Higiene popular y doméstica
La higiene sirve para conservar la salud, prolongar la vida, perfeccionar la constitución del hombre, y preservarle de las enfermedades
Higiene popular y doméstica
Aquella urbanidad
La higiene sirve para conservar la salud, prolongar la vida, perfeccionar la constitución del hombre, y preservarle de las enfermedades.
La importancia de la higiene se comprende desde luego con solo indicar su objeto. Ella vela por el hombre desde que ve la primera luz; antes todavía, desde que empieza a desarrollarse en el seno de la madre; le acompaña en el áspero camino de la vida; aparta cuantos obstáculos puedan oponerse a su paso, y le proporciona una muerte lejana, feliz y tranquila.
Ventajas de la higiene
El que observe los sanos preceptos de la higiene verá deslizarse su existencia entre los goces y los placeres, llegará a una edad avanzada, y morirá en un sueño dulce y reposado.
Por el contrario, el que por ser avaro de esos goces y placeres desoiga los prudentes avisos de la higiene, abuse de la naturaleza, y se cree apetitos ficticios ese perecerá en la flor de sus días, después de muchas horas de sufrimiento, y en medio de una espantosa agonía.
Todos estiman mucho su conservación; pero muy pocos son los que cuidan de ella. El que se ame, pues, verdaderamente a sí mismo, que cumpla con los preceptos de la higiene.
La naturaleza tiene sus leyes, y nadie puede impúnemente infringirlas; la higiene no es otra cosa que el intérprete de la naturaleza. ¡Desgraciado del que se atreva a despreciar su voz amiga! En su misma falta llevará su mayor castigo.
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La higiene es una ciencia
La higiene es una ciencia divina: Dios la consagró en la ley que dio al pueblo hebreo por medio del profeta Moisés; allí están sus principales fundamentos.
La higiene es una ciencia religiosa, y hasta Confucio y Mahoma mandaron observar a los creyentes sus máximas, como otros tantos decretos del cielo.
La higiene es una ciencia social y política; no hay apenas un legislador, desde Licurgo y Solon hasta nuestros días, que no hayan impuesto a sus súbditos, como deberes imprescindibles, las reglas higiénicas.
La higiene es más que una ciencia; es uno de nuestros instintos. El salvaje que, por estar más en comunicación con la naturaleza, no quebranta sus leyes, es sano, fuerte, vigoroso y robusto; desconoce las enfermedades, y cuenta luengos y dilatados años de existencia. Pues bien, ese salvaje ignora la ciencia; pero se conduce por sus impulsos interiores, y de este modo pratica, sin saberlo, las sabias medidas que prescribe la higiene.
La civilización ha alterado, para llevar adelante sus fines, las condiciones naturales del hombre; pero la soledad no es incompatible con la naturaleza; por el contrario, las dos son hermanas y pueden caminar unidas; la higiene es la encargada de que esta unión se verifique, sin perjudicar a ninguna de ellas. A nadie es, por consiguiente, más necesaria la higiene que al hombre asociado con sus semejantes.
Todos los sexos, todas las edades, todos los caracteres, todas las clases, todas las profesiones, todas las categorías, todas las fortunas tienen necesidad de la higiene.
Cuanto existe y rodea al hombre entra en el dominio de la higiene: la tierra que pisa, el techo que le protege, el aire que respira , el alimento que le nutre, la luz que le alumbra, el calor que le vivifica; en una palabra, cuanto sirve para su existencia. Tales son las materias de que se ocupa la higiene.
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