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A. La civilización del comportamiento. Introducción. II.

Lo cierto es que incluso hoy, el vocablo "civil" resulta extraño para referirse a conductas bien compuestas.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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La civilización del comportamiento. Introducción.

No siempre el concepto "civilización" vino a significar lo mismo. Un antecedente suyo como la palabra "civil" rara vez fue empleada para designar a alguien cuya conducta pudiera considerarse decorosa o distinguida. Hasta el siglo XVII venía a señalar al mezquino y al ruin, al desestimable de baja condición y parecer (Corominas, 1984; voz "ciudad") (Nota: Ejemplos de este uso son los aparecidos en La Gran Conquista de Ultramar y en algunas obras de Salas Barbadillo (1581-1635). Cfr. Corominas (1984; voz "ciudad")).

El origen de esta denominación lo hallamos en la Edad Media y en el empleo de la palabra "caballero" procedente del latín "milites" y asociado a "militaris" (lo propio del caballero). Lo opuesto a "militaris" sería "civilis", que pasaría a significar "lo que no es propio del caballero", "lo villanesco" (Nota: La idea de "muerte civil" como muerte infamante ya figura en las Partidas de Alfonso X El Sabio (1221-1284). Cfr. Corominas (1984; voz "ciudad")). Curiosas inversiones en el significado de las palabras. Lo cierto es que incluso hoy, el vocablo "civil" resulta extraño para referirse a conductas bien compuestas (Nota: El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (22a ed., 2001) reconoce como antiguo ese uso de la palabra "civil" para hablar de ruindad y mezquindad. Cfr. Corominas (1984; voz "ciudad")). En esta línea de cierto extrañamiento, cabe señalar que el vocablo "civilizar" es de uso raro hasta comienzos del siglo XIX (Nota: El Diccionario Castellano con las voces de Ciencias y Artes y sus correspondientes en las Tres lenguas Francesa, Latina e Italiana de Esteban de Terreros, fechado entre 1786 y 1793 incluye ya esta palabra. Cfr. Corominas (1984; voz "ciudad") al igual que el neologismo "civismo", también extraño hasta la eclosión revolucionara de fines del siglo XVIII. Aunque fuese únicamente en términos léxicos, parece que ser "civilizado" no ha sido siempre la misma cosa; ni siquiera ha sido un concepto de contenidos inmutables. Y esto que ocurre con las palabras ha sucedido con las realidades que éstas designan.

La civilización y el tipo humano civilizado están muy lejos de ser una realidad estática. Antes bien, son resultado de un proceso no acabado, no planificado y sin intenciones aunque sí con una dirección específica. Así nos lo mostró Norbert Elias y desde esta perspectiva voy a abordar el proceso civilizatorio español en un arco temporal que se remonta a la Baja Edad Media y que alcanza nuestros días. Elias estudió el proceso civilizatorio occidental en los niveles "micro" y "macro" atendiendo a una hipótesis original y sumamente creativa: conforme la violencia privada es asumida por el Estado -única entidad capaz de ejercer legítimamente la violencia- y se acentúan los procesos de diferenciación social (nivel macro), los hombres (nivel micro) han de renunciar a sus impulsos e instintos convirtiéndose de esta manera en hombres pacíficos y mesurados; convirtiéndose en personas civilizadas. La lógica eliasiana es aplicable a nuestro país y por ello, es posible observar el desarrollo de este proceso a partir del examen de los códigos sociales de buenas maneras en tanto códigos que regulan el comportamiento y la emocionalidad individual. Estos códigos pueden ser reconstruidos tomando como material empírico las publicaciones que versan sobre buenas maneras. No en vano, son estas maneras las que a la postre nos concederán como individuos el rango de "civilizados".

La civilización del comportamiento es un proceso que remite a condiciones y transformaciones sociales fraguadas durante siglos de manera inintencional y no planificada. No estamos, pues, ante un proceso concebido en términos de avance de la racionalidad; no estamos ante un proceso consciente y pensado. Y sobre todo, no nos hallamos ante un proceso de "progreso moral" ni de perfeccionamiento intrínseco del ser humano que pudiera conducir a los hombres a un estadio definitivo de civilización total en el que este mismo proceso pudiera darse por terminado. La dirección que marca el proceso civilizatorio es la del autocontrol sin que ello implique alcanzar una meta o comporte un sentido teleológico. El avance progresivo del autocontrol, de la autorregulación conductual y afectiva conforman un tipo humano civilizado en un proceso abierto para el que no se vislumbra un punto final de llegada. Podemos decirnos "civilizados" mas, a buen seguro, generaciones futuras hallarán en muchos de los usos actuales dosis intolerables o vergonzantes de barbarismo o incivilización. Siempre es posible otra vuelta de tuerca en el proceso de la civilización.

 

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