Algunos aspectos del Doctorado Honoris Causa
El doctorado honoris causa mantiene unas mismas constantes, una simbología esencial en toda la universidad española, aunque, pormenorizada, existan diferencias
Simbología universitaria: la concesión del Doctorado Honoris Causa
Primer Encuentro de Responsables de Protocolo y Relaciones Institucionales de Universidad
Esta comunicación nace del intento que, desde hace varios años, se está llevando a cabo para homologar y normalizar las actividades de los responsables del protocolo de los distintos organismos e instituciones de nuestro país. En este caso, tratamos el diseño y la significación de una de las ceremonias más importantes de la institución más antigua que se haya asentada en nuestra sociedad tras la iglesia, la milicia y la corona: La Universidad.
El doctorado honoris causa mantiene unas mismas constantes, una simbología esencial en toda la universidad española, aunque, pormenorizada, existan diferencias de orden que, con los años, a medida que estos actos se complican por la presencia de cada vez mayor número de doctores, o por imposiciones de corrientes más modernas, marcan y crean estilos que pueden llevarnos a la total separación, lo que representaría una dificultad añadida para la recuperación completa y unificada de todos los cauces del protocolo universitario.
Sin embargo, es necesario hacer un esfuerzo por acercar cada vez más las posturas, y que, pese a los matices que la tradición e historia de cada universidad impriman a la ceremonia, los cauces de organización sean iguales a toda la comunidad Académica superior. Porque es en el doctorado honoris causa donde se reúne toda la significación y la iconografía de la Universidad, el acto culminante, más rico y mejor conservado que la tradición de nuestros centros ha mantenido.
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Dado que nuestras instituciones provienen de una sociedad fuertemente sacralizada, podemos entender y estudiar la ceremonia que nos ocupa paralelamente a otras que realiza la iglesia. Diferenciamos distintos aspectos que, en consonancia, dan lugar al doctorado.
1. Personalidades implicadas:
1.1: Protagonistas de la ceremonia: En primer lugar, entendemos que el protagonista básico del doctorado honoris causa es la persona que lo recibe, para cuya investidura se ha organizado toda la acción. Pero no debemos olvidar que, en la vida universitaria, el vértice y dinamizador de todos los eventos es el Rector, encargado de presidir y dirigir con sus palabras la acción de toda ceremonia que aquí se celebre.
1.2.: Los asistentes: En el sentido que indica la Iglesia, son las personas que auxilian a estos protagonistas, y que vienen determinadas por el padrino, el decano de la facultad, y el Secretario General, que, además, actúa como testigo al ser el encargado de dar fe de cuanto ocurra en la investidura y hará público, mediante su lectura, del decreto en el que se ha designado el futuro miembro honorífico del claustro.
1.3.: Los acólitos: Empleando de nuevo términos eclesiásticos, serían los Ujieres, los Maceros y el Maestro de Ceremonias. Aunque la presencia aquí de este último pueda resultar chocante, ya que al fin y al cabo, en la mayor parte de los casos suele coincidir en la figura de un docente, no podemos olvidar que la figura del Maestro de Ceremonias es la evolución del Bedel de la Universidad, y más concretamente del más antiguo de estos bedeles, que guiaba todos los actos académicos.
2. La ceremonia:
2.1.: El preámbulo: Tiene un marcado carácter fuera del acto académico. Es el recibimiento del investido, que como persona invitada es acogido en la universidad, de acuerdo a la peculiaridad académica. Pero no será recibido por el Rector, que estará esperando ya dentro del recinto; sino por personalidades fuertemente relacionadas con la ceremonia, o inspiradores de la misma. Por ello, en el caso de nuestra Universidad se escoge para este menester al vicerrector de Investigación, puesto que, por lo común, el doctorado honoris causa se le otorga a una personalidad que ha descollado en este campo; y al vicerrector de Extensión Universitaria, que es quien mantiene un mayor contacto con el exterior.
2.2.: El prólogo o primer bloque: A su entrada, es recibido en muchos casos, como en la Universidad de La Laguna, por el himno Veni Creator, lo que ahonda en la emanación eclesiástica de la institución, que eran históricamente confirmadas a través de Bulas Papales. Este himno viene a significar la tradicional invocación o imprecación al Espíritu Santo para que acompañe y auxilie; símbolo, además, de la sabiduría en la Iglesia.
2.2.2.: Lectura del Decreto, por el Secretario General, en el que se comunica la concesión del doctorado honoris causa.
2.2.3.: Llamamiento: El Maestro de Ceremonias, acompañado por el Decano de la Facultad y por el padrino, acude al lugar donde espera el doctorando, y que en La Laguna se trata de la Sala de reposo, de donde se parte de nuevo hacia la sesión de investidura. Intervienen aquí los demás acólitos (Ujieres y maceros). En la figura de estos últimos la Universidad simboliza el poder, mediante la maza, y con ellos quiere rendir homenaje a quien ha sido nombrado miembro honorífico del claustro académico. Los ujieres se ocupan de abrir y cerrar puertas o apartar al público que pudiera haberse dispuesto erróneamente al paso de la comitiva, evitando así la actuación en estos menesteres del Maestro de Ceremonias, ayudando a la solemnidad del acto.
2.3.: Segundo bloque:
2.3.1.: Laudatio: El padrino hace públicos los méritos de la persona investida.
2.3.2.: Investidura:
2.3.2.1.: El Rector entrega al nuevo doctor honoris causa los atributos universitarios propios de su nueva dignidad; y que son, concretamente, el Título de Doctor, que certifica su nombramiento; el Birrete, símbolo de la categoría que acaba de adquirir; y el anillo con el Sello, que emana de la necesidad de signar con tal elemento los decretos que cada doctor emitiera, en el pasado.
2.3.2.2.: El Rector anuncia otra serie de atributos, más simbólicos, que se le conceden al recién llegado al claustro, pero que serán entregados por el Decano de la Facultad que lo ha propuesto y acogido. Se trata de el Libro, que caracteriza elementos intelectuales como la sabiduría o el conocimiento; y los guantes, que testimonian la pureza del interesado.
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2.4.: Tercer bloque:
2.4.1.: Lección Magistral: Dictada por el doctorando al incorporarse al Claustro, fundamental para la acogida científica del mismo.
2.4.2.: Juramento: Es el momento más importante, donde el investido adquiere el compromiso para con la universidad que lo recibe en su claustro. Simbólicamente adquiere unas fuertes connotaciones, ya que el interesado adquiere un vínculo por el cual está obligado a defender los derechos y la libertad de la institución, luchando junto con los demás miembros del Claustro por la integridad de la misma.
2.4.3.: Imposición de la medalla: Símbolo distintivo de cada Universidad.
2.4.4.: Bienvenida del Rector: Se trata de un discurso que no tiene por que revestir carácter programático, aunque a veces se aprovecha la oportunidad de la ceremonia para hacerlo de esta forma. En realidad, ha de servir para coronar la entrada del nuevo miembro del claustro, una salutación solemne que persiga que este ingreso se realice en el mayor ambiente de concordia y cordialidad.
2.5.: Conclusión:
2.5.1.: Himnos: Tiene un carácter mucho más secundario. Se escucharán los himnos de la universidad (Gaudeamus), de la nación del nuevo doctor (caso que este no sea español), y el himno nacional. Este último sólo es empleado en caso de celebraciones importantes, visitas importantes, etcétera. Proponemos su utilización como elemento de cortesía en esta ceremonia, dado que la mayor parte de las veces los investidos son extranjeros; y su aparición no puede vedarse tampoco en el caso de que éstos sean españoles.
2.5.2.: Cortejo Académico: De nuevo ha de reunirse el Cortejo para salir del paraninfo, cuestión esta que se está perdiendo en aras de una salida desordenada del claustro una vez terminada la investidura.
2.5.3.: Despedida: A cargo del Maestro de Ceremonias, con las palabras rituales "Descansen vuestras señorías".
Problemas de la ceremonia
En los últimos años, asistimos a la pérdida de parte de la brillantez de este acto académico, sin duda, como ya indicamos, el más importante de cuantos celebra una Universidad. El principal problema viene dado porque, ya sea por cuestiones prácticas e incluso por motivaciones económicas, los doctorados honoris causa se están haciendo en grupos, es decir, invistiendo con la dignidad a varias personas a la vez.
Esta coyuntura hace aún más lento un fasto que lo es por su propia naturaleza. El primer escollo a salvar es evitar el exceso temporal de la ceremonia, dinamizándola por todos los medios posibles. Aunque habría que preguntarse si la unificación en un sólo acto de varios doctorados es correcto, también cabe decir que, en nuestra opinión, caso de que haya que hacerse de esta forma, nunca se ha de exceder el número de investiduras, ya que a partir de 3 ó 4 personas la amplitud de la acción es excesiva.
Pero a causa de esta situación, entendemos que se produce una segunda disonancia, y es la referida a la Lección magistral de los investidos.
Actualmente se dispone de tres fórmulas en la Universidad española para realizar esta parte de la ceremonia. De un lado, la forma tradicional, y quizás la más ortodoxa y correcta, consistente en que todos los doctorandos lean íntegramente sus lecciones. Otras universidades prefieren que sea leído un resumen, y que el texto completo se haga público en una publicación, a ser posible dispuesta ya en las fechas de la ceremonia.
Por último, y desde nuestro punto de vista la menos atractiva y a todas luces incorrecta, también se tiende a que sea uno sólo de los nuevos doctores el que dé las gracias en nombre de todos; solución que priva de un símbolo fundamental a todo el proceso, que refleja la asunción intelectual por parte del Claustro al nuevo integrante del mismo.
También ha ocurrido, y ello ha de llevarnos a tomar rápidamente una postura, que el padrino del futuro doctor honoris causa no posea el rango académico, asimismo, de doctor, situación esta que puede invalidar parte de la ceremonia.
También en el caso de los padrinos, ocurre que es elegida una persona perteneciente al Claustro de una Universidad ajena a la que realiza el nombramiento, elección esta que plantea la dificultad de asimilar el ingreso en una institución de una persona avalada por un extraño a la misma, lo que parece restar la necesaria coordinación de elementos propios a esta investidura.
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Por último, se ha dado el caso de ceremonias de entrega de doctorado honoris causa en las que alguna de las personalidades involucradas en la acción no se hayan revestidos con los hábitos académicos; exceptuando los casos en los que por razones de salud o edad se realizan en lugares ajenos a la Universidad, como viviendas particulares, etc. De nuevo nos encontramos con una cierta incongruencia en lo que a la simbología del acto se refiere, ya que los implicados, y sobre todo aquel que accede al claustro, debe mantener en todo momento el hábito que los reconoce y diferencia como miembros de la Universidad.
Es necesario acabar con estas disonancias, y normalizar las actividades del protocolo universitario, recuperando así el peso de una tradición que durante años nos negamos a entender y aceptar, pero que con el paso del tiempo reconocemos no como un atavismo clasista y fuera de contexto, sino como el reconocimiento de una institución que, en base al progreso de los tiempos y a las nuevas tendencias, está obligada a modernizar sus esquemas y a abrirse a la sociedad, pero sin olvidar las raíces temporales y las realidades históricas de las que emana, y en las que debe mirarse para enfrentarse al futuro con la verdad de la experiencia pasada.
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