La propina sufre por la falta de profesionalidad
La teoría del movimiento antipropina se basa en que la perpetuación de este pago "de más" hará que los empresarios nunca suban el sueldo a sus empleados
Los cambios de costumbres y la precariedad del sector acaban con su uso
Las propinas se extinguen
Por una cena de 48,5 euros para dos personas, ¿cuánta propina se debería dejar? La pareja que hace frente a tal situación en un restaurante de tipo medio del centro de Barcelona duda. Quitan y ponen monedillas de la bandeja en la que les han traído la cuenta. Un euro, 70 céntimos, un euro y medio, un euro de nuevo... Cinco minutos después, la bandeja queda vacía - han pagado con tarjeta-. ¿Tacaños? ¿Maleducados? El camarero que los atiende admite que irse de un restaurante sin dejar propina no es nada raro, cada vez menos, dice. La costumbre decae, indican tanto expertos como profesionales del sector servicios consultados. Pese a no haber estudios concretos sobre ello, perciben que el pago extra está en desuso en España.
En contra de la propina
Entre las muchas razones que explican la tendencia está el avance de un nuevo tipo de clientela contraria a pagar propinas. No es por tacañería, explica Pablo Batlle, coautor del libro Protocolo y buenas maneras, de editorial Planeta. Se trata más bien de una filosofía en la que se da por supuesto que el trabajador del sector servicios debe ganar un sueldo digno y suficiente, sin necesidad de que los clientes les aporten extras. "Suelen ser personas con formación universitaria, de entre 30 y 40 años", explica Batlle.
La teoría del movimiento antipropina se basa en que la perpetuación de este pago "de más" hará que los empresarios nunca suban el sueldo a sus empleados. Aparte del aspecto económico, también arguyen el respeto por la persona. Para ellos, dar propina equivale a dar una limosna y menospreciar la labor del profesional. Norbert Bilbeny, profesor de Ética de la Universitat de Barcelona, afirma que el hecho de ofrecer propina "humilla a la persona que la recibe". Según él, se trata de un "reconocimiento de inferioridad del otro y por lo tanto un comportamiento éticamente incorrecto".
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Se pierden las maneras
Ni los clientes ni los que atienden se comportan como debieran, opina Batlle. "Falta educación y sonrisa por ambos lados", dice. Este experto en comportamiento social cree que si una persona se siente bien atendida dará propinas con más facilidad como muestra de agradecimiento. En el otro lado, si el cliente trata al camarero, conserje, etcétera, de forma adecuada - sin aires de superioridad-, este le corresponderá con un mejor servicio, apunta. Una investigación realizada por el departamento de dirección de marketing de la escuela de negocios Esade indica que lo que más valora el cliente en la persona que le atiende es la proximidad psicológica, que se note que está por él sin llegar a empalagar, explica Gerard Costa, profesor de este departamento de Esade.
Faltan profesionales
El 40% de los trabajadores del sector servicios tiene un contrato temporal, afirma Costa. "La excesiva rotación de personal en este sector repercute en la calidad del servicio", señala, "y esto supone otro punto en contra de dar propinas". José Luis Guerra, adjunto a la presidencia de la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR), reconoce que el número de propinas disminuye, pero niega que se deba a la falta de cualificación de los profesionales. Con todo, el saber hacer "es clave para que el cliente esté satisfecho", opina Batlle.
Desaparición de oficios
Acomodadores del cine, de estadios de fútbol, maleteros en las estaciones de tren, botones, limpiabotas, afiladores, conserjes..., oficios en peligro de extinción. La desaparición de este tipo de oficios también contribuye a la desaparición de la propina. Los servicios cambian y el cliente se adapta. "Las maletas tienen ruedas, y ya casi nadie quiere que se las lleven a la habitación", explican en el hotel Princesa Sofía.
Dinero de plástico
Las tarjetas de crédito han hecho daño a la compensación económica, informan en el hotel Princesa Sofía y el hotel Palace de Barcelona. Según cuentan, el punto de inflexión en el terreno de la propina se sitúa hace unos diez años, con el auge de las tarjetas, algo que corrobora Guerra, de la FEHR. Según datos del Banco de España, en el año 2000 se contaban en el país casi 46 millones de tarjetas. El año pasado la cifra subió a los 75 millones. Los pagos con tarjetas se doblaron en el mismo periodo.
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Efecto euro
Más allá de la impresión que compartió el ministro de Economía Pedro Solbes hace unos meses, es cierto que la entrada del euro desorientó a los consumidores sobre qué cantidad de dinero extra debía dejar. Un informe de la Confederación de Pequeñas y Medianas Empresas señala que con la llegada de la nueva moneda las propinas se redujeron a la mitad, pero, por el contrario, los que continuaban con la costumbre entregaban un 30% más de dinero. Ahora que los ciudadanos están familiarizados con el euro, ya no dan dinero de más. Una reciente encuesta hecha en Salamanca indicaba que cada cliente suele dejar 28 céntimos de media por consumición.
Evitar el agobio
Muchas personas se sienten violentas cuando otro les ha de servir y además tienen problemas para saber qué cantidad de propina han de dejar, ha constatado Costa en sus estudios. Por eso varios servicios, como cruceros, cuelgan el cartel de "Propinas no". El cliente se siente mejor si puede evitar enfrentarse al dilema del pago.
¿Qué cantidad hay que dar?
En España no hay una norma clara como en otros países. "Se trata de algo voluntario y depende del contexto", aclara Gerardo Correas, vicepresidente de la Escuela Internacional de Protocolo. Por lo general, los españoles suelen dejar el suelto hasta redondear la cifra de la cuenta. Es lo común en los restaurantes de menú. Si el establecimiento es caro, Pablo Batlle explica que se debe ser más generoso, siempre en función del servicio recibido. Varios camareros y hoteleros consultados afirman que por lo general ganan entre 10 y 30 euros de propinas a la semana.
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