Logo Protocolo y Etiqueta

F. LA CORTESÍA MODERNA: Los modales en el inicio de la Edad Moderna. VI.

Los modales en el inicio de la Edad Moderna. Cortesía Moderna.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
Se lee en 7 minutos.

Imagen Protocolo y Etiqueta
Imagen Genérica protocolo.org

Ha de obrarse teniendo siempre en cuenta el estamento, y dentro de éste, el lugar que uno y los demás ocupan de tal modo que no resulte cuestionada la estimación social de la que uno o los demás resultan acreedores como consecuencia de su situación estamental.

La mesa vuelve a constituir un espacio privilegiado para observar cómo se materializa este argumento social justificador de los preceptos de la cortesía moderna. Los tratados de buenas maneras modernos denuncian, al igual que sucedía con los bajomedievales, las formas toscas y groseras que podían observarse en el comer y que habían de ser corregidas necesariamente. En Galateo español se dice sobre los que engullen en vez de masticar con tranquilidad:

"Esto por cierto no sería comer, si no engullir, los quales emporcando las manos hasta las muñecas, ponen de tal manera las servilletas, que las rodillas de fregar quedan más limpias, con las quales no tienen vergüenza de limpiar muchas vezes el sudor, que por la priessa que se dan a comer, les corre de la frente y de la cara y alrededor del pescueco, y a buelta desto se limpian también las narizes" (Gracián Dantisco, 1968:111).

La corrección de la conducta pasa por evitar lo anteriormente expuesto. Se masticará con tranquilidad, la boca se limpiará con una servilleta, los comensales se remangarán para no mancharse con la grasa de la carne, el pan se cortará con el cuchillo, se beberá después de haber masticado, no se sumergirán los dedos en el caldo de los guisos ni se acariciará a los perros mientras se come. Los dientes no se limpiarán con el cuchillo, ni fregándolos con la servilleta ni rascándolos con el dedo. Se impone la utilización del mondadientes aunque la cortesía moderna prescriba un uso distinto al prescrito por la cortesía bajomedieval. Éste comienza a ver restringido su uso en público de tal manera que no resulta conveniente, después de levantarse de la mesa "llevar en la boca el mondadientes o palillo con que se monda, a guisa de páxaro que lleva pajas a su nido, ni sobre la oreja, como barbero" (Gracián Dantisco, 1968:181). Es más, llegan a confeccionarse mondadientes de valiosos materiales; mondadientes que sus dueños cuelgan del cuello y lucen con orgullo. En Galateo español, semejante uso es rechazado ya que, entre otras cosas, permite entrever la gula de quien lo porta:

"Y quien trae colgado del cuello el escarvador de dientes, no lo acierta, porque allende de ser un estraño arnés para verle sacar del seno a un gentilhombre, es instrumento de sacamuelas y parecen hombres muy prevenidos para el servicio de la gula, que según esto, bien podría tener la cuchara atada también del cuello" (Gracián Dantisco, 1968:181-182).

En las dos citas anteriores relativas a la utilización del mondadientes se observa que uno de los motivos que se aducen en contra de su uso incorrecto es que cuando la persona se vale de él indebidamente guarda semejanza con un "barbero" o "sacamuelas", profesiones ambas socialmente merecedoras de bajos niveles de estimación.

Las maneras se encuentran estrechamente vinculadas a la presencia de los demás, a la posición social que éstos ocupan y en consecuencia, al honor que detentan por mor de su adscripción social. Las buenas maneras comprometen públicamente a la persona y es la salvaguarda de su honor lo que se pone en juego cuando la persona muestra sus formas ante los demás. Francisco de Ledesma enseña cuál debe ser la conducta adecuada que se observe en la comida:

"El pan, carne, y otra fruta,
con dos dedos tomarás;
y con tres también podrás
que con cinco es cosa bruta.
El caldo, si está caliente,
no lo refríes soplando
ni lo bebas demasiado
que causa risa a la gente.
Y no chupes algun hueso
ni le golpees ruidoso,
que dirán, que eres goloso
y muy inquieto, y travieso.
Sácale los tuetanillos
con cuchillo, ó sacador
y guárdate por tu honor
de comer con dos carrillos"
(Ledesma, 1599:12).

Unos modales decorosos entroncan directamente con el rango social que posea tanto quien exhibe esos modales como aquéllos que actúan como espectadores de los mismos. El rango social es la variable que explica por qué unas mismas maneras son tenidas por correctas o incorrectas dependiendo de la posición social y el nivel de estimación a ella asociada que posean las personas que rodean a quien actúa. Unas maneras distinguidas son propias de quienes se encuadran en posiciones sociales elevadas y merecen niveles altos de estimación social. Éstos relajarán sus formas cuando se encuentren ante personas de rango social inferior pudiendo esta circunstancia significar dos cosas. Por un lado, las maneras se relajan porque quien se encuentre delante, debido a su adscripción social, sea tan inferior que no comprometa en nada el nivel de estimación social que presenta quien descuida ligeramente sus formas. Por otro lado, esa relajación de las maneras ante los más bajos socialmente es una muestra de confraternización y de proximidad afectiva. Es, pues, el rango social el elemento que permite comprender por qué unas mismas maneras son desigualmente valoradas en términos de corrección o incorrección. Por ejemplo, una compostura incorrecta en la mesa por parte de quien se esperan unos modales distinguidos revela, ora su desprecio hacia quienes están delante, ora su aprecio por ellos. Véase, al respecto, la siguiente cita que extraigo de Galateo español:

"Tampoco se debe estar de codos en la mesa, ni en las sillas muy recalcados y brincándose, porque semejantes cosas no se suelen hazer sino entre aquellas personas que el hombre no respeta. Verdad es que si un señor hiziesse esto delante de sus criados, o en presencia de algún amigo de menor condición que él, no mostraría sobervia, sino amor y amistad" (Gracián Dantisco, 1968:113).

Dentro del código de la cortesía moderna, las maneras remiten invariablemente a la presencia coactiva de los demás. Esta presencia, sin embargo, no tiene por qué ser física; no tiene por qué darse en realidad sino que también puede ser imaginada. En determinados comportamientos que tienen lugar al margen de la presencia física de los demás, éstos pueden ser evocados a modo de coacción que regula y ordena la conducta. La presencia imaginada de los demás es la que encauza el conjunto de conductas que las personas desarrollan a solas, sin estar expuestas a la mirada de nadie. En caso de que a solas la persona obre de manera contraria a lo dictado por la cortesía, la evocación del prójimo generará una vergüenza análoga a la que experimentaría en persona en el supuesto de que fuese contemplada realmente por los demás obrando de ese modo.

Esa vergüenza es motivada por la conciencia de que comportamientos contrarios al decoro y la cortesía son desaprobados socialmente y desencadenan un descenso en el nivel de estimación social. Así, el código de la cortesía moderna persigue que las personas eviten conductas a solas que de ser vistas por los demás comportarían descrédito y desprestigio social. Lo fundamental es no tener motivos para avergonzarse uno mismo en el hipotético caso de que las conductas "privadas" resultasen públicamente expuestas. Erasmo, en este mismo sentido, sostiene que a la hora de comportarse "lo más seguro de todo es no dar en ti cabida a nada de la que te haya de dar vergüenza si sale a la luz" (Erasmo, 1985:73).

Para justificar los preceptos que propugna la cortesía moderna se recurre a la coacción que implica la presencia, real o evocada, del prójimo como observador y evaluador de las formas. Esa presencia, y de un modo más claro la evocada, supone ir tomando conciencia progresivamente de que la conducta puede o no ser observada por los demás y de que las maneras, a solas, han de ser congruentes con las maneras mostradas en público. Empero, simultáneamente, esta toma de conciencia permite que se advierta la necesidad de comenzar a distinguir entre actividades de las que sí pueden ser testigos los demás y otras que deben mantenerse alejadas de su mirada. La cortesía moderna comienza a apuntar claramente la diferenciación entre las maneras que poseen las personas a solas y aquéllas exhibidas en publico a la vez que apuesta por el confinamiento en soledad de ciertas conductas.

 

Su opinión es importante.

Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.

Contenido Relacionado