Palio Arzobispal, insignia litúrgica mayor
Es una banda estrecha de lana blanca cosida en forma circular y adornada con cruces, de la cual caen dos tiras cortas en sentido vertical, sobre el pecho y espalda
Palio Arzobispal, insignia litúrgica mayor
El Palio Arzobispal. Protocolo eclesiástico
Es una banda estrecha de lana blanca cosida en forma circular y adornada con cruces, de la cual caen dos tiras cortas en sentido vertical, sobre el pecho y espalda; lo usan los arzobispos y algunos obispos como signo de autoridad y jurisdicción.
Unos lo consideran insignia de origen imperial concedida al Papa; otros lo creen de origen puramente eclesiástico, nacido ya con la intención de que fuera insignia propia del Sumo Pontífice; también se ha considerado al palio como esquematización del pallium de los filósofos, que a impulsos de una moda tardía se habría usado plegado, y en forma de bufanda alrededor del cuello. Esta última teoría -de Wilpert- puede resultar chocante en un principio, sin embargo, aunque no goza de pruebas documentales a su favor, es cierto que las primeras formas de palio concedidas recuerdan la manera de llevar el pallium antiguo (así se observa en un mosaico del siglo VI).
En todo caso el origen es ciertamente romano y fue considerado siempre como insignia propia del Papa, por lo menos en Occidente.
El primer dato sobre el palio es del siglo IV. Lentamente se concede a obispos más ilustres. La costumbre de enviarlo a los obispos metropolitanos, como más destacados, hizo que, con el tiempo, se dispensaran de pedirlo a Roma y lo usaran sin más.
Juan VIII en el siglo IX reconoció el palio como insignia de la jurisdicción de los arzobispos y, al mismo tiempo, estableció las normas de súplica de concesión que debían hacerse a la Sede Apostólica bajo severísimas penas. En esta época el palio sufre algunas modificaciones en su aspecto: con alfileres preciosos se le da una forma circular más simétrica y centrada, procurando que los dos extremos caigan en el centro del pecho y de las espaldas respectivamente.
El paso siguiente suprime los alfileres dejándolos como elementos decorativos (siglo XIII) y convierte al palio en una banda circular con los dos extremos bien centrados, sobre el pecho y la espalda, y que, por lo menos hasta el siglo XV, son de considerable longitud. Además de los arzobispos (Corpus Iuris Canonici, canonici, 275 y siguientes), el Papa puede concederlo a otros obispos ilustres, a título personal o bien a las sedes episcopales.
El palio lleva seis cruces negras, cuatro de ellas en la banda circular y las otras dos en los extremos; se lleva sobre la casulla.
El palio posee un significado espiritual profundo. Algunos Padres de la Iglesia han visto en las cruces el recuerdo de la Cruz del Señor que el prelado debe llevar con mayor diligencia y amor.
Entrando ya en la función de los que lo reciben, Benedicto XIV, fijándose en la lana de ovejas en que está confeccionado, lo señaló como imagen de la oveja perdida que el Buen Pastor buscó y encontró para devolver al redil. La concesión romana, la expresiva ceremonia de confección del palio y, sobre todo, de su permanencia durante un tiempo junto al sepulcro de San Pedro, más su bendición, hablan clarísimamente de él como de expresión del poder pastoral trasmitido, y como exigencia y signo de fidelidad y unidad con la Sede del Príncipe de los Apóstoles.
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