La impuntualidad, ¿hábito o costumbre? Cuando llegar tarde es llegar bien
Códigos no escritos hablan de la impuntualidad en distintos países. La impuntualidad en muchas culturas está socialmente aceptada
Llegar tarde, ¿está bien visto?
La costumbre o el hábito de llegar tarde a todas partes
Como si se tratara de relojes derretidos a lo Dalí, el horario parece haber perdido su rigidez y haberse convertido en un concepto maleable. Un lugar común: ir a un espectáculo a la hora anunciada y esperar en el lugar, vacío, hasta que se arme el escenario; se conecten los instrumentos; aparezca el resto del público; la banda, dos horas más tarde, etcétera. Por estos días, la impuntualidad se volvió algo normal y casi aceptable.
"Me parece más una cosa del público de cada artista que de los lugares", opina el músico Leandro Huerga. "Es que muchos sitios tienen un límite de horario de corte, por un tema municipal. No es que sean los paladines de la puntualidad", explica.
En el verano pasado, en la ciudad de Buenos Aires intentaron adelantar el comienzo de los eventos y propusieron "horarios europeos". Quizás, al empezar y terminar más temprano, se lograba que el público, y los artistas, llegaran a horario.
La autora del Manual de Ceremonial y Protocolo (Ed. Libros en Red), Alicia Iruretagoyena, comenta que como la impuntualidad es un hábito frecuente, ya nadie se asombra. "Parece que todos estamos resignados a esperar, porque, por otra parte, los otros también nos esperarán en algún evento con la misma actitud: es como una regla no escrita que todos aceptamos", explica.
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Así, es moneda corriente llegar unos minutos más tarde, e incluso excusarse por medio de un mensaje de texto. "Cuando uno indaga descubre otras razones más profundas que reflejan la idiosincrasia de los grupos y la involución de los usos sociales que están destinados a la buena convivencia", continúa Iruretagoyena. "Los usos sociales referidos a la buena convivencia se relajaron en todo el mundo occidental; sin ir más lejos, fui hace cuatro días a un concierto en Amsterdam y me llevé una gran sorpresa: empezó varios minutos más tarde. Y en Berlín me pasó algo parecido en una visita guiada a uno de los museos", confiesa.
De todos modos, y por donde se lo mire, el tema parece ser cultural. Existe una diferencia abismal entre latinos y anglosajones, y ni hablar de los orientales y su precisión hasta con las agujas del reloj. Es sabido que en Europa hasta el transporte público llega en horario. América latina es otro cantar: en Nicaragua existe la llamada hora Nica , que implica que se debe llegar dos o tres horas después de la hora estipulada. En caso de ser puntual, el invitado no debe extrañarse si se encuentra con el anfitrión en plena preparación. En Ecuador y Colombia se implementaron campañas para incentivar la puntualidad y argumentaron que de ese modo se aumentaría notablemente la productividad. El gobierno de Bolivia analiza implementar un sistema de bonos de puntualidad para aquellos que comiencen sus jornadas laborales a horario. En la Argentina, desde las líneas aéreas hasta los más altos mandatarios se dan el lujo de manejar al tiempo a gusto.
"La impuntualidad está tan arraigada que no es extraño llegar a la hora y encontrar todavía a los anfitriones haciendo algunos preparativos de última hora"
Pero es aceptable preguntarse si la culpa la tienen los invitados o los anfitriones.
Es un papelón cuando, invitación y confirmación de R.S.V.P de por medio, se llega al lugar citado a la hora señalada y se encuentra a los anfitriones ultimando detalles, y a otros dos o tres gatos locos que, ingenuos, confiaron en el horario impreso. Sin nada que hacer, el tiempo pasa lento, tenso, aburrido. "La impuntualidad es algo que detesto", dictamina el relacionista público Alejando Raineri.
"Cada inauguración que uno organiza parece que fuera la primera. Siempre se genera adrenalina esperando la llegada de los invitados. El argentino es lo más impuntual del mundo, se acostumbró a ser informal en horarios y en concurrencia. Es distinto del europeo, cuya tarjeta define horario de llegada y de salida", cuenta Raineri.
Quedarse después del horario indicado tampoco está bien visto. " El cóctel es la única recepción que consigna en la invitación la hora de inicio y de finalización: dura dos horas y se puede llegar en cualquier momento y permanecer el tiempo que se quiera dentro de esas dos horas", aclara Iruretagoyena. Claro que hay gente que no lo sabe.
Llegar temprano también es ser impuntual. Esta vez, la anécdota viene de boca de Eduardo Gálvez. "Una amiga muy despistada llegó como invitada a una comida, dada en la residencia de un conocido embajador. Fue recibida por el mayordomo, que la hizo pasar a una pequeña sala. Al rato apareció el supuesto anfitrión, vestido de manera casual. Mantuvieron una conversación formal por un par de minutos, hasta que el dueño de casa le dijo cortésmente: Muchas gracias por su imprevista visita, la espero mañana en el mismo horario con los otros invitados a comer".
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