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J. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN REFLEXIVA: Autoavuda y cuidado del Yo. II.

Autoayuda y cuidado del yo. La civilizaciópn del conocimiento.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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En condiciones democráticas e igualitarias, aquel consenso y respaldo legal son inviables, de tal modo que las buenas maneras se convierten en un repertorio aséptico de normas que no pueden fundamentarse en la primacía de ningún grupo social. En la actualidad, ideas como la de igualdad, tolerancia o el reconocimiento de formas de pensar plurales convierten en un sinsentido cualquier supuesta superioridad de un grupo social sobre otro. Por tanto, la superioridad de la nobleza, mostrada al mundo -entre otros modos- gracias a sus modales ya no es una superioridad verosímil y sustentable. Y así, la superioridad de sus maneras también resulta anulada. Téngase en cuenta que en un universo social democrático e igualitario como el nuestro cualquier precepto sobre buenas maneras que sea de carácter impositivo corre el riesgo de ser rechazado generando una visión de los modales pulidos como autocensura sobre la conducta sin una justificación convincente por detrás. Así, hoy, las buenas maneras desprovistas de su trasfondo moral -trasfondo que se adivina en su pretensión de lograr una sociabilidad pacífica o en su propósito de fortalecimiento de los vínculos sociales o en su intento del ordenamiento interior de la persona- vienen a ser concebidas como un conjunto de normas teóricamente basadas en el sentido común, en principios higiénicos o de autorrespeto que hacen soportable la convivencia entre las personas (Naval, Iriarte y Laspalas, 2001:92). Más allá de eso, se convierten en sinónimo de formalismo, arbitrariedad, capricho o conducta hueca.

El proceso de informalización también tiene mucho que ver con el ocaso de las buenas maneras. Por informalización entiende Cas Wouters un modelo de manejo de las emociones e impulsos otrora censurados que permiten a la persona su expresión sin vergüenza o temor a perder el control sobre ellos (Wouters, 1998:199; 1986:2 y ss.). Este control no se ejerce ahora en virtud de disposiciones autoritarias, o del miedo al ataque físico o de una posible degradación social sino que es un control reflexivo. Este control reflexivo permite la emergencia y expresión de emociones e impulsos relacionados con cuestiones controvertidas y censurables como la violencia, la sexualidad, la intimidad o la subjetividad de la persona. Así, se produce una apertura al disfrute de emociones o impulsos antes confinados entre bastidores y una búsqueda de la excitación sin que llegue la persona a perder el control sobre sí misma. Éste aflorar de emociones e impulsos antes censurados que pueden hacerse visibles en virtud de un control reflexivo aparece en diferentes formatos y escenarios sociales: Películas de éxito como "Pulp Fiction" o "Reservoir Dogs" de Quentin Tarantino, "Asesinos natos" de Oliver Stone; el auge del cómic y el cine manga y gore, la novela de Easton Ellis "American Psycho", los filmes eróticos o pornográficos, la visibilidad de los sex-shops en la calle, la normalización del top-less en la playa, los "talk-shows" televisivos de confesiones íntimas, el desvelo de la intimidad en la prensa rosa, el "descontrol" juvenil, el "botellón" y los publicitados deportes de riesgo son manifestaciones de este proceso de informalización. Tras estos ejemplos puede verse esa informalización, que en su versión trivializada puede ser conceptualizada en términos de relajamiento de las buenas maneras, en términos de pérdida de valores o en términos de puro descontrol. Sin embargo, ese relajamiento de maneras puede ser entendido como expresión de emociones e impulsos que regresan a escena tras caer bajo el anatema del silencio. Quizá ello pudiera transmitir la sensación de que estamos ante un comportamiento desordenado o falto de compostura. Empero, emociones e impulsos son reflexivamente controlados.

El proceso de informalización se desarrolla paralelamente a otra serie de movimientos en el nivel macro. En este nivel, la integración social de los estratos sociales más bajos y la reducción de las desigualdades gracias a la acción del estado de Bienestar han supuesto la integración de impulsos y emociones habituales en dichos estratos en la estructura general de la personalidad. En palabras de Wouters, se estaría hablando de la integración de las emociones o impulsos "más bajos o animales" (Wouters, 1998:200) (Nota: Estas referencia puede ampliarse en Wouters (1995) y Wouters (1995a)). Esta integración se produce en virtud del incremento de los niveles de interdependencia, especialización funcional y diferenciación social. Podría, pues, decirse que al igual que la integración social posibilita unos contactos más continuados, abiertos o flexibles entre grupos sociales, del mismo modo se flexibilizan las posibles relaciones entre grupos sociales y condiciones psíquicas -impulsos y emociones- que tradicionalmente se habían asociado con otros grupos, normalmente, los de estrato inferior (Nota: Señala Wouters (1998:205) textualmente: "Así como la conducta y las relaciones entre los grupos sociales llegan a ser menos rígidas y jerárquicas, lo mismo sucede en las relaciones entre las funciones psíquicas, y al mismo tiempo surge un espectro más diferenciado de alternativas y conexiones más fluidas y flexibles entre grupos sociales y funciones psíquicas").

La expresión informalizada de impulsos y emociones y esa búsqueda de lo antes censurable y ahora excitante, guarda también relación con el desarrollo del Estado de Bienestar (Wouters, 1998:211). El modelo de bienestar occidental fue capaz de garantizar altos niveles de integración social gracias al aprovisionamiento material que dispensa a la ciudadanía en forma de servicios sanitarios, educativos, de transporte, subsidios o pensiones. Así, el Estado garantiza la paz y subsistencia material. Al tener necesidades como éstas cubiertas se crean las condiciones de posibilidad para que sean satisfechos nuevos deseos e impulsos. En consecuencia, el proceso de informalización permite a la persona "frecuentar" emociones o pulsiones censuradas sin que esto produzca temor alguno de abandonarse a ellas al ser controladas reflexivamente. En otras palabras, ocurre que la conciencia se torna más permeable a los impulsos y éstos, al tiempo, son permeados por la conciencia (Wouters, 1998:205).

En este punto, la teoría del proceso de informalización viene a matizar algunos aspectos del modelo civilizatorio eliasiano. En concreto, Elias sostiene que conforme avanza el proceso civilizatorio "la conciencia se hace menos permeable a los instintos y los instintos menos permeables a la conciencia" (Elias, 1987:495). Entiendo que aquí Elias yerra en su pronóstico, tal y como ha mostrado Wouters y como quisiera mostrar en mi propio análisis del código de comportamiento que se desprende de la lectura de las obras de autoayuda. En lo que no difiero del modelo eliasiano es en que el autocontrol -en este caso reflexivo- continúa siendo el medio para ahormar impulsos y emociones; un autocontrol aparentemente flexible pero capaz de domeñar en su expresión impulsos y emociones antes oscurecidas. En este punto, la civilización del comportamiento se torna reflexiva.

Aunque Elias sostuviese en El proceso de la civilización que conforme avanzase éste la conciencia resultaría menos permeable a los instintos y viceversa negando de algún modo la posibilidad de un estadio civilizatorio reflexivo, pueden encontrarse notas en La sociedad de los individuos que implícitamente apoyen esta noción de civilización reflexiva o que bien a partir de ellas bien pudiera alcanzarse una conclusión semejante. Me refiero a las páginas que dedica al concepto de individualización (Elias, 2000:143-176).

No emplea jamás Elias el concepto de "individuo" como ente aislado, autosuficiente o como dato primario al uso de la teoría liberal clásica (Béjar, 1993:135). La noción de "individuo" que distingue entre una interioridad subjetiva e inviolable y una exterioridad referida a las relaciones con el entorno es una autoimagen que construyen los hombres en un momento concreto del proceso civilizatorio; en unas condiciones sociohistóricas concretas. Ser un individuo o considerarnos a nosotros mismos "individuos" no es una opción consciente o personalizada sino que dicha autoimagen es el fruto de un proceso no planeado e inintencionado (Nota: En Elias, la noción de individuo no es un territorio conquistado frente a las sempiternas injerencias estatales, tal y como la concibe el liberalismo. Como autoimagen del ser humano es resultado de un proceso histórico no planeado y no fruto del embate librado contra el despotismo y la autoridad estatal. Para el concepto liberal de individuo y nociones afines -privacidad e intimidad- véase Béjar (1988) y Béjar (1989). En cuanto al desarrollo cultural que experimenta dicha noción convirtiéndose en una suerte de cultura, en una forma de entender el mundo, al hombre y al prójimo existen diversos abordajes que aquí sólo puedo apuntar. Lukes (1975) realiza un didáctico estudio de los principios del individualismo (dignidad individual, autonomía, privacidad, intimidad y autoperfeccionamiento). Sennet (2002) analiza la relación entre individualismo y vida pública, viendo como ésta se desvanece y se convierte en una sociedad íntima de individuos que ansían identidades purificadas y libres de conflictos. Para el concepto de identidad purificada véase Sennet (1975:32-38). Lasch (1999) estudia el narcisismo como consecuencia del apogeo del individualismo y el declinar de la vida pública. Dumont (1987) hace un recorrido por la noción de individuo a lo largo de la historia de las ideas y encuentra elementos del individualismo moderno en el cristianismo primitivo. Bellah (1989) y sus colaboradores analizan con clara inspiración tocquevilliana el individualismo en el terreno del amor, el trabajo, la terapia y la participación política distinguiendo las diferentes tradiciones intelectuales del individualismo que se materializan en el lenguaje común y cotidiano. Es el propio Tocqueville, a la postre quien proporciona la definición más concisa y exacta del individualismo de la que disponemos. Cfr. Tocqueville (1994:466). El capítulo "La cultura del individualismo" en Béjar (1993) analiza empíricamente las dimensiones del individualismo a través de la técnica del grupo de discusión y análisis del discurso. Por último, dos publicaciones que muestran cómo los seres humanos no tienen por qué ser entendidos a la luz del concepto de individuo además de no ser el individualismo ninguna necesidad histórica son Rosen (1984) y White y Kirkpatrick (1985)). Mas, ¿cómo explica Elias la construcción de esta autoimagen?

 

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