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Recibimiento del Legado 'ad latere' de Su Santidad.

El último Legado ad latere que vino a España, y de quien con individualidad se ha podido tomar noticias para esta función, fué Don Francisco Barbarino, Presbítero Cardenal de la Santa Iglesia de Roma, sobrino de la Santidad de Urbano VIII, el año de 1626.

Guía de Protocolo Diplomático
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El último Legado ad latere que vino a España, y de quien con individualidad se ha podido tomar noticias para esta función, fué Don Francisco Barbarino, Presbítero Cardenal de la Santa Iglesia de Roma, sobrino de la Santidad de Urbano VIII, el año de 1626.

Hallábase S. M. en los reinos de la Corona de Aragón cuando el Cardenal, llegado a las costas de España, envió a mandar al Conde de Riela que en su nombre le fuese a dar la bienvenida. Hízolo el Conde con mucha ostentación, acompañado de muchos Caballeros de la Corte y, llegando a Barcelona, cumplió con la orden de S. M. y vino acompañándole hasta la raya de Aragón y Castilla, donde, por mandado de S. M., le esperaba el Conde de Oñate, que le recibió y sirvió hasta introducirle en la Corte con grande autoridad y grandeza, haciendo el gasto espléndidamente.

El Serenísimo Infante Don Fernando, Cardenal Arzobispo de Toledo, envió al Conde de Puñonrostro, Gentil-hombre de su Cámara, a encontrarle y darle la bienvenida y significarle el contento con que quedaba de verle tan cerca para hacer las debidas demostraciones.

Salió el Conde de Madrid con grande acompañamiento, libreas y aparato, e hizo su Embajada en la ciudad de Guadalajara.

Llegó el legado a Barajas, donde fué aposentado y regalado del Conde. En esta villa le visitaron los Arzobispos de Sevilla y Méjico, algunos Grandes y Señores, y en el ínterin que S. M. llegaba de Aragón pasó al Sitio Real de Aranjuez, volvió a Barajas y, habiendo venido S. M. a la Corte, señaló el día 24 de Mayo para la entrada.

Partió de Barajas para Madrid y entró en ella a las nueve de la mañana, acompañado del Conde de Oñate y de los demás Caballeros. Fué a apearse al convento Real de San Jerónimo. Salió la Comunidad a recibirle con Cruz y palio y mucha música, y después de haber adorado al Santísimo Sacramento y dicho el Prior la oración, él la hizo al altar de Nuestra Señora de Guadalupe, y en acabando subió, acompañado del Conde y de muchos caballeros, música y pueblo, por la escalera principal del claustro al cuarto de S. M., que estaba prevenido y aderezado. Dióle la llave Don Antonio Sarmiento de Acuña, hijo del Conde de Gondomar, Alcaide de esta casa.

De allí a poco rato llegó a darle la bienvenida en nombre de S. M , el Duque de Sessa, acompañado de algunos Grandes Señores y muchos Caballeros; aquel respondió con gran veneración.

Vino después a visitarle el Sermo. Infante Cardenal, dióle el Legado la mano derecha, estuvieron debajo de dosel, y los tratamientos fueron de Alteza y de Señoría Ilustrísima.

Despidiéronse con muchas cortesías, y el Señor Infante se volvió a Palacio.

La Villa de Madrid, en conformidad, costumbre y de lo que se ha usado en semejantes actos, le presentó una mula con gualdrapa ricamente aderezada; comió y fué servido de los criados de Su Majestad, de que se le había compuesto para hospedarse una casa Real; y a las cuatro de la tarde, acompañado del Conde de Oñate, pasó a la puerta de Alcalá, donde estaba un tablado y con él un altar adornado de ricas colgaduras, a un lado el sitial y silla de brocado, donde se sentó, y acompañado del Patriarca de Antioquía y Obispo de Ripa, recibió la obediencia de todas las Religiones, advirtiendo el Vicario general de Madrid, que estaba cerca, los nombres de cada una.

A la postre vino la Clerecía, que fenecía en la Capilla Real, con el Arzobispo de Méjico, vestido de Pontifical.

Acabado este acto, tomó capa de Pontifical y esperó a Su Majestad, que salía de Palacio a las seis de la tarde acompañado de toda la Corte.

Entró por el arco de en medio de la puerta de Alcalá, y fuera de él a pocos pasos encontró al Legado, a caballo en su mula.

Quitóse el Rey el sombrero y el Legado el bonete.

Recibióle S. M. con señaladas muestras de amor, y después de haber hablado un rato, tomando S. M. su mano derecha, entraron en la Corte.

Las calles por donde pasaron estaban colgadas.

Venían delante dos trompetas y algunos correos, seguía la recámara del Legado, los caballos de respeto con gualdrapas de terciopelo, sus Ayudas de Cámara y los Pajes.

Luego los Alcaldes de Corte, Costilleres, Acroes, Gentiles-hombres de boca, Títulos y otros Caballeros, entre ellos los que venían con el Legado; después los Maceros, los Mayordomos Reales y Grandes y los Reyes de Armas, el Camarero del Legado, que traía el guión, un poco delante de S. M. y del Legado, y seguía el Patriarca de Antioquía, acompañado del Marqués de Eliche y Marqués de Montesclaros, el Obispo de Hipa, del Marqués de San Germán y de Don Luis de Haro, Gentil-hombre de la Cámara, Monseñor Santa Cruz, acompañado de Don Diego Mejía, Gentil-hombre de la Cámara; llegaron a la parroquia de Santa María, y sin apearse del caballo se despidió S. M. y se fué a Palacio.

El Legado entró en la Iglesia, donde fué recibido debajo de palio, llevando las varas Capellanes de S. M.

Dióle el agua bendita el Arzobispo de Méjico, cantóse el "Te Deum Laudamos", hizo oración al Santísimo Sacramento y el Arzobispo dijo los versos y la oración.

La Capilla cantó "Regina Cielo", y en acabando subió al Altar, dio la bendición al pueblo y concedió a los que estaban presentes doscientos años y doscientas cuarentenas de indulgencias, y tomando el coche, ya de noche, acompañado del Conde de Oñate, con muchas hachas, llegó al cuarto Real de la Casa del Tesoro, que estaba ricamente aderezado.

Los Ministros y criados fueron aposentados en diferentes casas, conforme la calidad de cada uno, y servidos con gran magnificencia, continuándose el hospedaje asistido del Conde de Los Arcos, Mayordomo más antiguo de S. M.

Aquella noche envió a visitarle la Reina Nuestra Señora con el Marqués de la Mota, su Mayordomo, y la Señora Infanta Doña Margarita de la Cruz con el Marqués de Auñón, Mayordomo de Su Majestad, que la asistía.

Martes 26 del dicho, tuvo audiencia con S. M.; vino por el pasadizo, acompañado de Don Duarte de Portugal; entró por el salón de la Guarda, y S. M. salió a recibirle dos pasos más afuera de la antecamarilla, y le habló en la Cámara, poniéndole silla de brazos en la forma que se acostumbra un Ayuda de la Furriera.

Desde allí fué a visitar a la Reina Nuestra Señora; dio a Su Majestad una carta que traía de Su Santidad, y después se volvió a su cuarto por el pasadizo, acompañado del mismo Don Duarte.

Otras audiencias tuvo con el Rey Nuestro Señor; acompañóle siempre el Conde de Los Arcos, y salía S. M. hasta la Cámara a recibirle, y le habló en la pieza donde comía.

Iba y venía por el pasadizo, como también a las comedias y fiestas a que fué convidado en el cuarto de S. M., que la vio detrás de la celosía.

Otras muchas veces le enviaron SS. MM. a visitar el tiempo que estuvo en la Corte, y también le visitaron los Cardenales, Embajadores y Grandes, y algunos Títulos; y por mandado de S. M. los Consejos, nombrando para ello cada Consejo dos o tres Comisarios.

Visitó a la Señora Infanta Doña Margarita de la Cruz, y vio todo el convento, y el de la Encarnación, donde fué recibido con palio y concedió algunas indulgencias; el de Nuestra Señora de Atocha, la Compañía y otros de la Corte, hallándose en muchas fiestas particulares, en unas en público y otras retirado.

El día del Corpus llevó la custodia del Santísimo Sacramenta en la procesión, y fué en ella el Rey Nuestro Señor y los Señores Infantes Don Carlos y Don Fernando, y los Cardenales Zapata y Sacheti.

Pagó las visitas de Cardenales y las de Embajadores y Grandes que eran casados, visitando a sus mujeres.

Domingo de la Trinidad, a las seis de la tarde, se celebró eí bautismo de la Señora Infanta Doña María Eugenia; el Ministro del Sacramento fué el Cardenal Zapata, el padrino el Legado y la madrina la Señora Infanta Doña María, Reina de Hungría, y llevó, en brazos a la Señora Infanta el Conde de Benavente, en medio de los padrinos.

Fué a San Lorenzo el Real acompañado y asistido del Conde de los Arcos; recibióle la Comunidad en procesión, con palio; hubo luminarias, posó en el cuarto bajo de SS. AA.; vio toda la casa, el bosque del Campillo y la fresneda; dijo Misa rezada en el Altar Mayor con cuatro acólitos y ciriales.

Comió un día con los frailes en el refectorio, en medio de la mesa traviesa, y a su lado izquierdo el Cardenal Sacheti, que le acompañaba, hízole su vianda y de ella regaló al Prior, como S. M. lo acostumbra y, en dando gracias, le acompañó el Prior hasta su aposento.

Domingo a 9 de Agosto, después de haber dicho la Misa, recibió algunas visitas, y a la tarde fué a despedirse de S. M., en público, por el pasadizo; llevó la Cruz; salió por la puerta de los zaguanes nuevos, y desde allí estuvieron puestas las guardias; acompañóle el Conde de los Arcos, llegó hasta la antecámara y Su Majestad le salió a recibir después de las Vísperas de San Lorenzo.

Hablóle sentado en la pieza de la Audiencia, que duró algún rato; acabado, envió a llamar S. M. a sus hermanos; salieron a tiempo que ya estaban en pié; habló al Infante Don Carlos y luego al Cardenal.

Acabados de dar los recados de Su Santidad, empezaron a caminar los Infantes primero, y salió S. M. con ellos hasta la puerta de la antecamarilla; desde allí fué al aposento de la Reina Nuestra Señora.

Las Damas estaban en lugares en la pieza de su galería, la Reina en medio, a su lado derecho la Reina de Hungría y al lado izquierdo la Infanta en cabecera.

Levantóse S. M. e hizo una reverencia, y salió hasta la tarima; habló el Cardenal y se despidió de las Damas, habiendo hecho su acatamiento a la Reina, acompañándole los Mayordomos, y se volvió a su cuarto, y esta noche se despidió del Conde de Olivares en la huerta de la Priora.

Lunes 10 de Agosto, día de San Lorenzo, dijo Misa temprano y se despidió de los criados de S. M.; comió y fué a la Encarnación, y después a echar la bendición a S. A., por el jardín; volvió a su cuarto, donde aguardaba el Conde de los Arcos, que había convidado a los Señores, para que acompañasen al Cardenal hasta la puerta de Atocha, desde donde tomó el viaje para la vuelta.

 

Nota
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