
Las comidas. Impropiedades en la mesa. Parte I
El abate Cosson explica una serie de cosas que no se deben hacer en la mesa
protocolo.org
Lección de buenos modales en la mesa: abate Cosson
El abate Cosson, profesor de bellas letras en el colegio Mazzarino, consumado en la enseñanza y arte del latín, griego y literatura, se reputaba por un pozo de ciencia, e imaginaba que un hombre, a quien eran familiares Persio y Horacio, no podía cometer indiscreciones, y sobre todo en una mesa; pero bien pronto quedó desengañado de tal preocupación.
Un día que había comido en Versalles en casa del abate Radonvilleirs en compañía de gente de palacio, caballeros de varias órdenes, gentiles hombres, etc., se alabó de haber manifestado un exquisito conocimiento de la etiqueta y usos recibidos. El abate Delille que se hallaba presente, apostó a que había cometido mil impropiedades.
- ¡Cómo!, exclamó Cosson, yo he hecho lo que todo el mundo.
Te puede interesar: La servilleta. Cómo utilizar la servilleta. Uso de la servilleta en la mesa (con vídeo)
- Es presunción, repuso Delille, pronto se convencerá usted de que no ha hecho nada de lo que han hecho los demás; pero hablemos por de pronto de la mesa. ¿Qué hizo usted en primer lugar de su servilleta al sentarse a la mesa?
- De mi servilleta, como todos los demás. La desplegué, la extendí por delante y la prendí por un ojal a mi vestido.
- Perfectamente, amigo mío, usted fue el único que hiciese eso. Ya no se extiende la servilleta, sino que basta ponerla sobre las rodillas. ¿Y cómo hizo usted para tomar la sopa?
- Como todo el mundo, según creo. Tomé mi cuchara con una mano y mi tenedor con la otra.
- Su tenedor de usted. ¡Dios mío! Nadie toma el tenedor para tomar la sopa; pero prosigamos, y después de la sopa, ¿qué comió usted?
- Un huevo fresco.
- Y ¿qué hizo usted de la cáscara?
- Lo que todos, la dejé al lacayo que me servía.
¿Y sin romperla?
- Sin romperla.
- Pues bien, amigo mío, ya no se come un huevo sin romper después la cáscara. Y veamos cómo pidió usted de beber.
- Pedí Burdeos, Champagne a las personas delante de quienes estaban los frascos de estos vinos.
- Pues sepa usted que se pide vino de Champaña, vino de Burdeos. Dígame usted ahora algo del modo con que comió el pan.
- ¿Y cómo lo había de comer? Cortándole con mi cuchillo.
- Ay, ay, ay, ya no se corta el pan, sino que se rompe. Vamos adelante, y el café, ¿cómo lo tomó usted?
- A buen seguro, que no discrepé en nada de lo que los demás hacían. Estaba abrasando, y yo le derramé poco a poco desde mi taza en el platillo.
- ¡Grandemente! Hizo usted como nadie lo hace. No se echa ya en el platillo y ve usted, mi querido Cosson, que no ha dicho usted una palabra ni hecho un movimiento que sea contra la moda.
El famoso profesor quedó confundido, y se persuadió de que el latín y el griego no bastan, y que el hombre de mundo debe procurarse otros conocimientos, que aunque no sean tan severos, no son menos útiles. Entonces confesó el abate Delille que había aprendido estos pormenores de una mujer de tanto talento y discreción como mundo; y que sin ella hubiera sido por mucho tiempo extranjero en su propia patria.
- La mesa. Parte I.
- La mesa. Parte II.
-
7102
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Hay que evitar en todo caso la soberbia, la avaricia, la obscenidad en las palabras y en los hechos, la ira o cólera, la gula, la envidia, la pereza o poco apego al trabajo...
-
Manifestar siempre en todos los casos una opinión exactamente conforme con la del interlocutor, aun cuando ésta se rectifique, constituye una disposición de ánimo determinada por muy distintas causas
-
En el mundo hay individuos que desempeñan el papel de columnas con la sencillez del que cumple un deber
-
No olvidéis que el desventurado tiene necesidad de hablar de sus desgracias, pues mientras derrama sus angustias en el pecho de los demás siente como se aligera su peso.
-
El decoro no admite medio término entre nuestras acciones y el modo de practicarlas.
-
Burlarse de un anciano es lo mismo que atropellarle, insultarle, y como el ofendido carece de fuerza para pedir satisfacción, resulta que el opresor es un cobarde
-
En la mesa y en el juego es donde más pronto se conoce la buena o mala educación de las personas
-
La imitación cuando es burla no es un comportamiento correcto ni educado. Hay que imitar a las personas urbanas y de buena crianza.
-
En una conversación hay personas que pueden hablar de muchas cosas porque su nivel cultural se lo permite.
-
Al traducir la teoría al terreno de la práctica, al pretender dar cuerpo y forma a las ideas, al intentar convertir en realidad palpable la ficción soñada, surgen y se levantan tropiezos insuperables...
-
Los asesinos que osaban atacar al rey, a cardenales, a obispos, a condes acompañados de mucha gente, y asaltar ciudades poderosas, debían ser formidables para los viandantes particulares.
-
La costumbre de señalar un día para recibir es útil y necesaria. Nada hay más desagradable que dejar las ocupaciones para ir a una casa cuyos dueños están ausentes.