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Elegir el momento adecuado para fumar. ¿Cuándo se puede fumar?

Lo primero, tener consideración con las personas que nos rodean

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Fumando un cigarrillo
Fumar. Fumando un cigarrillo

Fumar, una cuestión de prudencia, respeto y consideración hacia los demás

Cuando nos encontramos invitados en una casa es posible que nos den ganas de fumar en cualquier momento: mientras charlamos con otros invitados, cuando estamos almorzando o cenando, cuando estamos tomando una copa, etcétera. Como sabemos que el acto de fumar suele ser una molestia para muchas personas, hay que saber el momento oportuno para fumar, sin olvidar las normas de la buena educación y la cortesía debida.

Lo primero, debemos tener consideración con las personas que nos rodean. Hay que tener en cuenta que siempre prevalecen los derechos del no fumador (y cada vez más, incluso por ley). Ello no quiere decir que no haya una cierta capacidad de tolerancia y de diálogo.

Antes de encender un cigarrillo (o un puro habano) debemos pedir permiso a todos los que están a nuestro lado (generalmente se pide permiso al dueño de la casa, pero por cortesía también a las personas que nos rodean). Si éstos aceptan, debemos ofrecer tabaco a todos los presentes, por si alguno de ellos fuma y acepta nuestra invitación.

Si nos encontramos en un sitio muy pequeño, o con niños, personas mayores o mujeres embarazadas lo mejor es que nos olvidemos de pedir permiso. No debemos fumar bajo ningún concepto. Tendremos que buscar otro sitio para fumar.

Cenicero con un cigarrillo
Cenicero. Cenicero con un cigarrillo

Si nos van a presentar a alguna persona no es demasiado correcto acercarse fumando, es mejor que apaguemos el cigarrillo o bien que lo dejemos apartado un momento en un cenicero o que alguien cercano nos lo sujete.

Las cenizas y las colillas siempre deben ir a los ceniceros, nunca tirarlas al suelo, dejarlas entre las plantas o en cualquier otro lugar. Hay que utilizar los ceniceros que para eso están.

Aunque veamos ceniceros, lo mejor es preguntar si se puede fumar. Ya hemos contado en otro artículo de esta web esta anécdota -que ahora volvemos a repetir-:

"Una persona acude a un monasterio a pasar unos días de retiro y durante un paseo por el claustro pregunta si se puede fumar. El Abad del monasterio le dice que no se puede. Esta persona, al ver que hay ceniceros, le pregunta de nuevo: y entonces, ¿para qué hay ceniceros?, a lo que el Abad le responde -con cierta ironía-: para los que no preguntan".

Si estamos sentados a la mesa no se debería fumar hasta después del postre. Aunque tengamos muchas ganas de fumar lo correcto es no pedir permiso antes de los postres. No sería muy correcto fumar entre plato y plato de una comida.

Si el anfitrión nos ofrece tabaco, obviamente suele ser una señal inequívoca de que se puede fumar en ese momento y en esa estancia. No obstante, podemos preguntar a nuestros compañeros de mesa, de tertulia o de aperitivo si es una molestia para ellos.

Cuidado al echar el humo, no hay que hacerlo en la cara de otras personas o cerca de ella.

Al igual que con los cubiertos, no gesticular con un cigarrillo, un puro o un cigarro habano en las manos. Puede molestar e incluso quemar a otra persona.

Si otras personas de nuestro lado fuman les podemos ofrecer fuego (siempre a los fumadores de cigarrillos, los de cigarros habanos los encienden los propios fumadores). Se ofrece fuego primero a las señoras, luego a los caballeros de más edad y por último encendemos nuestro propio cigarrillo. Si nos ofrecen fuego, lo agradecemos y lo aceptamos.

Un último consejo: para evitar todas estas situaciones lo mejor es no fumar. Nuestra salud nos lo agradecerá (y seguramente nuestro bolsillo).

 

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