Códigos de vestimenta
A alguno le puede parecer un anacronismo, hasta una cursilería, pero lo cierto es que la mayoría de las empresas e instituciones con alguna relevancia establecen códigos de vestimenta...
Vestir acorde a la ocasión
A propósito del revuelo mediático que se ha montado alrededor de las rastas del diputado canario de Podemos, me viene a la cabeza el chasco que se llevaron hace un par de meses en Londres dos conocidos famosos madrileños, él chef con tres estrellas Michelin y ella una solicitada presentadora de televisión, por no ir vestidos 'reglamentariamente'.
Sucedió que el chef en cuestión quiso ir a cenar a un conocido restaurante de moda en la City, pero se "olvidó" de cambiarse el calzado y se presentó con sus deportivas rojas. El resultado fue el previsible: se le denegó la entrada sin más explicaciones. Por lo que se ve, las estrellas tampoco otorgan carta blanca para según qué cosas.
A alguno le puede parecer un anacronismo, hasta una cursilería, pero lo cierto es que la mayoría de las empresas e instituciones con alguna relevancia establecen códigos de vestimenta con la lícita y sana intención de mantener ciertos estándares de seriedad en la imagen acordes con la seriedad del lugar.
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En el caso del Congreso español, para los hombres, las restricciones se limitan al uso de camisetas sin mangas y pantalones cortos, por lo que, sobre el papel, hay vía libre para la exhibición de todo tipo de modas y extravagancias capilares, desde la cresta hasta la rasta.
Es obvio que lo más importante es la higiene moral de los diputados que nos representan, como argumentaba el diputado en cuestión, por supuesto, pero esto no justifica, a mi modesto entender, que sus señorías vayan al Congreso como el que va al campo a buscar flores.
Y que algunos señores diputados encorbatados y engominados hayan cometido en su momento reprobables fechorías tampoco explica que ahora se exalte la estética casual a lo batasuno antisistema para compensar y dar imagen de honradez. Sería el colmo.
Cada cosa en su momento y un momento para cada cosa, dice el refrán, y el Congreso, hasta que se demuestre lo contrario, es un lugar serio al que se va a hacer cosas serias y que - importante -, tiene que aparentar también cierta seriedad de cara al conjunto de la ciudadanía. Para lo demás, para lucir espectaculares rastas, pañuelicos palestinos o camisetas del Che, ya está la playa.
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