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E. Los modales en la Baja Edad Media española. VIII.

El código de buenas maneras de la cortesía: Los modales en la Baja Edad Media española.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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Además, se limpian para no asemejarse a las personas de posición social baja; se limpian para distinguirse de ellos. Es más, la limpieza de los dientes en los lugares en los que la gente vulgar suele limpiarlos -letrinas y baños- resta salubridad a la boca -debilita las encías y altera el aliento. Tiene lugar una síntesis perfecta entre cortesía, salud y posición social. Junto al hecho de que los dientes se limpien porque así obran quienes son corteses y elegantes, el otro motivo que empuja a la limpieza de los mismos es el de no asemejarse a personas de posición social baja. La cortesía, guiada por un poderoso argumento social - el respeto al otro, máxime si es superior en rango social- promueve un nivel de distinción y estilización de las maneras que aleja a la persona de cuántos exhiben maneras groseras y toscas, identificados con los puestos más bajos de la escala social. La cortesía aparece íntimamente ligada a la consideración del rango social de un individuo y ante todo, viene a ser asociada y relacionada con los grupos sociales elevados. Gozando éstos como gozan de elevados niveles de estimación social y honor, precisarán de una conducta distinguida que apuntale y justifique tan elevados niveles. La cortesía, concretada en principios prácticos de buenas maneras, comporta el despliegue público de esos niveles de estimación social y honor y de un modo u otro le es especialmente relevante a los grupos superiores en rango social -la nobleza- para a) demostrar que su alta condición social se corresponde con una alta condición moral expresada en forma de conducta distinguida, pulida y respetuosa, b) afianzar e incrementar el prestigio y estimación social poseídos, c) construir una imagen social como grupo basada en la distinción y el éxito; imagen que contribuye a la constante imitación de los modelos nobiliarios por parte de quienes no son nobles y d) establecer un mecanismo de cierre que impida el acceso de nuevos individuos al estamento nobiliario.

La cortesía bajomedieval determina una modalidad heterocontrolada del comportamiento en la que la observancia de las diferencias y rangos sociales se erige como guía para las buenas maneras. El argumento justificador de cada uno de los preceptos que la cortesía propone a través de los manuales es de naturaleza eminentemente social. Argumentos que pudieran hacer referencia a la salud quedan subsumidos en el argumento social del respeto a lo que socialmente es el prójimo. En la cita anterior podía verse cómo cualquier argumento relacionado con la salud se subordina a dicho argumento social. Limpiarse los dientes, se entiende contribuye a mantener un aliento fresco y unas encías saludables siempre que esta limpieza no tenga lugar en letrinas o en el baño: allí es donde acostumbran a limpiárselos la gente vulgar y de baja posición social. Desde una perspectiva higiénica -y se trata de una conjetura porque en el bajomedievo tal perspectiva es inexistente- que haga de la salud un argumento justificador de las maneras es complicado sostener que la frescura del aliento y el buen estado de las encías puedan depender de que sitios como las letrinas o baños sean los empleados por la gente "baja" para utilizar el mondadientes. Argumentos relacionados con la higiene -tal y como ocurre en una fase más avanzada del proceso de la civilización como pudiera ocurrir en el siglo XIX- no efectúan distingos entre "altos" y "bajos" y proponen pautas de conducta que en nombre de la higiene a todas las personas conviene aceptar. Por tanto, la observancia de prescripciones propuestas por mor de la higiene no son más recomendables para unos que para otros: la higiene obliga y conviene a todos.

En la cita que estoy considerando, el argumento social queda por encima de argumentos higiénicos y así, uno no deberá limpiarse los dientes en letrinas y baños porque eso es lo que hacen los vulgares, los de posición social baja, los que no son corteses. Tras la elegancia, la cortesía y la distinción viene la salud y la higiene. Salud e higiene se subordinan a la exigencia de respetar lo que socialmente es el otro, y por extensión, a la exigencia de mantener el orden estamental con sus diferencias entre grupos sociales. Unas buenas maneras acordes con las normas que establece la cortesía buscan alejarse de lo habitual entre la plebe para aproximarse a lo habitual entre los sobresalientes y distinguidos; buscan acercarse a lo que es corriente entre quienes disfrutan de elevados niveles de estimación social. La cortesía destierra cualquier conducta que empariente a la persona con otras de posición social inferior.

"Tampoco se vende entre ellos [los elegantes] una nuez, una almendra, un higo o un plátano, y no se ofrecen uno a otro una rosa sola, ni un solo loto, ni una almendra sola, porque eso es actuar de forma vulgar e imitar a la plebe" (Al-wassa, 1990: 227).

El criterio de referencia en el gobierno del comportamiento es inequívocamente social. En este último caso se asienta, como añadido, en la convicción de que los seres humanos son cualitativamente desiguales, convicción que constituye la piedra angular de la sociedad estamental en la que se inserta el código de la cortesía.

En conclusión, las buenas maneras que dicta la cortesía se justifican con arreglo a un argumento social: el respeto a lo que socialmente es el otro. El código de buenas maneras de la cortesía se inscribe en un contexto estamental que hace de la natural desigualdad cualitativa de los hombres su principio rector y organizativo. Este principio se traduce en un ordenamiento social que asigna derechos, deberes, funciones y privilegios diferenciales a los distintos estamentos; asignación que debe ser aceptada y respetada. Las buenas maneras son expresión de esa desigual asignación y aceptación del orden social. Respetar lo que socialmente es el otro es respetar el principio de la natural desigualdad cualitativa de los hombres así como acatar el ordenamiento social al que aboca tal principio.

 

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