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La Cortesanía en general. I.

Actos inurbanos o molestos a los presentes.

Melchor Gioja. Refundido por Juan Cortada. 1866
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CORTESANíA GENERAL.

Actos inurbanos o molestos a los presentes.

Tal vez se da entre las espinas un fruto silvestre, que es al paladar insípido o amargo; pero el injerto y el cultivo lo despojan de las espinas, y lo convierten en dulce y sabroso: he aquí la imagen de la civilización. Es un ramo de ella la cortesanía, la cual consiste en el arte der modelar, la persona, las acciones, los afectos y las palabras de modo que nos granjee la estimación de los demás dentro de los límites de lo honesto y de lo justo.

La cortesanía, pues, no es cual algunos opinan, un ceremonial convenido: sus preceptos no dependen de los variables caprichos de la moda y del uso, sino de los afectos del corazón humano, que pertenecen a todos los tiempos y lugares. Esto se comprende con solo considerar los motivos por los cuales ciertos actos son calificados de corteses, y otros condenados como inurbanos.

No negaremos que en el código de la cortesía haya prácticas arbitrarias y convencionales, como las hay en los civiles; pero la mayor parte de sus preceptos se dirigen a evitar sensaciones incómodas, o memorias aflictivas, o a producir ideas agradables o satisfacciones morales. Es por ejemplo un uso convencional, que tiene por objeto evitar disputas, el de que cada uno camine por la acera de su derecha, pues al fin no sería más ni menos cortés tomar la de la izquierda. Cuando se va a caballo en compañía de otra persona de mas representación la cortesía ha establecido el uso de que el inferior le ceda el lado derecho y vaya uno o dos pasos detrás; mas si el camino fuese resbaladizo o malo hacia la derecha, el inferior debe tomarla, y si el aire arrojase el polvo al rostro del superior, entonces el inferior debería pasar adelante.

Por la misma razón el inferior será el primero en tentar el vado de un río y en atravesarlo, tanto para servir de guía al superior, como para no arrojarle encima el agua o el barro que levante el caballo; mas si estas y otras acciones pueden calificarse de convencionales, por más que las dicte la consideración debida a los superiores, la mayor parte de las que ordena o prohibe el código de la cortesía son esenciales y fijas, sin dependencia de los caprichos del uso.

A está clase pertenecen los actos molestos a la sensibilidad ajena. Las náuseas, el fastidio, la repugnancia y el disgusto que nuestras acciones causan a los presentes, provienen de dos orígenes principales. El primero provoca estas ingratas sensaciones con una acción inmediata sobre los sentidos: como por ejemplo; las náuseas que causa en nosotros un mozo de cuadra que viene impregnado de olor a estiércol y a caballos.

El segundo produce casi el mismo efecto con la acción de la fantasía provocada por un simple acto o dicho, Así se nos revuelve el estómago al leer que los negros de la bahía de Saldana se adornan el cuello con los hediondos intestinos de las bestias que han muerto o que encuentran ya muertas en los bosque. Las náuseas que sufrimos en tales casos provienen de un juego de la fantasía, la cual nos coloca en el caso de aquellos negros, y casi nos hace notar el hedor de aquellos fétidos collares.

En general, como nadie ignora, es tal la índole del hombre, que a manera de espejo reproduce en sí mismo las sensaciones que supone en los otros, y experimenta un placer o un disgusto análogos si no hay afectos extraños que se opongan a ello: y por esto sentimos dentera al ver que otro come cosas agrias, la sonrisa asoma a nuestros labios cuando vemos que alguno se rie, y estamos tentados a llorar al ver las lágrimas ajenas.

Cuando digo actos molestos a la sensibilidad ajena, no trato de indicar y proscribir tan solo aquellas acciones que molestan inmediatamente los sentidos de otro; sino también los que por ley general de la fantasía despiertan en el ánimo una sensación ingrata.

Entre los sentidos que producen en la imaginación conmociones fuertes, rápidas y numerosas, ocupan un lugar principal los ojos, pues son aquellos por los cuales pasan más aceleradamente al ánimo, el placer o el disgusto, el desprecio o la estimación, la aversión o el amor.

Los actos inurbanos relativamente a la vista porque provocan náuseas en el que los presencia, son: Urgarse con los dedos la nariz u las orejas. Sacar de la boca restos de lo que se ha comido. Mirar al pañuelo después de haberse sonado. Escupir en el suelo y más todavía en los muebles. Echar una pierna sobre un muslo y andarse tocando el pié o el calzado. Y además otros muchos que presentan a los ojos la apariencia o traen al entendimiento la imagen de la suciedad, y que no pueden indicarse sin causar náuseas a los lectores.

La industria que se ha ocupado en mejorar la construcción de las chimeneas, no solo consiguió un ahorro en el combustible, sino que echando el humo fuera de la estancia, conservó la vista a los habitantes y la limpieza a las paredes, además de alejar de los vestidos exhalaciones repugnantes.

 

Nota
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