Logo Protocolo y Etiqueta

C. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio. XIX.

La civilización del comportamiento. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
Se lee en 10 minutos.

Imagen Protocolo y Etiqueta
Imagen Genérica protocolo.org

Como hemos visto, Elias teoriza el proceso civilizatorio como pacificación progresiva de las sociedades y progreso del autocontrol. Una sociedad civilizada es aquella que ha logrado eliminar la violencia de la vida cotidiana mediante la centralización y el monopolio de la fuerza. Mas por esta centralización y monopolización no deja de pagarse un precio: los componentes de la sociedad quedan o pueden quedar expuestos  a los dictámenes  arbitrarios  de los administradores de la violencia. El Holocausto muestra cómo las formas civilizadas concretadas en las maneras, el aseo o la comida pueden coexistir armónicamente con los asesinatos en masa. Es más, la visión de los muertos o la repugnancia experimentada ante los cadáveres vivientes de los campos de concentración produjo en muchos casos la más perfecta reacción civilizada en los observadores: aquello que daba asco o violentaba la sensibilidad quedó recluido en el ámbito de lo secreto, de lo no visible; quedó recluido entre los bastidores de la vida social.

Elias admite que el proceso de la civilización sufre reveses y movimientos contra-civilizatorios. Mas dar cuenta del Holocausto como repunte contracivilizador resulta insuficiente. Esta coexistencia de dos categorías antagónicas -civilización y violencia- intenta explicarla Elias a partir de las propias tendencias de la sociedad y los Estados (Nota: Una primera aproximación a esta cuestión puede efectuarse a través de Elias (1994) si bien el tratamiento más amplio lo hallamos en Elias (1996:171-297)).

Al respecto, Elias advierte que " la civilización nunca está del todo finalizada y siempre corre peligro. Está en peligro porque mantener una postura civilizatoria en una sociedad requiere un grado de autodisciplina relativamente alto y requiere también algo más: es necesario un alto grado de pacificación en la sociedad. Pero, a su vez, la pacificación interna de una sociedad está también en peligro. En peligro por las tendencias de la sociedad misma" (Elias, 1994:141). El que las personas puedan vivir de un modo pacífico depende, por un lado de la asunción por parte del Estado del monopolio de la violencia física para ejercerla organizada y legalmente. Pero también depende de la pacificación interior de la persona, estrechamente conectada con la estructura social y estatal. El monopolio de la violencia ha sido hasta ahora posible en el espacio interior de los Estados pero imposible en las relaciones existentes entre esos mismos Estados, en donde tal monopolio es inexistente.

El balance internacional de poder de los siglos XIX y XX es informado por la existencia de dos tipos de cánones de conducta presentes en gran parte de los estados nacionales: un canon de índole igualitario y otro canon no igualitario. El primero encuentra su procedencia en los sectores ascendentes de la burguesía y preconiza ideales de autonomía moral, pacificación y cosmopolitismo. El segundo halla su origen en los sectores aristocráticos dominantes y propugna ideales guerreros, nacionales y colectivistas. El equilibrio inestable que pudiera existir entre ambos cánones explicaría por qué el proceso de la civilización es siempre un proceso provisional en el que junto a, por ejemplo, el autodominio de la conducta pueden darse elevados niveles de violencia (El otro gran ejemplo, junto al Holocausto, de la convivencia civilización/violencia pueden ser espectáculos deportivos como el fútbol. Aquí el 'fair play' y la deportividad también coexisten junto a manifestaciones de violencia (Nota: Cfr. Elias y Dunning (1992:185-212; 271-293; 295-322)).

f) Elias y su teoría del proceso civilizatorio deben hacer frente también a los procesos de informalización que se dan en las sociedades occidentales a partir de la década de los setenta del siglo XX. Estos procesos de informalización se refieren a un número creciente de comportamientos permisibles relativos al sexo, la vestimenta, el trato, las celebraciones, la expresión de emociones o las funciones fisiológicas; comportamientos otrora condenados que desde ese momento parecen exhibirse sin temor a experimentar vergüenza, pudor o desagrado y que contravendrían la idea del proceso civilizatorio como control progresivo de la conducta y la emocionalidad (Nota: Es Cas Wouters (1986) quien estudia por primera vez esos procesos de informalización desde una perspectiva netamente eliasiana a fin de comprenderlos a partir del marco teórico propuesto por el propio Elias). Así, tales muestras de informalidad y relajación del comportamiento, que en teoría no habrían de tener cabida en el seno de sociedades pacificadas, civilizadas y con elevados niveles de interdependencia, probarían la incapacidad de la teoría del proceso civilizatorio para explicarlas. Se asistiría a una suerte de 'descontrol del autocontrol' que pondría en tela de juicio las conclusiones de Elias.

Sin embargo, dichos procesos de informalización pueden ser explicados de manera satisfactoria con arreglo a la propia lógica del proceso civilizatorio no quedando así en entredicho las tesis eliasianas. Cas Wouters sostiene que los procesos de informalización no invalidan la teoría del proceso civilizatorio: tales procesos son antes una muestra de la sofisticación del mismo (Wouters, 1998:200). En la sociedad actual, las autocoacciones alcanzan tal grado de elaboración que el pudor, la vergüenza y el desagrado que puedan provocar comportamientos poco autocontrolados son dominados. Se accede de esta manera a un tipo de personalidad egodominada capaz de tener en cuenta las restricciones emocionales a las que ha de ceñirse al tiempo que las maneja reflexiva y calculadoramente (Wouters, 1998:208¬209). Esta autorregulación reflexiva permite combinar firmeza y flexibilidad en la gestión de la conducta y las emociones. A partir de ella es posible el éxito social. Un ejemplo triunfante de este tipo de autorregulación reflexiva así como de las ventajas que se obtienen adoptándola es el "best seller" de Daniel Goleman titulado Inteligencia Emocional o el éxito de manuales de autoayuda y literatura de autorrealización (Wouters, 1998:210). Por tanto, en el ámbito del trabajo, del amor o del ocio resultará indispensable estar abierto a la expresión de emociones y dispuesto, a la par, a domeñarlas con rigor sin que ello provoque ansiedad o miedo.

El desarrollo de una personalidad egodominada capaz de autorregularse reflexivamente no significa exclusivamente, pues, control de los impulsos sino también presencia de patrones de autocontrol flexibles con los que tener acceso a la expresión y satisfacción de emociones y deseos. Este desarrollo se relaciona en el nivel 'macro' con los procesos de integración social de grupos inferiores en rango social y con el incremento de seguridad y confianza que reporta la instauración de un Estado de Bienestar a partir de la Segunda Guerra Mundial (Wouters, 1998:211-212).

Estos grupos inferiores en rango social presentan unas pautas de autocontrol de la conducta menos depuradas y más primarias que las de grupos superiores en rango social. Su integración social permitió incorporar parte de estas pautas a las estructuras de personalidad de la población en general y de este modo conseguir que patrones de comportamiento menos pulidos fuesen admitidos como guías de conducta. Por otro lado, el suministro por parte del Estado de seguridad social y bienestar da lugar a un periodo de confianza que posibilita traspasar las barreras que impone el autocontrol a sabiendas de que la seguridad y el bienestar están garantizados. Cae la censura social y psíquica que embrida el comportamiento en virtud de la integración de grupos inferiores en rango social y el clima de confianza que genera el Estado abriendo las puertas a la emancipación, autorregulada reflexivamente, de emociones, impulsos y conductas (Wouters, 1998:213).

La sociología eliasiana en general, y su teoría del proceso civilizatorio en particular, marcharon durante mucho tiempo a contracorriente de las tendencias dominantes de la sociología contemporánea. Esta marcha a contracorriente, junto a los obstáculos académicos que hubo de sortear, dan cuenta de la indiferencia con la que la comunidad sociológica acogió todas y cada una de sus aportaciones. La opacidad de la que hizo gala Elias a la hora de explicitar las fuentes intelectuales de las que se nutría su trabajo -Weber, Freud y Durkheim principalmente- contribuyó además sobremanera a reforzar su condición de marginado dentro de la sociología del siglo XX. La originalidad, magnitud y ambición de su proyecto, concretadas ante todo en su teoría del proceso civilizatorio, no merecieron, hasta la vejez del propio Elias, una digna consideración por parte de la grey sociológica. Elias se movió en frentes extraordinariamente conflictivos dentro de la sociología. Por un lado, acometió el reto de superar la dicotomía teórica individuo/sociedad mediante el concepto de configuración. Por otro, relanzó una visión dinámica de la sociedad frente al estatismo al que había sido condenada por el estructural-funcionalismo de cariz parsoniano.

El concepto de configuración goza de una adecuada concreción empírica tanto en La sociedad cortesana como en El proceso de la civilización aunque su concreción teórica resulte fallida. Elias esboza teóricamente dicho concepto sin dotarle de un contenido sólido y correctamente sistematizado. Las metáforas ilustrativas de este concepto no pueden sustituir en ningún caso a una conceptualización del mismo debidamente formalizada. Y Elias confió parte de esa conceptualización a metáforas -las del baile o el juego de cartas, por ejemplo- que gráficamente ilustran el concepto aunque sin teorizarlo con precisión. Resultan relevantes sus críticas al par individuo/sociedad denunciando la tendencia substancialista a considerar que ambos conceptos definen realidades específicas claramente delimitadas entre sí. Elias advierte las relaciones de interdependencia que se dan entre ambos; relaciones de interdependencia tenidas en cuenta por el concepto de configuración que atiende además los balances diferenciales de poder que se observan entre los individuos y grupos en el seno de la sociedad. El concepto de configuración llama la atención sobre cada uno de estos aspectos -la interdependencia, los balances diferenciales de poder- y entiendo que es esa su principal virtud. Por el contrario, su defecto principal radica en la indefinición que presenta y en la incapacidad para lograr un adecuado equilibrio entre el nivel de análisis 'micro' y el 'macro', anclado como está este concepto más en lo 'macro' que en lo 'micro'.

Su consideración dinámica de la sociedad y su énfasis en el desarrollo de una perspectiva procesual revitalizan el interés por el estudio del cambio social y los procesos sociales a largo plazo. Elias recupera la historia para el quehacer sociológico y se erige en pionero de una corriente pujante dentro de la sociología contemporánea: la sociología histórica. El cambio social es el resultado no intencionado de las acciones intencionales de los hombres: lo caracteriza, pues, como un proceso ciego y no planeado. Esta caracterización se aplica en su totalidad al proceso de la civilización.

La teoría del proceso civilizatorio es, a mi juicio, la principal y más sobresaliente aportación de Elias a la sociología contemporánea. Y hoy, la sociología la reconoce como una teoría indispensable y clásica para la comprensión del cambio sociohistórico europeo y de la estructura conductual y afectiva humanas a la que aboca dicho cambio. El mérito de Elias reside en la confección de una teoría que liga el nivel de las grandes estructuras -la construcción del Estado, el proceso de complejización y diferenciación social- con el nivel del comportamiento y la afectividad del hombre considerándolos en perpetua interconexión. La envergadura de esta teoría comporta la existencia de aspectos no bien resueltos, flancos débiles y flecos pendientes de solución. Aquí han sido recogidas las críticas fundamentales que se dirigen contra la misma, si bien ninguna, a mi entender, logra refutar en lo básico a Elias.

Esta investigación hace de la teoría del proceso civilizatorio su piedra angular. Una vez revisada la obra de Elias me propongo analizar el proceso civilizatorio español para ver en qué medida las hipótesis generales eliasianas se ajustan al caso español.

 

Su opinión es importante.

Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.

Contenido Relacionado