama la necesaria huída de la afectación y de las etiquetas remilgadas y el aprendizaje de unas formas que den precisa cuenta del grado de educación del niño; educación que ha de conducirle al mantenimiento de la armonía de las relaciones sociales y a su alejamiento de los condicionamientos naturales que le son propios al hombre en tanto ser vivo. La primera edición de esta obra aparecería en 1947. (Esta publicación no figura en la bibliografía de Montandon (1995)).

 

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