Educar, no es una cuestión de gritar (con vídeo)
Los gritos no deben ser una forma de intimidar para que una persona haga lo que nosotros queramos. Hay otras formas menos agresivas de hacerlo
Hablar sin gritar. Obedecer sin vocear
Una actitud agresiva vocalmente no favorece la educación
Gritar es una forma de intimidar pero no de educar. Los gritos son una forma de comunicación demasiado agresiva. Cuando una persona alza la voz en exceso puede ser por diversos motivos. Un grito puede ser una señal de alarma "¡cuidado, que viene un coche! Pero también puede ser una muestra de enfado, de agotamiento de la paciencia cuando una persona molesta demasiado.
En otros casos un grito puede ser una señal de autoridad, aunque no sea la mejor forma de demostrarla. No es una buena "técnica" tratar de intimidar con gritos y voces fuera de tono. Si a esto le unimos unos cuantos gestos agresivos componen "un todo" que solo causa una situación excesivamente incómoda, tremendamente beligerante y muy poco educativa.
Gestos agresivos que acompañan a los gritos
Las actitudes beligerantes no son nada recomendables en ningún ámbito y menos cuando hablamos de educar.
Si tenemos que decir a alguien que se calle, lo haremos de palabra, y habrá que insistir y ser perseverantes, pero sin llegar a un estado de ira o de enfado, porque entonces es cuando surgen esos tonos y gestos agresivos que acompañan a la palabra -amenazas con la mano, con la cabeza, con algún objeto, etcétera-.
Por ejemplo, cuando alguien quiere reñir a otra persona, se suele poner en una 'posición en jarras', para ganar volumen y parecer más autoritario, con más poder.
Hay que tener cuidado cuando los gritos se hacen en público. Por ejemplo, un profesor que grita a un niño en clase -un pésimo ejemplo, por parte del profesor-, unos padres o cuidadores que riñen a gritos al niño en un parque u otro sitio público, etcétera. No es correcto, poner al niño o cualquier otra persona en evidencia. Si hay que reñir, en privado, por favor -y a ser posible, sin gritos-.
6 razones por las que no debemos gritar
1. Gritar no es educar. Hay que razonar y tratar de educar con estímulos positivos. Explicar bien el porqué se hace o no se hace.
2. Dañar la autoestima. Si gritamos a una persona le estamos perjudicando su autoestima, porque piensa que solo merece reproches.
3. Falta de autocontrol. Gritar demuestra que no tenemos unas habilidades de control muy buenas. Que todo los arreglamos gritando.
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4. Mal modelo. La comunicación agresiva no es buen modelo de para enseñar ni para educar. De hecho, el niño puede que de mayor reproduzca esta conducta.
5. Costumbre. Si habituamos al niño u a otras personas a obedecer solo a gritos, es fácil que no respondan nada más que a estos estímulos. El típico ejemplo del jefe que siempre está gritando para que le hagan caso sus empleados.
6. Crecimiento. El niño necesita un crecimiento emocional y personal positivo y los gritos solo van a conseguir todo lo contrario. El niño y todo el mundo necesita una tranquilidad emocional que no se consigue en un entorno agresivo.
Teresa Baró, colaboradora del programa de RTVE "Para todos la 2" nos ofrece esta información sobre los gritos y cómo influyen en nuestra vida diaria.
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