
La buenas maneras en sociedad.
Una señal inequívoca de civilización la constituyen las buenas maneras.
La buenas maneras en sociedad.
En el vagón del AVE que recientemente me trasladó de Barcelona hasta Madrid viajábamos alrededor de 18 personas. Cuando llegamos a la estación de Atocha, apenas seis o siete de los viajeros nos despedimos entre sí con un lacónico, aunque cortés, "adiós". El resto del pasaje, ni eso. No cabe duda, pensé, mientras caminaba por el andén buscando la salida, de que el ejercicio de los buenos modales no es nada corriente entre nosotros, los españoles.
Una señal inequívoca de civilización la constituyen las buenas maneras. Son formas que hemos establecido para exteriorizar o reconducir nuestras emociones y sentimientos. O para reprimirlos cuando nos parece mal manifestarlos. A causa de estas formas o modales, el ser humano no siempre es espontáneo al mostrar alegría, tristeza, dolor, admiración, odio, respeto. Aprendemos a controlar nuestras emociones, incluso aprendemos a no tenerlas.
La buena educación es, o debería ser, la manera externa de tratar bien a los demás, con delicadeza, de un modo amable y simpático. De esta forma, uno se acostumbra a reprimir el enfado o a suavizarlo, a manifestar más satisfacción o entusiasmo de los que en realidad siente, a ceder el paso o el asiento a las personas más respetables, a dulcificar el gesto, a sonreír aun sin ganas. Son fórmulas inventadas y socialmente producidas a lo largo de la historia. Son maneras de comportarse con un fin múltiple: decirles a los demás que no nos son indiferentes, que no pasamos olímpicamente de su presencia. Se trata de demostrar a los demás que estar con ellos nos es grato.
Dado que el ser humano es un animal que habla, los gestos y el lenguaje van unidos. Las buenas maneras son maneras de comportarse, de actuar, y también maneras de hablar. El lenguaje distingue lo adecuado de lo inadecuado y refleja la clase y la educación de cada cual.
No es nada fácil dar respuestas convincentes a los reparos que suscitan las reglas de la buena educación, porque, ciertamente, eso que llamamos "mundo civilizado" es algo muy ambiguo y contradictorio. Hay algunas personas muy canallas que, sin embargo, hacen gala de una educación exquisita. Las buenas maneras, desgraciadamente, han sido demasiadas veces sólo el escaparate de una realidad putrefacta y detestable. Frente a la hipocresía de la actuación para la galería, que contribuye al alarde del comportamiento falso y presuntuoso, debemos reivindicar la autenticidad, la extroversión.
"Una señal inequívoca de civilización la constituyen las buenas maneras"
Quizá las buenas maneras no sean más que el inicio de unos hábitos que luego habremos de llamar morales. Las buenas y malas maneras, si se aprenden bien, acaban siendo una costumbre, un hábito. Es a través de los hábitos como van cambiando las actitudes de las personas, como se forman esas cualidades que los griegos llamaron "virtudes". Tal vez sea el mejor modo de enseñar a respetar y estimar a los demás. Insistiendo en el "gracias" y el "por favor" se adquieren los hábitos de la buena educación y las muestras del respeto. Posiblemente sea la manera más eficaz de adquirir aquellas actitudes que abren las puertas a la solidaridad y a la caridad.
El bien y el mal se aprenden como el bien o el mal hecho a los otros. El respeto a la persona, a la dignidad de todo ser humano es el principio incuestionable y fundamental de la persona. Las buenas maneras no son más que la forma externa de expresar ese respeto debido al otro. Pero ojo, las personas educadas, no sólo por ello son buenas personas, no. La buena educación es un paso, quizá el más elemental, pero no el único. Lo que seguramente es cierto es que las buenas maneras ayudan a desplegar otras formas de bondad.
Puesto que no tenemos más remedio que vivir con nuestros semejantes, de cara a los demás, lo que mostramos es parte de lo que somos. Por lo tanto, esa manifestación externa de la bondad y del respeto algo debe ayudar a la construcción de una bondad, de una concordia, más íntima y más auténtica. En realidad las buenas maneras, aunque se plasman en gestos y en palabras, son algo más que formas: son actitudes de deferencia y atención hacia los demás seres humanos. Su práctica los dignifica a ellos y también a nosotros. Y de su práctica generalizada depende una vida individual y colectiva civilizada, tolerante y creativa.
En definitiva, queridos lectores, merece la pena "entrenarse" a diario en los buenos modales. Pongámonos a la tarea.
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