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De como ser un buen cortesano... I
Con el tiempo, la humanidad incorpora a su psique la separación entre las actividades socialmente aceptadas (lo público) y las que conviene ocultar de la observación ajena (lo intimo y/o privado)
The British Library
De como ser un buen cortesano, pasando por los manuales de buenas maneras, hasta las revistas femeninas
En la larga marcha hacia la civilización, proceso histórico que corre paralelo a los de la privacidad e individualidad, las sociedades inician la coacción de lo placentero a través del tapado vergonzante de naturales funciones fisiológicas tales como escupir, defecar, etc. y, sobre todo, comer y fornicar, los dos grandes placeres.
Con el tiempo, la humanidad incorpora a su psique la separación entre las actividades socialmente aceptadas (lo público) y las que conviene ocultar de la observación ajena (lo intimo y/o privado) de tal modo que lo que antes constituyeron placeres compartidos en público, se convierten en prácticas (o vicios...) en la intimidad.
En ese proceso coercitivo del instinto y de la espontaneidad son varios los sucesivos códigos encargados de defender y/o legitimar las coacciones, y cada uno de ellos se apoya en razonamientos que explican, de forma implícita y/o explícita, el porqué del colosal embate contra lo vehemente, las "malas" costumbres y contra el placer, ese "flujo disolvente del orden social" (según los puritanos).
Uno de los más conocidos e importantes manuales de comportamiento, código de civilidad, es -junto con otros- El Cortesano , editado en Venecia en 1528, en pleno Renacimiento. El pensamiento renacentista contiene -además de otras muchas más cosas- elementos de crítica a las viejas instituciones y privilegios; la idea de proclamar la verdadera nobleza nacida no ya de la pureza de sangre, sino de la virtud, de la trabajosa conquista por el hombre de su propia capacidad para ser por sí mismo. Exalta la humanidad libre: reivindicación de una mundanidad necesaria para la plenitud de la vida terrenal. En definitiva, la nueva cosmovisión desea intervenir, y penetrar (y lo hace) en la conciencia de la sociedad de su tiempo, y tiene finalidades concretas y mundanas.
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Desde luego, en la práctica, la virtud, el ideal renacentista no era nada fácil -como todos los ideales- de alcanzar; no obstante, el tan buscado equilibrio entre las aptitudes del cuerpo y del espíritu propició la formación de una compleja personalidad en la que menudeaba la actividad polifacética.
Baltasar de Castiglione y El Cortesano
Antes de adentrarnos en la obra, conviene conocer al autor y más, como es el caso, si él mismo encarna el prototipo del perfecto cortesano, personaje central de su obra. Nació Castiglione finalizando 1478, en Casatico, cerca de Mantua, en el seno de una noble familia. Comenzó sus estudios en Milán, donde aprendió lenguas clásicas. Allí, en la corte de Ludovico Sforza, duque de Milán (al que sirvió) adquirió vastos conocimientos de las artes caballerescas.
Más tarde, conoció al duque Guidobaldo de Montefeltro el cual le invitó a ir a su corte de Urbino, entrando a su servicio en 1504. La pequeña corte de Urbino era considerada la más elegante y refinada de Italia, paradigma de la gentileza y de la cortesía. Fue aquí donde -perfeccionando su educación mundana, junto a la duquesa Isabel Gonzaga y a la cuñada de ésta, la perspicaz e ingeniosa Emilia Pía- transcurrió la etapa más feliz de su vida y que, después, evocaría con nostalgia en "El Cortesano". En la obra de Baltasar de Castiglione, código de civilidad, se plasma la tensión de la transición del mundo feudal -en el que impera la espontaneidad, lo sentimentalmente excesivo y la violencia sistemática- al cortesano, preludio de la modernidad. En ella, se defiende normas y prohibiciones por la presencia de seres externos.
El dominar a los placeres obedece al razonamiento social del "respeto a los otros", de una coacción que la presencia del prójimo impone ya que el programa de la civilidad pretende educar en la exterioridad, en los comportamientos públicos. Asimismo, nos permite una aproximación a la sociabilidad ingenua de las primeras cortes, en las que la clave de la sociabilidad civilizada es el dualismo exterior-interior. En la obra no sólo se enuncian las cualidades con las que debe adornarse el perfecto cortesano, es decir, un caballero sumamente culto y refinado, sino también las de la perfecta dama y el perfecto príncipe.
En "El Cortesano" se dará un perfecto equilibrio entre pensamiento y acción, siendo a la vez un experimentado hombre de armas y, también, en todas las disciplinas de la mente, de manera que brille de igual forma en los campos de batalla que en los salones de la corte. Así, en él se reunirán tres factores primordiales: armas, letras y artes.
Dado que el autor otorga cierta preferencia al ejercicio de las armas, y puesto que los aspectos que interesan son otros, dejaremos de lado aquellos para centrarnos en éstos. El cortesano debe tener gentileza, nobleza y gracia. Ser bondadoso. Estar versado en el tema de la caza, juegos, natación, etc. Debe imitar a los buenos maestros, rehusar la afectación en todo, principalmente en el lenguaje pero también con la mujer. Instruido en letras, tendrá nociones de latín y griego. Sabrá de música y conocerá las artes plásticas, especialmente la pintura. Tiene que ser prudente y cauteloso, y poseer el don de la oportunidad para con sus actos y discursos, y ser gentil y amable en sus conversaciones. Debe cuidar su manera de vestir, y no ser servil con las modas. Allí donde fuere se procurará buena fama y opinión, y evitará toda licencia y grosería; no será glotón, ni bebedor, ni disoluto. No debe creerse -ni hacerse- el gracioso; en las burlas será discreto: se pueden hacer gracias y excitar la risa siempre que se evite la obscenidad y la irreligiosidad, principalmente cuando intervienen mujeres, ya que se debe "cuidar mucho de todo lo que puede tocar a la honestidad" (se refiere a las burlas y artificios en el amor, y de la nobleza y dignidad de las damas). Éstas, deberán ser afables, discretas, magnánimas, prudentes, modestas y honestas de actos y palabras, y del tipo de ejercicios del cuerpo y del alma que son más indicados para la dama.
Por lo que respecta a las relaciones amorosas, y como no podía ser de otra forma, se señalan los peligros -que deben evitarse- del amor sensual en aras del amor racional: "El freno de la razón corrige la malicia del sentido". Una frase de la obra que expresa muy bien la gran mudanza de las costumbres, del ajuste emocional y del placer, ante el empuje civilizatorio. Y es que parece ser que lo civilizatorio, lo económico, va unido a aspectos substancialmente utilitarios como la cortesía, o las técnicas que "facilitan la vida"; es decir, reglamentación de las conductas individuales y colectivas. No en vano, es en el Renacimiento cuando se editan -para "civilizar"- estos códigos de autocontrol, manuales de comportamiento. Si la idea de progreso, necesaria para dar salida al capitalismo industrial es un producto de la Ilustración ("hija" del Renacimiento), la expansión del comercio mercantilista que lo hizo posible se generó con éste.
Ya en la Ilustración, tenemos "Caracteres" y, principalmente, "El Oráculo", del aragonés Baltasar Gracián (por cierto, uno de los libros más vendidos en los EE.UU. en 1992, y presente en sus más selectas mesitas de noche...). Así que, junto a los manuales de etiqueta y protocolo para las nuevas élites políticas y profesionales, vuelven a estar de moda, en una especie de "remake", de aquellos manuales renacentistas y dieciochescos, los libros que enseñan a bien ser, a bien hacer y a bien estar. Nociones también presentes en las actuales revistas femeninas dirigidas a las clases medias urbanas y profesionales erigiéndose, por tanto, en adecuados sustitutos de aquellos.
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