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Los dirigentes chinos tienen mujer.

Noticia sobre el tratamiento de la mujer china que aflora para las normas de protocolo internacional.

El Mundo
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El protocolo internacional saca a la luz a las esposas de los mandatarios.

Las exigencias del protocolo internacional han conseguido romper con una de las tradiciones comunistas: la ausencia de las esposas de los dirigentes chinos en los actos públicos. Poco a poco, los líderes han empezado a sacar a sus mujeres, aunque, a veces, la tarea de éstas pueda convertirse en algo ingrato. Wang Yeping, la esposa del presidente Jiang Zemin, ha recibido todo tipo de críticas durante su visita a Hong Kong con motivo del primer aniversario de su integración en China.

Los diarios hongkoneses han estimado que la primera dama necesita los consejos de un estilista para encerrar en el armario sus chillones trajes de chaqueta y descubrir los secretos del maquillaje y la permanente. «Si se quedase en casa, bueno, podría pasar. Pero el problema es que ella representa a China junto a su marido y que debería cambiar un poco su estilo», ha comentado el modisto William Tang en el South China Morning Post.

Secreto de estado.

En su descargo, la esposa del jefe del Estado podría recordar que no ha tenido tiempo para prepararse a lo que supone enfrentarse a las cámaras del mundo entero y que no se revoluciona una imagen a los 72 años. La carrera internacional de Wang Yeping comenzó apenas hace tres años, en 1994, con un viaje a Francia con su marido. Las informaciones sobre su persona forman parte del secreto de Estado: simplemente se sabe que nació en Shanghai, donde se diplomó en el Instituto de Lenguas Extranjeras, y que estuvo empleada en el Ministerio de Industrias Mecánicas hasta su jubilación, en 1986. «La tradición comunista china no tiende a valorar a la mujer de un dirigente», explica un sinólogo occidental.

«De hecho, los escasos precedentes más bien disuadirían a los responsables de dar demasiada importancia a su esposa», añade. La sola mención de Jiang Qing, la mujer de Mao Zedong, aún suscita sentimientos de odio entre la mayor parte de la población china, 10 años después de su suicidio en una prisión de Beijing. «Jiang Qing sigue siendo la encarnación de la mujer ambiciosa que consigue una gran influencia sobre su marido y que se sirve de ella para saldar viejos rencores», observa el sinólogo. El matrimonio de Mao, en terceras nupcias, con Jiang, una cabaretera de Shanghai, escandalizó tanto a sus camaradas comunistas que estos le hicieron prometer que no aparecería nunca en las grandes festividades. Una promesa que Jiang les haría pagar muy cara.

Dulce abuelita.

En comparación, la esposa de Jiang Zemin «lo tiene todo para dar confianza: su sonrisa y su aspecto de dulce abuelita que humanizan a su marido», destaca el sinólogo, quien subraya que el régimen sigue siendo cauteloso ante la aparición de nuevas Jiang Qing. En 1996, las pretensiones de la elegante Zhu Lin, esposa del primer ministro Li Peng, de dirigir la secretaría de su marido le valieron una autocrítica ante los caciques del régimen, según varias fuentes bien informadas.

Preocupado por dar ejemplo de la lucha contra la corrupción, el propio Jiang Zemin hizo un llamamiento a principios de año a los dirigentes chinos a «mostrarse estrictos hacia sus parejas e hijos al impedirles que abusen del poder oficial y de su influencia». La discreción de la primera dama refleja hábitos bien anclados. «Cuando invitamos a nuestros socios chinos a una recepción con sus esposas, nos advierten de que ellas no vendrán», cuenta la responsable de relaciones públicas de un grupo europeo. «Temen que la falta de elegancia de sus mujeres les haga caer en el ridículo y que no sean serias en sus discusiones», añade.

 

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