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La igualdad a bordo. Ceremonial marítimo

La vida a bordo en los buques de la Armada. El trato igualitario. La Armada prohíbe el trato diferenciado hacia las mujeres en sus buques

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Visita al buque Juan Sebastián Elcano
Armada Española. Visita al buque Juan Sebastián Elcano

Tradiciones, usos y costumbres de la Armada

El nuevo reglamento recoge la igualdad entre hombres y mujeres dentro de la Armada.

La igualdad efectiva entre hombres y mujeres es un principio que, en el ámbito militar, está recogido en los artículos 13 y 73 de las Reales Ordenanzas.

Nota histórica

El papel de la mujer en la sociedad ha evolucionado muy rápidamente en pocas décadas, y las Fuerzas Armadas no son una excepción. La incorporación de la mujer a la milicia es, históricamente, muy reciente.

Antes de 1988, la mujer solo podía formar parte de la Armada ocultando su sexo, como hicieron algunas de las precursoras que recuerda la historia (2). Justo es, sin embargo, reconocer que en la vida del marino, ausente del hogar durante períodos muy largos, las mujeres han sido el verdadero sostén de las familias, asumiendo casi siempre el protagonismo en la administración de los bienes y la educación de los hijos. Y, aunque no sea equivalente a la igualdad efectiva que hoy demandan los españoles, también es justo reconocer que ese papel de cónyuge se reconocía en la sociedad de la época igualando el trato dado a maridos y mujeres. De ello dan fe las Ordenanzas de Su Majestad de 1748, que conceden "a las Mujeres de los Generales, los mismos honores que a sus Maridos" (3).

Desde entonces, han cambiado muchas cosas. A la mujer ya no se la reverencia por serlo, como era norma en los libros de caballería. La propia palabra caballerosidad suena discriminatoria a los oídos de muchos.

Hace décadas que se han abandonado fórmulas de cortesía como póngame a los pies de su señora, en su día corrientes. Tampoco se protege ya a la mujer como si fuera un ser más débil que el varón. Sin embargo, todavía persiste en determinados ambientes protocolarios el ademán de besar la mano a las mujeres en lugar de estrecharla y, en ciertos entornos sociales, aún se valoran reglas de conducta como las de cederles el paso o el asiento y ofrecerles la mano en tramos difíciles.

La Armada siempre ha fomentado en sus filas la cortesía, entendida en relación con los valores de cada época (4). No en vano el propio Calderón, en sus conocidos versos sobre los tercios, incluyó la cortesía y el buen trato entre los valores característicos de la milicia. A lo largo del tiempo, han sido numerosas las ocasiones en las que se han promulgado reglas de conducta relacionadas con el trato a la mujer, en un esfuerzo bienintencionado que casi siempre ha ido por detrás de la rápida evolución de la sociedad. Así, en el año 1975, se escribían reglas como esta:

"Es norma general y aceptada en sociedad que los Jefes y Oficiales llamen "de tú" a las esposas de sus superiores, aunque entre ellos se llamen de Vd. Es una galantería y un reconocimiento a que las mujeres no tienen edad" (5).

Consideraciones como esta, valoradas y apreciadas en su día en muchos ambientes sociales como un signo de distinción, ya no son apropiadas. La Armada participa hoy plenamente en los esfuerzos de la sociedad española por alcanzar la plena igualdad entre el hombre y la mujer, y trata de adaptar sus tradiciones a las prácticas que hacen posible la integración, siempre de acuerdo con los principios de igualdad recogidos en las Reales Ordenanzas.

(1). Durante muchos años, la legislación española, muy restrictiva, solo permitió el embarque de mujeres en los viajes a ultramar. En estas largas navegaciones, las mujeres tuvieron que compartir las penalidades de la travesía y, cuando fue necesario, algunas de las tareas del buque.

(2). El caso más conocido es el de Ana María de Soto, destacada infante de marina. Una vez retirada, "por su acrisolada conducta y singulares costumbres", le concedió el rey el privilegio de que en los vestidos propios de su sexo pudiera usar los colores del uniforme de marina.

(3). Ordenanzas de Su Majestad de 1748. Tratado tercero, título segundo, artículo XIII.

(4). No ha sido esta la tendencia en todas las marinas. La publicación Customs and Etiquette of the Royal Navy aún recogía en 1984 el tradicional brindis, hoy derogado, "Sweethearts and wives - may they never meet".

(5). Tradiciones, usos y costumbres de la Armada. Escuela Naval Militar. 1975.

Tanto en los actos de servicio, como en cualquier otra ocasión social relacionada con el servicio, los citados preceptos de las Reales Ordenanzas prevalecen sobre las reglas de cortesía que, hoy por hoy, en amplios sectores de nuestra sociedad, todavía avalan una forma distinta de saludarse entre hombres y mujeres, y fomentan o permiten un trato a menudo diferenciado, aunque solo sea en algunos matices.

Debe quedar pues claro que, dentro del trato respetuoso y afable que debe ser habitual entre los miembros de la Armada, no se harán excepciones por razón de género, edad u otras circunstancias personales o sociales.

Esta regla de conducta no solo excluye las atenciones no solicitadas o los comentarios sexistas, prohibidos en cualquier circunstancia; sino también, en el ámbito del servicio, las deferencias bienintencionadas cuando puedan entenderse como fundamentadas en el género del militar.

No atenta contra los principios antes citados el trato cortés que, conforme a las reglas socialmente aceptadas, pueda darse a las personas que, sin pertenecer a las Fuerzas Armadas, visitan nuestras unidades. En estos casos, conviene recordar que, dependiendo de ciertos factores -la edad quizá sea el más importante- la perspectiva de lo que es educado y correcto puede cambiar significativamente; y que no corresponde a la Armada liderar la evolución del protocolo social en España, sino adaptarse a él para hacer que, quien se acerque a la institución, se sienta cómodo entre los marinos.

En cualquier caso, cuando coincidan, en un acto de servicio o relacionado con el servicio, militares y civiles, sea de uniforme o de paisano, el trato que a cada uno corresponda como militar debe prevalecer sobre el que pudiera deberse a su edad o género.

 

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