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Ceremonial del recibimiento de los agentes diplomáticos. I.

Ceremonial del recibimiento de los agentes diplomáticos de primera clase. Reseña histórica. Principio de la reciprocidad...

Derecho Diplomático. Aplicaciones especiales a las Repúblicas Sud-Americanas
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Ceremonial del recibimiento de los agentes diplomáticos.

Ceremonial del recibimiento de los agentes diplomáticos de primera clase. Reseña histórica. Principio de la reciprocidad. Ceremonial del recibimiento de los agentes diplomáticos de segunda y de tercera clase. Recibimiento de los encargados de Negocios. Etiqueta diplomática. Visitas.

El ceremonial de la recepción de los agentes diplomáticos varía, según el rango que estos ocupan; según las estipulaciones de los tratados existentes entre las potencias, que algunas veces reglamentan esta materia; y por fin según los usos prácticas y costumbres de las diversas cortes.

Sin embargo, el principio generalmente admitido en este orden de ¡deas es el de una rigorosa reciprocidad. Es decir que una nación rinde, por lo común, a los representantes o ministros públicos de la otra los mismos honores que reciben los suyos en análogas circunstancias.

Conforme al artículo 5.º del acta de receso del Congreso de Viena, debió haberse determinado, en cada estado, un modo uniforme para la recepción de los empleados diplomáticos de cada clase.

Esta juiciosa disposición no ha tenido, desgraciadamente, el práctico cumplimiento que era de desearse, y la falta de reglas fijas, en cuestiones de suyo tan delicadas como las de etiqueta, ha dado lugar a frecuentes desagrados que no pocas veces han entibiado esas relaciones.de franca cordialidad que tanto interesan a la paz de los estados.

Descendiendo sobre el terreno de las prácticas, observamos que, ordinariamente, hay tres formas de ceremoniales distintos de recepción; el de los ministros de primera clase: embajadores, legados y nuncios; el de los enviados, ministros plenipotenciarios y ministros residentes, y por fin el de los encargados de negocios.

Recibimiento de los Ministros de primera clase.

El recibimiento de un ministro de primera clase era antes un acontecimiento público de inmensa magnitud, en el que se desplegaba el ostentoso fausto de la más espléndida magnificencia. Se veía en un embajador la representación viva, la "vera effigies" de su soberano, y a este título se le rendían honores reales. Tenía, lo que se llamaba entonces, entrada solemne, en la que salían a su encuentro y le formaban pomposamente cortejo los demás ministros establecidos y acreditados en la corte, y le acompañaban al lugar designado para la audiencia pública, en la que era recibido por el monarca en manos de quien, cubierta la cabeza, en señal del alto carácter que investía, poníaa solemnemente las cartas credenciales de su Soberano.

Nuestro siglo, cediendo al progresivo impulso de las ideas, más liberal de día en día, y acostumbrado a ver en los embajadores más bien los representantes de los pueblos que los representantes de los reyes por derecho divino, algo ha moderado, felizmente, esos exagerados rigores de la antigua etiqueta diplomática. Por lo pronto vemos que ha caído en completo desuso ese aparatoso ceremonial de la entrada solemne y que a la audiencia pública, en la casi generalidad de casos, ha venido a sustituirse la audiencia privada, o cuando no una audiencia pública menos solemne, menos numerosa y de mucho más modesto aparato.

Expondremos sucintamente ahora, conforme a las actuales prácticas del derecho consuetudinario, las principales formalidades del triple ceremonial de recepción que ya hemos indicado.

Ceremonial. En el acto de su llegada a la corte cerca de la cual está acreditado, y donde viene a establecer su residencia oficial, el agente diplomático de primera clase debe notificar este acontecimiento al ministro de relaciones, por medio de su secretario o de un gentil hombre de la embajada; enviarle copia de su carta credencial, y pedirle que recabe del soberano el señalamiento de día y hora para la audiencia en la que debe entregarle, en persona, el original que conserva en su poder.

Esta audiencia, que antes era siempre pública, en el día suele ser frecuentemente privada, según los usos de las cortes o bien porque, a veces, así lo solicitan los embajadores.

Determinado el día para el recibimiento oficial, a la hora señalada para este objeto, un maestro de ceremonias o un introductor de embajadores se dirige en un carruaje de la corte al hotel o casa morada del agente diplomático y, cediéndole el asiento de preferencia, lo conduce al palacio, donde es saludado a su llegada por la guardia de honor.

Introducido en la sala de las recepciones, se inclina haciendo tres cortesías o reverencias al monarca que está sentado bajo de dosel, rodeado de los príncipes, principales ministros y altos funcionarios de su casa. El monarca se levanta, se descubre para contestar al saludo, vuelve a cubrirse, invitándole a que haga lo mismo, le señala el asiento que le está destinado y se sienta él también (Cuando es una reina la que preside a la recepción, el embajador hace la demostración de cubrirse y por cortesía queda descubierto.).

El ministro, entonces, con la cabeza cubierta, pronuncia un corto discurso análogo a las circunstancias, y, al hacer mención de su carta credencial la toma de manos de su secretario y la entrega al Soberano que en el acto la pasa a su ministro de relaciones exteriores o al canciller que está de pie a su lado.

Concluido el discurso del embajador, el soberano contesta brevemente (En algunas cortes es costumbre que se haga contestar por su Ministro de relaciones exteriores) y con esto termina el ceremonial, retirándose, en seguida, el agente diplomático, con la faz vuelta al monarca y repitiendo las mismas tres reverencias que hizo a su entrada.

Generalmente, después de esta audiencia, es de uso que sea recibido el embajador por la esposa del monarca.

 

Nota
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