Verso sobre las acciones impolíticas.
Urbanidad en verso para el uso de las niñas. Las acciones impolíticas.
De ciertas acciones impolíticas.
Delante de otros evita
el vestirte y desnudarte;
las uñas no has de cortarte,
ni a nadie al oído hablar;
tampoco interrumpir debes
al que habla o cuenta dinero,
siendo también muy grosero
lo que otro escribe mirar.
Los pies y nariz no hurgues
ni te suenes con ruido,
y lo que de ella ha salido
es asqueroso mirar.
Los labios y uñas morderte
evita, y desperezarte;
las manos no has de frotarte,
ni los dedos estirar.
Ya estés en pie, ya sentada
mantén el cuerpo derecho,
sin caerte sobre el pecho,
ni la cabeza voltear;
advierte que es de gañanes
saludar dando palmadas,
hablar con pasmarotadas
y a casa instante jurar.
Una sonrisa oportuna
posee cierto atractivo
y muestra un genio festivo
lleno de amabilidad;
al contrario, aquella risa
sin motivo y destemplada
ofende, y es reputada
por una simplicidad.
Delante de otras personas
os abstendréis de rascaros;
y estando en pie, de apoyaros
en algún mueble o pared;
si sentadas os hallareis,
las piernas no estén cruzadas,
y el tenerla estiradas
que es ridículo sabed.
De ignorante y majadera
se acredita quien pretende
censurar lo que no entiende,
o por sabionda pasar.
Se modesta al producirte,
pues nada es tan ofensivo
como el tono decisivo
que una fatua suele usar.
Fijar de hito en hito
la vista en algún sujeto
es sumamente indiscreto
y ofende la honestidad;
pero el extremo contrario
de desviarla enteramente
es una muestra patente
de orgullo o rusticidad.
Tocar objetos curiosos
de su dueño sin licencia
sería tal imprudencia
en un exceso incurrir;
si en tu casa o en las estrapas
dinero por allí vieres,
vuelve la cara si quieres
de la tentación huir.
Desprecia sin enojarte
las chanzas y bufonadas
de gentes mal educadas
cuyo tema es zaherir;
y como tales menguados
hasta el punto no te abajes
de hacer gestos y visajes
o a costa ajena reír.
Jamás desmintáis a nadie
de un modo brusco y grosero
tratándole de embustero,
o que falta a la verdad;
solo se debe en tal caso
manifestar sin maldad
que quizás va equivocado,
y las pruebas alegad.
Siempre que a alguna persona
dirigirte se te ofrezca
no te arrimes que parezca
que la tratas de besar;
hablar con ella jadeando
sería cosa ofensiva,
y su rostro con saliva
guárdate de salpicar.
No envidies las cualdiades
naturales o adquiridas
que otras más favorecidas
sobre ti pueden juntar;
antes bien, si reconoces
un mérito verdadero,
con semblante placentero,
lo tienes que confesar.
Epìlogo.
La niña buena cristiana,
instruída, laboriosa,
cortés, discreta y que goza
de un sensible corazón,
circunstancias atesora
tan nobles y relevantes,
que inspira a sus semejantes
aprecio y admiración.
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