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C. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio. XIV.

La civilización del comportamiento. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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Las dos primeras leyes, conceptualizadas en términos durkheimianos, se hallan estrechamente conectadas a la división del trabajo social. La sociedad se complejiza a causa de la diferenciación progresiva de funciones. Esto lleva a que se dependa de un creciente número de personas para la realización de determinadas actividades en tanto las funciones que los individuos desempeñan en sociedad se especializan progresivamente. La especialización funcional impide que un individuo resulte socialmente autosuficiente y, en consecuencia, deba desarrollar vínculos materiales y morales con otras personas. Elias abraza asume postulados antes propuestos por Émile Durkheim en su obra La división del trabajo social (Nota: s bases intelectuales que soportan el trabajo de Elias. (Sección 2.3)).

La tercera ley estructural del proceso civilizatorio, el incremento de la interdependencia, guarda a su vez relación con la creciente complejidad que adquieren las sociedades que se diferencian socialmente y especializan funcionalmente. La complejización de la sociedad supone que las acciones individuales dependan de un mayor número de personas y simultáneamente, afecten también a un mayor número de personas. El encadenamiento de acciones individuales en condiciones de complejidad social comporta que se tenga en cuenta la conducta de los otros, que se perciban las consecuencias que arroja la actuación individual para los demás, que se ajuste la conducta a un volumen amplio de personas, que se subordinen las inclinaciones particulares a las condiciones que socialmente establece la interdependencia y que la conducta y la emotividad se tornen previsibles y reflexivas.

La cuarta y última ley, la construcción de monopolios de violencia, ha sido inicialmente introducida en el epígrafe dedicado a las investigaciones sociogenéticas eliasianas. Con todo, resta visualizar las consecuencias y el influjo que posee sobre la estructura conductual-emotiva de los individuos.

La construcción de monopolios de violencia implica que la aplicación legal y legítima de la misma sea únicamente posible para el Estado puesto que es este organismo quien asume su monopolio. La aparición del Estado lleva aparejada normas y leyes que impiden y restringen la utilización de la fuerza física y la violencia a título individual. Se consigue que la variabilidad individual del comportamiento y las emociones quede sometida a la regulación estatal y que existan espacios pacificados en los que el uso normalizado e individual de la violencia vaya extinguiéndose de forma paulatina.

Las leyes estructurales del proceso civilizatorio actúan en pos de la regulación del comportamiento y el aparato psíquico humanos. Tales leyes conducen a un crecimiento de la presión social: la conducta ha de ajustarse a la de cuantos rodean al individuo, incrementándose de esta manera la exigencia de buen comportamiento, la auto-observación y la observación de los demás. Estas leyes son definitivas para la comprensión del tránsito desde el heterocontrol hasta el autocontrol; definitivas para la constitución de una conducta y emocionalidad civilizadas.

La llegada del autocontrol comporta una economía afectiva característica. Elias entiende por economía afectiva el conjunto de esquemas conductuales y emocionales que modelan la vida afectiva individual a través de una tradición que se ha hecho institucional. La economía afectiva autocontrolada -y por extensión civilizada- observa principalmente dos rasgos: se trata de una economía afectiva modelada por la vergüenza, el desagrado y el pudor además de ser una economía afectiva que discrimina entre conductas públicas y conductas secretas. Desglosemos cada uno de estos dos rasgos.

La vergüenza se relaciona con el miedo a la degradación social y al gesto de superioridad de los otros ante un comportamiento o expresión emocional improcedentes (Elias, 1987:499). La intensidad de la vergüenza aumenta conforme más interiorizadas se encuentren las coacciones que otrora fueron externas. La autocoacción se activa por acción de la presión social que ejercen los demás para que las pautas de comportamiento y emoción sean las adecuadas. Los individuos experimentan la ansiedad que trae consigo pensar que pueda transgredirse la opinión social: se desencadena una suerte de conflicto interno ante la posibilidad de vulnerar aquello que en cada persona representa esa opinión social. Se instaura una imagen psicologizada del otro al plantearse el individuo cómo será interpretado por el resto su comportamiento y disposición emocional. Si tal comportamiento y disposición emocional son entendidos inadecuados, el individuo queda supeditado al prójimo sabiendo que frente a esa supeditación no es posible una respuesta física y violenta como medio de defensa (Nota: al de la vergüenza y de los escrúpulos, son manifestaciones de una disminución de los miedos directos ante la amenaza o el ataque por parte de los demás y un fortalecimiento de los miedos automáticos, de las coacciones que se imponen ahora los propios individuos"). El proceso se completa al asumir que la determinación del comportamiento y de las emociones no tiene un origen social -no procede de los demás- sino que se origina en el interior de uno mismo al margen de los que nos rodean.

El desagrado se produce por comportamientos y emociones que amenazan la escala de prohibiciones sociales e individuales (Elias, 1987:503). Este desagrado es mayor según sea más amplio el contingente de conductas y emociones que es recomendable evitar.

El pudor alude al reparo en la exhibición del cuerpo (Elias, 1987:502-503). Se encuentra definido socialmente y tiende a descender cuanto mayor es el grado de desigualdad cualitativa entre las personas que propugna la sociedad. En consecuencia, aumenta si lo que se promueve son niveles crecientes de igualdad cualitativa entre los individuos (Nota: Señala Elias: "El descubrimiento del cuerpo ante los demás fuera de ciertos enclaves estrictos se convierte en una infracción sólo cuando desaparecen las diferencias estamentales, cuando la dependencia funcional de todos en relación con todos se hace más intensa y los hombres alcanzan un valor aproximadamente igual en la sociedad". Elias (1987:503)). La desnudez y la exhibición del cuerpo pueden ser empleados como medio de distinción y señalización de jerarquía social. Elias muestra en La sociedad cortesana cómo el rey recibe en su propia habitación a diferentes personas mientras se asea, se libra de las ropas de noche y se viste pudiendo mostrar su cuerpo sin problema ante quienes, en la jerarquía social, son inferiores a él (Nota: Cfr. Elias (1982:113-115) para el lever del rey y cfr. Elias (1982:117-118) para el de la reina).

La vergüenza, el desagrado y el pudor determinan que la economía afectiva autocontrolada-civilizada distinga entre conductas que pueden ser vistas por los demás y conductas que son ocultadas a los demás; que se distinga entre conductas públicas y conductas secretas (Elias, 1987:228-229). Ambas modalidades de conducta generan dos esferas, una pública y otra secreta, que se materializan física y espacialmente y que tienen también una traducción psíquica en la mente de las personas. La distinción entre las dos esferas se agudiza cuanto mayor sea el número de comportamientos y emociones que caen bajo el anatema del silencio; a saber: comportamientos y emociones recluidas en lo secreto puesto que su única mención ya resulta desagradable en público (Elias, 1987, 177-178, 221). Queda apuntada así la dirección que sigue el proceso de la civilización: la privatización del comportamiento y la afectividad (Nota: El progresivo avance hacia la privatización de la emocionalidad y el comportamiento humanos o la distinción entre una esfera pública y otra privada en lo físico y en lo psíquico son para Elias resultado no planeado del encadenamiento de acciones individuales a lo largo de generaciones a través de los siglos. Es el producto no intencionado ni consciente de acciones individuales conscientes integradas en configuraciones variables sociohistóricamente. En este punto, Elias se opone a toda una tradición clásica de pensamiento liberal que concibe la emergencia de la esfera privada como un logro, como un triunfo. No en vano, la esfera privada aparece como una esfera conquistada a un Estado absoluto que progresivamente renuncia a intervenir en la vida de los hombres admitiendo que existe un espacio en el que el individuo se autogestiona y conduce como le place. Para una aproximación al concepto de privacidad y nociones afines -individualismo o intimidad- dentro del imaginario liberal véase Béjar (1988)).

Resta conocer el modo en el cual conductas y emociones van encuadrándose diferencialmente en la esfera pública o en la secreta. Como ya he señalado anteriormente, las leyes estructurales del proceso civilizatorio generan un aumento de la presión social de unas personas sobre otras, del grado de observación -física y psicológica- sobre los demás y del nivel de sensibilidad hacia la depuración de la conducta. En general, se incrementa la vigilancia propia y ajena sobre el comportamiento y las emociones y, en consecuencia, avanza el límite de escrúpulos acerca de lo permitido y lo no permitido. El acentuamiento de las leyes estructurales civilizatorias trae consigo un cambio respecto a la sensibilidad hacia la conducta y las emociones. Crece el número de prohibiciones sobre la conducta, prohibiciones que encuentran su origen en la vida social y que forman parte de códigos de comportamiento que legitiman tales prohibiciones valiéndose de distintos argumentos. Argumentos y códigos mudan si bien lo que permanece invariable es el origen social de las coacciones. En definitiva, el avance en el límite de los escrúpulos ocurre en consonancia con los cambios sociales y los cambios en las relaciones humanas.

 

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