Hablar de las buenas maneras.
Una anciana le habla al público sobre sus reflexiones que hacen al comportamiento social.
"Las reglas de la urbanidad en la sociedad moderna", de Jean-Luc Lagarce, traducción de Ingrid Pelicori. Dirección: Rubén Szuchmacher. Ambientación y vestuario: Jorge Ferrari. Iluminación: Gonzalo Córdova. Diseño de video: Graciela Shuster. Actuación: Graciela Araujo. ElKafka (Lambaré 866).
En el marco de este pequeño festival teatral dedicado al dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce (1957-1995), que termina hoy -ver aparte-, se vió "Las reglas de la urbanidad en la sociedad moderna", una pieza que habla sobre el ayer, la melancolía de "las buenas maneras" que se han ido perdiendo con el tiempo en la sociedad contemporánea.
En formato de pequeña conferencia, una anciana le habla al público sobre sus reflexiones que hacen al comportamiento social, desde el nacimiento del primer hijo, hasta que se cumplen las bodas de oro, cuando se han compartido cincuenta años de matrimonio. Incluso explica didácticamente cómo deben comportarse los familiares y a quienes debe invitarse a un funeral.
Marco impecable.
En un espacio escénico amplísimo con un gran tapiz blanco, unas pocas sillas de pana roja y pintadas de dorado, una mesita dorada y un vaso de agua, el personaje imaginado por Lagarce da indicaciones de cómo deben ubicarse los padrinos en un bautismo. Refiere a observar y aconseja que las personas mediocres no asuman ninguno de los compromisos que la sociedad exige: casarse, ser padre de familia, padrino y mucho menos abuelo.
La conferenciante es una señora vestida de claro y de largo, de una elegancia algo rancia y de un pudor que linda con la perversión, al referirse a novias y jóvenes, que buscan a su príncipe soñado. A la vez que es capaz de desplegar un humor tan cínico, ácido y sutilmente irónico, que tienta a la risa del espectador.
En el marco de ese contexto, el director Rubén Szuchmacher (también curador del ciclo Lagarce) concretó una puesta minimalista y admirable por la síntesis de recursos y trascendente en su significado. La pieza habla de una sociedad que ha perdido ciertas buenas costumbres, o costumbres pacatas, que "permitían" si se las practicaba tener una muerte en paz, como la que debe tener una persona digna, esto sería apretadamente lo que propone esta señora.
La devastación.
Unas fotos proyectadas en una pared lateral dan cuenta de barracas, casas y galpones deshabitados como si en ese lugar incierto, hubiera sobrevenido una guerra. El contraste se vuelve patético, sutil y "salvaje". Porque ¿cuáles son las buenas maneras, cómo es ser una persona respetable, o cómo cuidar de los hijos, en un mundo atravesado por la guerra, la corrupción, las crisis ideológicas y los crímenes nuestros de cada día?.
Szuchmacher guió a su actriz por los caminos de la revelación, de una sutileza, por la que se filtra, cierta hilaridad, que linda con la locura y la senilidad. Y sobre estos parámetros de conducta Graciela Araujo impone con excelencia sus cualidades de actriz para ir deshovillando una comedia negra, de un autor como Lagarce, para el que una sociedad que cuida al mílimetro, o lo intenta, el control humano, el comportamiento del hombre hasta en sus más mínimos detalles, mientras por otro lado fabrica armas para que la guerra se vuelva algo perecedero, sólo puede conducir hacia la muerte.
"Las reglas de la urbanidad en la sociedad moderna" muestra a una sociedad que teme dejarse llevar por los deseos primarios, teme el desborde, el caos, el pensamiento del individuo libre, por eso este personaje tan bien delineado por el director y la actriz, parece querer referirse a la ferviente necesidad de intentar recuperar un "paraíso perdido". Juan Carlos Fontana.
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