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El arte de saber vivir. La sociedad. Parte tercera.

Al entrar en el mundo debemos tener la convicción de que entramos en un ambiente honrado, en el cual los actos no siempre están de acuerdo con las máximas.

Arte de Saber Vivir - Prácticas Sociales. Ed. Prometeo
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La sociedad.

Pues bien, en la sociedad se encuentran muchos hombres y muchas mujeres que comprenden el deber como el viejo puritano. Cierto es que hay otros que no observan la misma conducta, pero saben que hacen mal aunque su posición social sea buena y el mundo se muestre muy indulgente con ellos. Si bien se observa, en los círculos y los salones donde concurren les sonreirán acaso amablemente, pero bajo esta sonrisa se descubre un rasgo de conmiseración o desprecio, espectáculo bastante triste y tan común, que no hay más que volver los ojos para encontrarlo.

Es engañar a la juventud o educarla mal no decirle que la sociedad vive sobre un fondo de moral muy sólido y que contra los que faltan a ella tarde o pronto ejerce sus más justas severidades.

Puede recibir a los culpables y hasta infames cubiertos por su fortuna o su rango; pero esto no influye sobre la posición inferior que les asigna la consideración pública.

Al entrar en el mundo debemos tener la convicción de que entramos en un ambiente honrado, en el cual los actos no siempre están de acuerdo con las máximas; pero sabiendo que el mal es mal, se respeta el honor y se sostienen los caracteres legales. Perdonará mucho la sociedad a la juventud indudablemente; pero sin embargo, no confiemos en esta indulgencia ni abusemos de ella, porque no tardará mucho en pedirnos cuenta de nuestros actos si no empleamos todos los refinamientos de la elegancia, el buen tono y la conducta recta para no temer a sus justas sentencias.

"Hay que elegir con tino las relaciones que se han de contraer y las que se han de evitar"

Se ha dicho que el mundo era un ambiente honrado, mas no todo es bueno en él.

Hay que elegir con tino las relaciones que se han de contraer y las que se han de evitar. En general, la compañía de los buenos y de los malos se admite insensiblemente. Jamás ha de sufrirse que en nuestra presencia se ataque o se pongan en ridículo las verdades que sirven de base a la sociedad y a la moral; los hombres deben imponer silencio a la corrupción, de cualquier forma que se presente encubierta; las mujeres deben alejarse y condenar con la mirada cualquier cosa que digan en este sentido.

Entremos ahora en algunos detalles. A pesar de la igualdad impuesta por las costumbres y dictada por las leyes a todas las clases sociales, no se encuentran los mismos hábitos ni las mismas formas de lenguaje, y es probable que pase mucho tiempo antes de que lleguemos a la igualdad perfecta pregonada por algunos sociólogos. Mientras las cosas estén así, cada hombre, y con mayor razón cada mujer, solo deben constituir su sociedad con personas de condiciones asimilables a las suyas, si bien tratando siempre de elevarse con discreción a las regiones más altas; descender valdría tanto como hacer una renuncia.

En el círculo en que se ha nacido y se ha perfeccionado la educación es donde más conviene vivir, porque allí es donde nos encontramos más a nuestro gusto y brillarán con más intensidad las cualidades de que nos han dotado la Naturaleza y el trabajo. En otra parte tal vez estaríamos bien; pero sobre todo las mujeres se hallarían un poco extrañas por no encontrar la cortesía y el lenguaje a que están acostumbrados. Por mil accidentes, sin embargo, puede una persona encontrarse en esa esfera, y en tal caso, ha de procurar no mortificar con el rigorismo presuntuoso de sus maneras a las personas que solo han de pensar en agradarlas. No ha de tomarse jamás la actitud de "honrarlas con nuestra presencia"; esto sería ridículo, y además, podría inducirlas a humillarnos.

Hay que mostrarse dignos, pero cariñosos y amables, y ninguna ocasión mejor para desplegar esa gracia que engendra la buena educación. Si, por el contrario, se va a salones pertenecientes a clases más elevadas, hay que tratar, ante todo, de dominar el temor que puedan inspirar, a fin de guardar la mesura y probar la suficiencia que se posee. No debemos ofendernos por nada, y pensar que del comportamiento que se guarde depende el sitio que se ocupará; este sitio será encantador si se siguen los consejos apuntados suficientes por sí solos para servir de pauta en la buena sociedad; pero además de esto, entraremos en los minuciosos detalles necesarios a la vida en un medio distinguido y elegante, en otros artículos de este portal.

 

Nota
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