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Carta de un hijo a su padre comunicándole su feliz llegada a la Habana.

Carta y su correspondiente contestación de un hijo a su padre participándole su feliz llegada a la Habana.

Novísimo manual epistolar o colección completa de cartas familiares y de comercio
Se lee en 5 minutos.

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Carta de un hijo a su padre comunicándole su feliz llegada a la Habana.

Sr. D. P.G. Sablés.

Barcelona.

Habana 10 de julio de 185..

Amado padre:

Después de cuarenta y nueve djas de navegación, de los que algunos, en particular los últimos, me han parecido siglos, tuve el gusto de desembarcar en esta ciudad, sin que me haya ocurrido accidente particular ni se haya resentido mi salud con la variación del clima, aires y alimentos; antes, por el contrario, he ganado extraordinariamente con el trastorno que he sufrido durante el embarque y con el que han desaparecido por completo las ligeras indisposiciones que solía tener de vez en cuando, consecuencia o resultado de mi pasada enfermedad.

Omitiré la descripción por ahora de la ciudad comercial por excelencia, porque habiéndole con franqueza, no pudiera hacerlo sino de un modo muy inexacto, por haber permanecido solo unos días en ella disponiendo lo conveniente para trasladarme a M. cuyo viaje emprenderé mañana. Más tarde y así que me halle relacionado, lo haré con la precisión y exactitud que se requiere, al propio tiempo que tendré el gusto de participar a Vmd. los adelantos que me sean dados hacer.

Entretanto, creo serán leídas con interés tanto por Vmd. como por la familia y parientes, las siguientes líneas que les darán a Vmds. una idea general de lo que es la Habana. Esta ciudad, punto de reunión de miles de personas que a ella acuden por mil objetos diferentes, no es la ciudad hermosa que se figura uno encontrar, sino un pueblo grande que fatiga y en el que la vista no se recrea, ni halla placer el corazón. Se ve en particular en los barrios de extramuros, un hacinamiento de casas sin orden, sin concierto ni gusto, y solo de vez en cuando se halla algún edificio que nos da una idea del país, cuya riqueza no puede negarse.

Las calles del centro de la ciudad son generalmente espaciosas y rectas, pero sin empedrar y las más sin aceras; es decir, que al ver los paseos, los edificios públicos, el alumbrado por al gas, algunas bien que raras tiendas de comercio muy elegantes y de lujo, se figura uno hallarse en un París, en un Barcelona; mas luego se fija la atención en las casas generalmente de bajos solamente, unas más bajas que otras, sin pintar ni blanquear, y se presume uno hallarse en un pueblo de último orden. La vista de tanto negro repugnante, de tanto mulato feo y y de tanto blanco que ha perdidoel color y la salud, cansa asimismo; pero todo el disgusto que esto puede causar desaparece en cuanto apañando la vista de esta mole informe llamada Habana, se dirige hacia la campiña que la circunda es la vista más preciosa, el panorama más bonito que se puede desear y que uno no se cansa de admirar a todas horas.

Las altas palmeras, que dan el exquisito fruto conocido por piña y cuya corona la distingue como reina de las frutas; el plátano de largas y anchas hojas y que no es menos sabroso al paladar el fruto que da, y mil y mil árboles de otras tantas clases, el alfombrado de la yerba de Guinea y el verde subido de las mieses, dan al campo un aspecto delicioso, que realzan un sinnúmero de quintas, cabañas, etc. Más de una vez he recordado aquella escena del "Furioso de la Isla de Sto. Domingo", en la que aparecen varios negros y negras trabajando y el mayoral blanco que los castiga, con su sombrero de paja y su látigo en la mano, al ver tanto negro como pulula en las haciendas que hay alrededor de esta ciudad.

Tengo muchos deseos de saber si todos Vmds. continúan sin novedad. Yo por ahora llevo una vida muy tranquila, pues aquí los recien llegados que cometen excesos de cualquiera clase, suelen pagarlo caro. No descuidaré por mi parte de ponerle a Vmd. ai corriente del estado de mis negocios y salud.

Aprovecho la pronta salida de este puerto de la Curra para mandarle a Vmd. unos pequeños regalillos que espero admitirán Vmds. como una sencilla muestra del afecto que siempre ha profesado a su familia este su obediente hijo Q.B.S.M.:

P. Sablés.

Contestación.

Sr. D. Pepe Sablés.

Habana.

Barcelona 25 de setiembre de 185..

Querido hijo:

Con indecible contento recibí la tuya de 10 de julio y esto tanto por saber no habías tenido ningún contratiempo durante tu largo viaje, como por el satisfactorio estado de tu salud que según supones ha mejorado todavía. He leído tu carta a toda la familia y la pequeña descripción que haces de esta ciudad ha gustado a todos extraordinariamente. Esperamos que en lo sucesivo y en cuanto te lo permitan tus ocupaciones, no descuidarás de noticiarnos todo lo que tu consideres digno de saberse de esa hermosa cuanto envidiada isla.

Cuando ésta llegue a tus manos, ya habrás llegado tu también a tu destino hará algunos díasy si tus planes no se frustran y por tu parte no cejasen tus ardientes deseos de hacer fortuna es de creer que con algunos años de constancia y aplicacíon, puedes llegar a ver colmados tus deseos que también son los de tu padre.

Aprovecha por tanto, hijo mío el tiempo que tienes resuelto permanecer en esa; recuerda los consejos que te ha dado tu padre; considera que la honradez y el exacto cumplimiento de las obligaciones que contraigas son los títulos más hermosos que puedes adquirir y que tarde o tempramo labrarán tu felicidad. En fin, tu tienes la edad suficiente para no necesitar de mis consejos y creo estás bien penetrado de lo que constituye en todas las partes del mundo un hombre horado.

Hasta el presente, a Dios gracias, no ha ocurrido ninguna novedad en la familia, como no sea el próximo enlace de tu prima con el Sr. D. Manuel. Te damps las más cordiales gracias por tus regalillos y en cambio por el Napoleón te mando una pequeña memoria mía.

Adiós hijo mío, procura mantenerte bueno, no hagas ningún exceso y dispón en lo que gustes de tu padre.

P. G. Sablés.

 

Nota
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