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Discurso de Su Majestad el Rey, Juan Carlos I, al Cuerpo Diplomático. 10 Enero 2.001.

Discurso de Su Majestad el Rey, Juan Carlos I, al Cuerpo Diplomático. 10 Enero 2.001.

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Señor nuncio apostólico,

Señoras y señores embajadores,

Deseo agradecer su presencia en este Palacio Real, un año más, así como las amables y afectuo sas palabras dd decano del Cuerpo Diplomático con motivo del año nuevo.

Siguiendo la tradición, la Reina y yo queremos expresarles nuestros mayores deseos de prosperidad para sus países respectivos, en los albores de este nuevo milenio.

Dejamos atrás un siglo que ha presenciado acontecimientos que han dejado una profunda huella en la historia de la humanidad. Asistimos ahora al nacimiento de otro, con ilusión y renovada esperanza en la capacidad del ser humano para superar las dificultades y construir un mundo en el que imperen la libertad, la paz y la justicia.

España, vieja y antigua nación de occidente, inicia su andadura en este milenio con la ambición de asumir mayores cotas de responsabilidad en el mundo. La modernización experimentada en los últimos 25 años es un estímulo para desempeñar un papel aún más activo, tanto en los escenarios tradicionales de nuestra acción exterior como en otros ámbitos menos frecuentados.

El año que acaba de concluir ha deparado importantes y trascendentales innovaciones en el escenario europeo.

Partiendo de los importantes objetivos ya cumplidos, España desea compartir nuevas tareas con sus socios comunitarios para asegurar a nuestro continente el papel relevante que está llamado a desempeñar en el siglo que comienza.

Las transformaciones que Europa debe emprender en los próximos años nos obligan a desplegar todas nuestras energías en pro de objetivos más exigentes. La agenda europea nos ofrecerá numerosas ocasiones para ello.

La preservación del modelo social europeo, la construcción de la Europa de los ciudadanos y el desarrollo de una política exterior y de seguridad común serán aspectos importantes de la identidad europea del mañana, con los que España está plenamente comprometida.

En los años venideros, nuestro continente aborda la tarea fundamental de la ampliación.
 
España, que hubo de emprender en su día transformaciones y adaptaciones inevitables, entiende la importancia y la magnitud de esta ilusionante empresa para los países candidatos.

La ampliación constituye, sin ningún género de dudas, la nueva frontera de la política de España en Europa y nos plantea el desafío de conseguir un doble resultado.

Por un lado, que aquélla sea efectivamente un éxito y cumpla con la misión histórica de lograr la integración política del continente. Por otro, que permita incrementar el contenido de nuestras relaciones políticas, económicas y culturales con los futuros miembros y reforzar así nuestra presencia en dichos países.

Nos aproximamos a un momento fundamental para España como Estado miembro de la Unión Europea, que es la Presidencia española del Consejo en el primer semestre del año 2002. Se tratará de la tercera presidencia que le corresponde a España, y esta vez además estará marcada por los importantes retos que la agenda europea establece, y a los que me he referido.

Al abordar la dimensión europea de España, deseo destacar la importancia de las relaciones con otros países no integrados en la Unión. Quiero subrayar en particular el compromiso de toda la sociedad española con la pacificación de los Balcanes, en nuestro empeño por lograr que la democracia, la seguridad y la libertad imperen en nuestro continente.

En el pasado año hemos podido contemplar con gran satisfacción cómo las relaciones de España con los países de Iberoamérica se han estrechado notablemente alcanzando un nivel sin parangón en el pasado.

A la proximidad entre democracias, favorecida por una lengua y una cultura comunes, se ha venido a sumar una intensa relación económica, propiciada por una impetuosa corriente de inversiones que ha convertido a España en el primer inversor mundial en muchos países de la región. La Comunidad histórica y cultural iberoamericana se ha visto pues fortalecida con un pujante componente económico, expresión de la apuesta española por el Muro de la región.

España manifiesta su total disposición para colaborar plenamente con Iberoamérica en toda circunstancia y quiere manifestar, una vez más, su compromiso con la paz y la estabilidad de la región. Asi mismo, desea y confía en que durante el año 2001 se afiance la democracia en todos los países iberoamericanos a través de los procesos electorales previstos.

Las Cumbres Iberoamericanas continúan afianzándose como el instrumento en el que cristaliza nuestro sentido de Comunidad. Ahora que inician su segunda década, es hora de hacer balance y de preparar los planes que permitan a las Cumbres adentrarse en el siglo XXI. En esta tarea será decisivo el papel que desempeñe la Secretaría de Cooperación Iberoamericana.

Desde su condición de miembro de la Unión Europea, España seguirá con atención los procesos de integración en Iberoamérica.

Saludamos particularmente las iniciativas para avanzar en la construcción de MERCOSUR. Desde esta orilla del Atlántico, España seguirá destacando la existencia de una comunidad de valores entre Europa e Iberoamérica que es preciso reforzar.

La lengua española sigue consolidándose en el mundo. Cuarta lengua por número de hablantes, es la segunda por su grado de internacionalización. España seguirá apostando por la expansión de la cultura en español y dando su respaldo a las numero sas universidades e instituciones que contribuyen a su conservación y promoción.

España otorga una gran importancia a sus relaciones con los países mediterráneos por razones históricas y geográficas.

Debido a ello, impulsó en su momento un proceso de diálogo y cooperación que cristalizó en la Declaración de Barcelona, cuyo quinto aniversario se ha celebrado recien temen te. Consolidar un marco de cooperación en dicho ámbito constituye un objetivo importante de la política exterior de España en el año que comienza.

Este diálogo euromediterráneo debe contemplar asimismo una incorporación más activa de la sociedad civil, creando una nueva dinámica de relación entre nuestros pueblos.

El proceso de Paz en Oriente Medio constituye otra cuestión del máximo interés para España, que no ahorrará esfuerzos para facilitar el diálogo entre las partes y el cese de la violencia en la zona, manteniendo una posición acorde con el marco establecido por Naciones Unidas, la Conferencia de Madrid y los Acuerdos de Oslo.

España se plantea una participación más activa en los grandes temas de la agenda política de Africa Subsahariana y un mayor compromiso en la construcción de la paz, la lucha contra la pobreza, la integración regional y la prevención de enfermedades. Será necesario concretar las acciones y los instrumentos para conseguir una activa presencia en esta zona.

España está firmemente decidida a dar un impulso a sus relaciones con los países de Asia/Pacífico.

El Plan Marco para Asia/Pacífico para el periodo 2000-2002 pretende ser un instrumento para el acercamiento y la intensificación de las relaciones en el ámbito político, económico, comercial, científico y tecnológico, y en el terreno cultural.

Con Estados Unidos se ha iniciado un proceso de profundización de nuestras relaciones. Durante años éstas se han centrado, en gran medida, en el ámbito de la defensa. En la actualidad, es necesario incorporar nuevas áreas de colaboración, en campos como el tecnológico, el cultúral o el de la cooperación en las instituciones financieras.
 
La comunidad hispana en EE UU merece una especial mención. Sobre la base del pasado histórico común, España quiere revitalizar los vínculos culturales con la misma. Iniciativas como la apertura de distintos centros del Instituto Cervantes en Estados Unidos o la recuperación del legado español en el oeste del país, ayudan a reactualizar ese pasado y a proyectarlo hacia el futuro.

La política exterior de España mantendrá su compromiso con la paz y los derechos humanos.

En el ámbito de las Naciones Unidas, ello implicará la prosecución de nuestros esfuerzos para llevar a buen puerto la campaña para la elección de España como miembro del Consejo de Seguridad en el bienio 2003-2004, así como una mayor actividad en asuntos humanitarios y un refuerzo de la presencia de España en instancias relacionadas con el medio ambiente y el desarrollo sostenible.

Los derechos humanos continuarán siendo uno de los ejes directores de la acción exterior de España. Desde el 1 de enero de 2000 hasta el 31 de diciembre de 2002, España será miembro de pleno derecho de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Desde esta posición, continuará su compromiso en pro de la mayor exigencia internacional en el respeto de los derechos humanos. Ejemplo de ello es la firma y ratificación del estatuto del Tribunal Penal Internacional. Asimismo, España está llevando a cabo en los foros internacionales una campaña decidida en relación con la abolición de la pena de muerte y la erradicación de las minas antipersonales, en cumplimiento de la Convención de Ottawa.

La inmigración constituye un fenómeno trascendental que apela a un esfuerzo integrador por parte de los países de acogida y, al mismo tiempo, obliga a actuar sobre las causas que están en la base de los flujos migratorios, mediante políticas solidarias y comprometidas que favorezcan el desarrollo de los países de origen.

La política de cooperación al desarrollo constituye, a la luz de las necesidades acuciantes de numerosos países, un instrumento fundamental. En ese sentido, España recientemente se ha dotado de su primer Plan Director de la Cooperación para el periodo 2001/2004. Reforzar la política de cooperación es, sin duda, un imperativo tanto moral como político de nuestra sociedad.

La mayor responsabilidad de España en la escena internacional supone también proseguir el esfuerzo para mantener nuestra contribución a la seguridad colectiva y a las opera ciones de mantenimiento de la paz, como hacen nuestras tropas en los Balcanes. La modernización acometida por nuestras Fuerzas Armadas permite que España posea un eficaz instrumento para cometer esta ambición.

Señor nuncio apostólico, señoras y señores embajadores,

El simbolismo que encierra el inicio de un nuevo siglo, resulta una ocasión propicia para formular proyectos que permitan edificar el orden internacional libre y próspero que todos anhelamos. Su presencia aquí, como enviados de tantos pueblos y naciones, me permite invocar el espíritu de concordia y fraternidad que nos une a todos, en nuestra diversidad.

Por ello, formulamos votos fervientes por la prosperidad y ventura de todos los países del mundo y por la felicidad personal de cuantos nos acompañan en esta ceremonia del Año Nuevo.

Muchas gracias.

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