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Carta de un padre a un hijo que desea establecerse en América.

Carta de un padre a su hijo que abriga deseos de pasar a establecerse en América.

Novísimo manual epistolar o colección completa de cartas familiares y de comercio
Se lee en 3 minutos.

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Carta de un padre a un hijo que desea establecerse en América.

Sr. D. Fortunato Lacruz.

Cartagena.

Badajoz 1.º de setiembre de 185..

Hora era ya, hijo mío, de que pensases en tomar una resolución acerca la carrera que te conviene emprender. Has llegado a una edad en que el tiempo es muy precioso y cuya pérdida aunque más tarde sentida, nada del mundo es capaz de indemnizar.

Durante ios hermosos años de la juventud, el hombre laborioso y aplicado es capaz de todo; durante este tiempo siembra, por decirlo así, las semillas que más tarde pueden darte copiosos y riquísimos frutos. Veo en tu carta que has llegado a conocer esta verdad, y a este objeto me propones tu marcha y establecimiento en América. Esta determinación, cuando no unos grandes deseos de hacer una rápida fortuna, como es creido por los que van a nuestras Antillas, suponen un genio emprendedor y muy poco miedoso. Ninguna de ambas cosas disgusta a tu padre, porque las dos son poderosos móviles para adelantar; pero no basta esto solamente, es preciso mucha confianza en sí mismo y un apoyo seguro y constante, si se quiere tener todas las garantías de un buen éxito.

Supón tú que te doy licencia para que vayas conforme tus deseos a esas Antillas tan hermosas hoy a tus ojos; supón también que llegas allí bueno y salvo después de una larga travesía, que te prueba el clima, en fin que sales libre de las mil pruebas a que se ve sujeto el europeo que pasa a América. Mas hasta ahora no habrás logrado más que una tercera parte de lo que es necesario obtener.

Enhorabuena que vayas previsto de algunas cartas de recomendación ¿sabes tú si esos amigos a quienes vas dirigido querrán o podrán servirte? Y en caso que lo hagan ¿te acomodarán sus proposiciones, te sujetarás bajo un clima ardiente y peligroso a las fatigas, sean de la clase que fueren, a que tendrás tal vez que someterte? Y si no obtienes ninguna clase de colocación, si no te es permitido entrar en el oficio, arte o carrera que tú desearas, si en esto caes enfermo, si en fin experimentas un contratiempo, sea de la clase que fuere, ¿tendrás suficientes fuerzas para resistirlo o los recursos necesarios para sobrellevarlo?

Antes de tomar semejante resolución, muy arriesgada en mi concepto, preciso es meditarlo mucho, hijo mío. Ahora estás cerca de tus padres y parientes que velan sin cesar por tí; no seria ya lo mismo cuando te hallases a muchos centenares de millas de distancia; tú eres joven, y aunque no te falta alguna instrucción, no tienes suficiente experiencia del mundo para conocer las consecuencias de tu empeño.

En fin, veamos de que clase serían esas recomendaciones de que me hablas en tu carta; tal podrían ser ellas que desvaneciesen mis fundados temores, porque a pesar de lo que llevo dicho no creas sea mi ánimo contrariar tus deseos, mientras estos puedan proporcionarte tu felicidad, a cual logro se encaminan los consejos de tu padre.

Severiano Lacruz.

 

Nota
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